A juzgar por la etiqueta de viaje pegada sobre la caja que llegó al aeropuerto internacional Kennedy proveniente de Londres, en su interior había una pintura sin título con valor de $100. Solo más tarde fue que investigadores descubrieron que era del artista Jean-Michel Basquiat y valía $8 millones.
Esta pintura, conocida como Hannibal , fue llevada a Estados Unidos en el 2007 como parte del complejo esfuerzo de un malversador de fondos brasileño por lavar dinero. Más tarde fue decomisada en un almacén de Manhattan por investigadores federales que ahora se preparan para devolverla a Brasil.
El decomiso fue una victoria en el caso que sacudió a la economía con un fraude millonario y lavado de dinero de Edemar Cid Ferreira, exbanquero brasileño que convirtió parte de su botín en una colección de arte de 12.000 piezas.
Agentes de la ley en Estados Unidos y el extranjero dicen que Hannibal es apenas una de miles de valiosas obras de arte que están siendo usadas por delincuentes para ocultar ganancias ilícitas y transferir activos ilegalmente por todo el mundo. A medida que otras técnicas tradicionales de lavado de dinero han sido objeto de mayor escrutinio, contrabandistas, narcotraficantes, corredores de armas y similares recurren con frecuencia creciente al mercado del arte.
Si bien no existen estadísticas confiables sobre el monto de dinero lavado invertido en arte, oficiales de la ley y académicos coinciden en que lo están viendo con mayor frecuencia. El Instituto Basel, organización de investigación sin fines de lucro en Suiza –sede de la máxima exposición mundial de arte contemporáneo y moderno– advirtió el año pasado sobre el alto volumen de transacciones ilegales y sospechosas relacionadas con arte.
En Estados Unidos, los estatutos federales sobre lavado de dinero se aplican a casi cada transacción de importancia a través de la cual se oculten ingresos ilegales para que parezcan legales. Típicamente, el dinero sucio es lavado a través de la compra de, digamos, un lujoso apartamento, o se mezcla con las ganancias de un negocio legítimo, como un restaurante. Cuando las ganancias derivadas de apuestas o drogas salen por el otro extremo, aparecen como un activo de bienes raíces o utilidades de negocios. Parecen limpias.
Los bancos deben informar sobre todas las transacciones a partir de $10.000. El mercado del arte carece de estas salvaguardas. Si se enrolla un lienzo, es fácil ocultarlo o moverlo entre países; los precios pueden ser aumentados o reducidos por millones de dólares en un instante; y los nombres de compradores y vendedores suelen ser protegidos celosamente, dejando a dependencias encargadas de la ley adivinando quién estuvo involucrado, de dónde vino el dinero y si el precio era sospechoso.
Gobiernos por todo el mundo han aplicado medidas para sacar a la luz la actividad ilegal. En febrero, la Comisión Europea aprobó normas requiriendo a las galerías que informen sobre cualquier persona que pague, en efectivo, por una obra con más de $9.825, y que presenten informes sobre transacciones sospechosas.
De manera similar, Estados Unidos exige que se informe de todas las transacciones en efectivo a partir de $10.000. De cualquier forma, el lavado relacionado con arte tiende a ser manejado caso por caso.
En Nueva York, víctimas del fraude y estafas de lavado de dinero del abogado Marc Dreier, inhabilitado para ejercer, siguen en tribunales peleando por obras de arte que él compró con una parte de los $700 millones robados de fondos de protección e inversionistas. Actualmente, 28 obras de artistas como Matisse, Warhol y Rothko están siendo almacenadas por el Gobierno estadounidense.