Al final de este laberinto no hay un solo Minotauro. Saberlo de antemano es un alivio, pero resulta todavía más tranquilizador recorrer el camino de cabo a rabo sin que haya posibilidades de extraviarse.
Se puede avanzar como si los pasos trazaran una espiral, o siguiendo el recoveco que termina formando un octágono u otra figura, siempre a la deriva del diseño que tenga cada motivo laberíntico.
El arquitecto costarricense Rónald Esquivel estudió sobre geometría sagrada –a la que le compete este tema– hasta desarrollar un sello propio en más de 100 diseños de laberintos, de los cuales cinco ya han pisado tierra fértil en diferentes puntos del país: Curridabat, Tamarindo y, más recientemente, Desamparados, donde el lunes pasado se inauguró el Laberinto del Agua.
Tantos surcos lo llevaron a publicar el libro Labyrinth Design pero además se convirtió en expositor del Labyrinth Society , una reconocida organización internacional integrada por amantes del mundo de los laberintos.
Así, de su mano, poco a poco ha crecido el mapa de los laberintos en Costa Rica, tanto como ha aumentado la apertura de las autoridades para incentivar su construcción, según comenta el mismo Esquivel: “Estamos encontrando un respaldo por parte de las municipalidades para ofrecer más de estas prácticas. Es un recurso muy barato, accesible y nos ayuda a obtener una vida de mayor calidad y un mejor estado de conciencia”.
¿Mejor calidad de vida gracias a un laberinto? Quizá le suene descabellado, pero este no es un invento nuevo ni antojadizo, sino más bien una práctica milenaria y famosa en otras latitudes.
Recorriéndolos se acalla la mente, explica el hacedor de laberintos mientras dibuja con sus dedos trillos en el aire, recreando en su mente una de sus obras, a pocos metros de donde conversa con quien firma esta nota.
Cada una de sus creaciones tiene la finalidad de ser utilizada como herramienta de meditación activa y enfocada, por lo que estos laberintos están lejos de quedarse en curiosas seguidillas de piedras acomodadas cuidadosamente sobre el suelo.
En la cotidianidad, son prácticos tanto para reducir el estrés como para estimular el contacto de una persona consigo misma. Por eso la elección del lugar para construirlo tiene su razón de ser. Se debe tomar en cuenta que sea en un punto accesible, pero, a la vez, alejado de entornos bulliciosos o contaminados que podrían interferir con el propósito de meditación.
El Laberinto de la Tierra , por ejemplo, está ubicado en el parque El Prado en Curridabat y fue construido con el aval y el apoyo de la Municipalidad de este cantón. Su acceso es libre para cualquier curioso interesado en transitarlo.
“Ojalá todos pudiéramos recorrer un laberinto antes o después del trabajo para encontrar la sensación de paz interna. Con solo una caminata para llegar al centro, ya nos estamos ayudando”, comenta el especialista.
En otras partes del mundo, los atributos de esta forma enfocada de meditación han encontrado nicho en cárceles, hospitales psiquiátricos, clínicas de salud general, centros de yoga e incluso en casas.
Rocío Arias, quien es psicóloga humanista y docente de Psicología ha estudiado sobre el uso de los laberintos como camino para relajar la mente. Para ella, es de gran importancia que estén construidos en medio de la naturaleza: “Al ser parte de esta, lo que hacemos es entrar en una figura geométrica que nos permite aislarnos o alejarnos de un ambiente que está cargado de estímulos que nos alejan de nosotros mismos.
”Es importante pensar en comunidades abiertas donde puedan participar las personas sin que tengan alguna situación especial que resolver. Lo ideal es que ofrezca un beneficio para la salud en general”, dice la psicóloga.
Ancestrales
Los primeros laberintos de los que hay registro en la historia se situaron en Creta, 4.000 años atrás; tiempo después llegaron a otros puntos como Sumatra (Indonesia) y Egipto, con un diseño al que se hace referencia llanamente como “clásico”.
Más adelante se popularizó también el diseño del laberinto de la catedral de Chartres, en Francia, que fue replicado en otros templos europeos con la intención de sustituir el peregrinaje a Jerusalén.
En estos casos, se buscaba que el peregrino hiciera el recorrido desde afuera hacia adentro acompañado de rezos y meditaciones. La recomendación todavía se mantiene vigente y –en una fórmula ideal– es necesario sumar respiraciones conscientes y profundas, así como tener la mayor concentración posible.
Rónald, sin embargo, decidió alejarse de los cánones preestablecidos y echar mano de su ingenio para diseñar los propios –primero en digital y luego sobre el suelo–.
Lo primero que hace es elegir una forma entre múltiples posibilidades: concéntrica, con dos centros, otro con intersección de dos círculos o uno que simula un huevo sagrado, entre muchos más.
Sigue la fase operativa. Con ayuda de otros trabajadores, delínea los surcos que tendrá el laberinto, luego excava las líneas y, finalmente, coloca piedras (preferiblemente de río, para que sean redondeadas). A veces, las selecciona coloreadas o también utiliza otros elementos como cactus, tal y como sucede con el laberinto localizado en el Parque Espiritual de Tamarindo. Precisamente, este es el laberinto más grande de entre todos los que llevan el sello de Rónald Esquivel, pero su creador también asegura no tener conocimiento de otro en el mundo que lo equipare o supere en su longitud total, de 3.175 metros lineales.
Con el afán de que la cultura de los laberintos se expanda en Costa Rica, la labor de Esquivel tendrá eco gracias a un laberinto más, que se está construyendo en el Parque Metropolitano La Sabana y llevará el nombre de Laberinto del Aire.
Una aplicación para teléfonos móviles lllamada Laberintos de Costa Rica también pretende ampliar el conocimiento sobre las obras del arquitecto. Desde esta semana, está disponible en el Google Play de Android , como otra forma de aventurarse a hacer los recorridos desde afuera hacia adentro de las figuras laberínticas.