Nunca faltará quien diga que la pintura ha muerto. A ellos habría que responderles: “La pintura goza de buena salud, muchas gracias; y ¿cómo están todos por su casa?”.
A quien dude de aquello habría que enviarlo a mirar la exposición
La exposición reúne el trabajo de tres pintores jóvenes: Randolph Gómez Víquez (1979), Leonor Parra Thompson (1983) y Mario Rojas Kolomietz (1984). Gómez es graduado en pintura de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, mientras que Rojas y Parra son estudiantes avanzados.
El montaje es una prueba de su dominio del estilo naturalista. Los artistas se enfocaron en el retrato de objetos como una forma de llamar la atención sobre el consumismo y la rapidez con la que los utensilios cotidianos pierden vigencia.
Según los pintores, el hecho de pintar esos objetos los revaloriza, “les da una importancia estética”. En un manifiesto escrito para la ocasión, los pintores exponen:
“La pintura como expresión artística no es obsoleta ni está muerta; al contrario, está más vigente y viva que nunca ya que en el mundo se ha renovado el interés por todo aquello que es hecho a mano, por todo lo que es humano y este es un gran momento para expresar ideas a través del arte”.
En Mario Rojas se nota cierto orgullo cuando habla de su trabajo: “Pintar con realismo académico requiere mucho trabajo y sigue siendo un reto; siento que la gente opta a veces por el facilismo”.
Con respecto a esta afinidad por el naturalismo, el historiador del arte y catedrático Carlos Guillermo Montero recuerda un comentario que formuló la historiadora Vivianne Loría en la revista
“Ella decía que algunos jóvenes se estaban volviendo reaccionarios pues aspiraban a pintar como los antiguos maestros del arte, al contrario de otras tendencias actuales, como el arte conceptual”, recuerda Montero.
Leonor Parra afirma que no siguió su estilo de pintura por su nivel de dificultad, sino porque “lleva los objetos a un nivel de expresión distinto”.
Por ejemplo, Randolph Gómez trabajó con composiciones sencillas y dinámicas que tuviesen ese contraste entre los utensilios antiguos y los nuevos.
“Para mí, el café suele ser relajante, pero, cuando desayuno viendo las noticias en la televisión, solo se mira violencia”, explica.
Al igual que Gómez, Leonor Parra pinta objetos que están muy vinculados a la nostalgia. Por ejemplos,
La artista también contrapone la tecnología tradicional con la moderna en una obra como
Sobre esa obra, Parra comenta: “Siento que los artistas cada vez dibujan menos manualmente y van dejando la parte expresiva en una computadora; la creación no se materializa, sino que todo es irreal”.
Por último, Mario Rojas Kolomietz expresa una denuncia más directa contra el consumismo. “Me fijo en casi todos los objetos que nos venden y que no son necesarios”, afirma el pintor.
En otras obras, como
Carlos Guillermo Montero opina que en el grupo parece haber un deseo de homogeneizar sus obras, lo que le parece interesante en un medio en el cual los artistas apuestan por la diferenciación.
No obstante, el historiador añade que, a pesar de los esfuerzos por emparejar sus trabajos, el estilo de cada artista es muy evidente.
El objeto obsoleto que anuncia el título de la exposición también es la pintura misma. Sin embargo, estos artistas muestran que se puede servir nuevo vino en odres viejos. La pintadera todavía da para rato.