Como una paciente delicada, con 101 años a cuestas, la iglesia Nuestra Señora de la Merced se recupera poco a poco de las secuelas de los sismos, la humedad, el tiempo y otros embates que han mermado su gótica belleza.
Cuando se inició su restauración, el pasado mes de octubre, la prioridad era reestructurar los accesos laterales del inmueble, que presentaban un peligroso deterioro y podían colapsar.
Cumplido ese objetivo, ahora la iglesia es más segura y está lista para la segunda etapa de su restauración, que comenzará después de la Semana Santa.
Los trabajos se concentrarán en reparar la nave central del templo, reforzar la torre y completar la viga corona que se empezó a hacer en la primera etapa.
"El edificio se construyó como una sola masa de ladrillos sostenida por la gravedad, sin hierro ni varillas. Cada vez que hay un sismo toda la estructura se vuelca hacia la torre, y por ello está tan averiada", explicó Pablo Vargas, coordinador general del Proyecto Pro Restauración de La Merced.
Desde la viga corona en la parte superior del edificio se introducirán gruesas varillas para sujetar la estructura a los cimientos y lograr que cada sector del inmueble se sostenga por si mismo. Así, en caso de sismo, toda la estructura se moverá de manera compacta, sin afectar la torre.
Patrimonio a salvo
Por su arquitectura y su presencia urbana, la iglesia La Merced se considera uno de los inmuebles más importantes de la ciudad de San José.
Por ello, los trabajos son supervisados por la dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, que el año pasado otorgó ¢25 millones para la primera etapa de la restauración.
"Es necesario garantizar que no se dañarán los rasgos arquitectónicos. Por ejemplo, hubo que modificar las dimensiones de las columnas, pero se cuidó la volumetría para conservar las cualidades del edificio", manifestó Miguel Herrera, el director de Patrimonio Cultural.
Los vitrales hechos en Burdeos, Francia fueron retirados por expertos en restauración para mantenerlos en condiciones seguras durante las labores.
Vargas precisó que el costo de la segunda etapa ronda los ¢200 millones. Se financia con donaciones de particulares que conforman el Club Amigos de La Merced, así como con el aporte de empresas privadas.
Se espera que las mejoras estructurales concluyan en octubre para poder iniciar las labores propiamente arquitectónicas.
Pintar las columnas a mano, recuperar las pinturas originales que estaban en las paredes y arreglar el comulgatorio son algunas de las metas propuestas. v