Es probable que la discusión histórica en torno a cuál documento puede considerarse el acta de independencia de Costa Rica se haya originado como una reacción al fino libro de Ricardo Fernández Guardia La Independencia y otros episodios , publicado por primera vez en 1928. En ese texto, Fernández Guardia no objetó el 15 de septiembre de 1821 como una efeméride nacional costarricense; es más, el acta de emancipación de Guatemala de ese día se menciona en ese libro como “el acta de Independencia” sin más.
En ese sentido, Ricardo Fernández Guardia se adhirió a la visión decretada desde la década de 1820 por el Congreso de la Federación Centroamericana sobre el 15 de septiembre como fiesta regional.
José María Castro Madriz ratificó tal posición en Costa Rica mediante el decreto de 1848 alusivo a la conmemoración de la emancipación nacional, algo que Braulio Carrillo ya había hecho años antes.
En su lugar, Fernández Guardia se interesó más en su libro por identificar a San José como la ciudad de Costa Rica de donde salió el primer grito de independencia absoluta de España en la noche del 28 de octubre de 1821. Así lo describió:
“['] llegó a San José en la noche del 28 de octubre el correo de las provincias del reino. Traía la noticia de que todas las ciudades, villas y pueblos de Nicaragua habían proclamado su independencia absoluta de España y asimismo toda la América Septentrional. El vecindario de San José en masa se lanzó a las calles aclamando la Independencia. Reunido a toda prisa, el Ayuntamiento la proclamó y la hizo publicar inmediatamente”.
Fernández Guardia da por sentado que este acontecimiento ocurrido en San José precipitó la decisión en Cartago. Por esto indicó que, apenas decretada su independencia, el Ayuntamiento de San José había enviado un mensajero a Cartago.
Allí, según Fernández, para prevenir una reacción del gobernador Juan Manuel de Cañas, José Santos Lombardo despertó a varios vecinos y juntamente se apoderaron del cuartel a las 3 de la madrugada del 29 de octubre.
Luego, a las cinco de la tarde de ese día, “se reunió el Ayuntamiento en cabildo abierto para acordar que el 1.º de noviembre se jurase la independencia absoluta del gobierno español, así como el acatamiento de la Constitución y de las leyes que promulgase el Imperio que acababa de establecer en México el general don Agustín de Iturbide”.
El acta cartaginesa. A la narrativa de Fernández Guardia salió al paso Hernán G. Peralta en un voluminoso libro titulado Agustín de Iturbide y Costa Rica publicado en 1944.
En ese trabajo, Peralta desechó el 15 de septiembre por considerarlo solo la fecha de emancipación de la ciudad de Guatemala, y luego enjuició el criterio de Fernández Guardia en un intento por subrayar la importancia del acta firmada en Cartago el 29 de octubre.
Según Hernán G. Peralta, la independencia de San José “fue un acto local, aislado, una simple declaración municipal que preveía no sólo la adopción de una futura forma de gobierno, sino la posibilidad de unirse a otro país como consignó con la expresión ‘o la sujeción a otros’”.
Luego, Peralta resaltó el acta de Cartago indicando: “[...] la de Cartago fue la verdadera declaración de independencia de la provincia pues Cartago era la capital de Costa Rica, y a la sesión del 29 de octubre concurrieron no sólo los miembros del ayuntamiento, las autoridades y el pueblo, sino también los representantes de las demás poblaciones que se habían reunido por primera vez en Cabildo Abierto en la sala capitular el 25 de octubre, y que autorizaron con su firma, en nombre de sus respectivos ayuntamientos y vecindarios, la declaración de 29 de octubre con todas las cláusulas del acta correspondiente”.
Esa visión fue difundida ampliamente el 29 de octubre de 1967, cuando el diario La Nación publicó un artículo al respecto firmado por Peralta. Luego, en un trabajo impreso en 1971 en los Anales de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, Ricardo Blanco Segura certificó el acta del 29 de octubre de 1821 como la de la independencia de Costa Rica.
La discusión fue retomada por el historiador Rafael Obregón Loría en su trabajo Costa Rica en la independencia y la Federación, publicado en 1977, en el que le dedicó un capítulo entero al acta del 29 de octubre.
Obregón rechazó que esa acta pudiera considerarse la de la independencia de Costa Rica y justificó su posición indicando que el problema de ese documento era que, acto seguido a la emancipación, se proclamó la anexión al imperio mexicano.
Sin embargo, Obregón apuntó más al respecto, indicando que el acta de Cartago fue firmada por los legados de los ayuntamientos, pero que estos “no habían sido autorizados para ello por sus respectivos ayuntamientos”.
Luego, Obregón identificó el acta del 29 de octubre como de “carácter esencialmente local”, y sus acuerdos como “dictados exclusivamente para Cartago y no para los otros lugares de la provincia”.
Volver a la discusión. La historiografía de la llamada “nueva historia”, que se empezó a escribir en la década de 1970, no se interesó por el asunto de las efemérides porque se concentró en comprender procesos históricos.
Uno de los historiadores que claramente se refirió al asunto de la independencia fue Iván Molina, pero su trabajo se concentró en los procesos socioeconómicos que podían explicar el comportamiento político de los ayuntamientos en 1821. Molina propuso una muy interesante interpretación al respecto.
En cambio, la discusión del día de la independencia sí fue rescatada a principios del siglo XXI por un grupo de activistas que claman por que el 29 de octubre de 1821 sea oficialmente reconocido como la emancipación de Costa Rica. Se destaca en ese grupo el dramaturgo Miguel Rojas, quien insiste en la necesidad de celebrar el 29 de octubre y no el 15 de septiembre.
Ante el bicentenario de la emancipación en el año 2021, quizás convenga que esta discusión sea profundamente desarrollada por los historiadores y vinculada con un análisis más amplio del periodo 1821-1823, para que, con el nuevo conocimiento que tenemos hoy de la cultura política en la época de la independencia, se produzca un novedoso trabajo que reinterprete lo vivido en el país en aquella época.
El autor es profesor en la escuela de historia e investigador del centro de investigaciones históricas de la Universidad de Costa Rica.