Existe. Es una de las flamantes instituciones del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), mas ocurre que nadie se la toma en serio.
El elefante blanco en cuestión es la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ), cuya jurisdicción aceptan Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Claro, en el papel.
Si quería una prueba fehaciente del nulo respeto a los fallos de ese tribunal, en El Salvador acaban de aportarla: un conflicto de poderes entre el Parlamento y la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema se zanjó con un arreglo político que, simplemente, ignoró una sentencia de la CCJ que disponía cuál bando tenía razón.
Los salvadoreños, con toda lógica, optaron por buscar entre ellos la solución al diferendo y enmendaron así la decisión de su propio Congreso de recurrir a la instancia con sede en Managua para que esta les dijera cómo debían salir del embrollo.
El mismo presidente Mauricio Funes dijo con toda franqueza que la búsqueda de la salida al problema se hizo por medio de una negociación entre partidos políticos al margen de lo que había fallado la CCJ.
Por supuesto, salta a la vista una enorme contradicción; El Salvador le reconoce competencia a la Corte regional, pero, en este caso, ignora sin más ni más una resolución del organismo. Bien lo anotó el procurador de derechos humanos, Óscar Luna: la CCJ dijo una cosa y el acuerdo optó por otra.
Ergo, a la Corte Centroamericana la “ningunearon”.
Pero no es la primera vez. Esa doble moral también la han aplicado Honduras y Nicaragua, que al pasar por alto los dictados de la CCJ evidencian la debilidad de la institución y su intrascendencia en el esquema de integración del Istmo.
Cuando la CCJ ordenó en 1999 al Congreso hondureño no aprobar y ratificar un tratado de límites marinos con Colombia, los legisladores siguieron adelante, y punto.
Tampoco Managua le hizo caso e impuso un arancel del 35% a productos de Honduras.
Al tribunal regional, con esos desacatos, lo pintaron en la pared y allí seguirá.
Con esa conducta, nuestros vecinos fortalecen la posición de Costa Rica de mantenerse al margen de la Corte y el Parlamento Centroamericano, que han dado muestras abundantes de su inutilidad.
Enhorabuena, no ser parte de entidades de mentirillas.