La cita se fijó para la noche del viernes 9 de abril en el estadio Ricardo Saprissa. Después de mediodía, llegaron los primeros rumores: se podría cancelar el recital que ofrecería Guns N’ Roses (GNR). Antes del final de la tarde, el rumor se encontró con la realidad o, mejor dicho, se estrelló contra ella. Aquella noche hubo 16.000 gentes decepcionadas, en cuenta un chico de 12 años.
A mi sobrino Fabián le nació la afición por GNR a fuerza de “tocar”
Él hablaba de Axl Rose, el líder de la banda, como casi todos hablamos de nuestros ídolos: como si lo conociéramos. Para él, el cantante no pudo ser el culpable de no tocar en Costa Rica. Cuando el concierto se canceló, compartía la ira colectiva contra otro sospechoso, el más buscado.
Las pedradas le caían a 28 Producciones, la productora del recital, y a su director Juan Carlos Campos. La prensa marcó a presión al director de la empresa y la ira cibernética lo atacó con una crueldad poco habitual, incluso para los estándares de la web.
Las gentes asustadizas ven en el
En la actualidad, las flamas se han extinguido y, en frío, quisimos conocer el balance del empresario que no cayó en la ruina, pero sí coqueteó con ella.
Juan Carlos Campos es un hombre que abandona el “usted” para invitar a charlar en “vos”. Cuando nos encontramos para conversar, usaba un
Campos nació en San José, se crió en San Rafael de Heredia, y terminó viviendo en Heredia centro. Tiene una hija de ocho años y, a mediados de noviembre, todavía estaba soltero.
Recientemente, se mudó a Santa Ana junto con su prometida, la expresentadora de televisión Pamela Alfaro. Cuando conversamos, reveló que planeaba su boda para finales de noviembre, “otra superproducción”. Efectivamente contrajeron nupcias el 27 de noviembre.
Él casi terminó la carrera de economía, pero empresarios como Rubén Pacheco y Ángel Marín lo inspiraron con historias de hombres que, según cuenta, surgieron por sí mismos.
“Igual que para las mujeres las películas de Disney mostraban su sueño de ser princesas, para mí esas historias reflejaban mi sueño de ser empresario”, dice Campos, quien terminó estudiando administración con énfasis en mercadeo.
Tras pasar por distintas compañías terminó trabajando como gerente de mercadeo en la Corporación Megasúper.
En ese cargo, se vinculó con la producción de eventos. En el 2006, la empresa trajo por primera vez a Costa Rica al comediante mexicano Adal Ramones, quien ha mantenido desde entonces una amistad tan estrecha con Campos que hasta sería el padrino en su boda.
Un año más tarde, Campos se estrenó como empresario y creó 28 Producciones. Hizo dos eventos en Costa Rica y mudó sus operaciones a Nicaragua y, luego, a Honduras.
Su empresa se vinculó con artistas hispanoamericanos como Juanes, Chayanne, Carlos Vives, Alejandra Guzmán, Café Tacuba y Alejandro Fernández, entre muchos otros.
“Yo soy una persona que acostumbra a tener sueños en grande, pero no esperaba que se hicieran realidad tan pronto. Cuando fui a Nicaragua pensé que iba a hacer un concierto por año. Impensable que iba a terminar haciendo 16 en dos años”.
En aquel tiempo, el empresario vivió entre hoteles y aeropuertos, no veía a su hija y, decidió volver a Costa Rica. A su regreso, organizó eventos con Enrique Bumbury, Marco Antonio Solís y trajo el espectáculo
Campos reconoce que su ego influyó en su decisión de traer a la banda estadounidense. El empresario dice que traer un artista anglosajón catapulta la empresa a otro nivel, aunque reconoce que los márgenes de ganancia que reporta no son tan grandes.
Tras la cancelación del concierto, el golpe económico para su empresa fue duro: aún sigue en pie pero se frenaron los planes de crecimiento. Según el empresario, perdió el capital acumulado en los últimos cinco años. En cuanto a sus finanzas personales, dice que el 80% de sus ingresos los dedica a pagar los préstamos que debió asumir.
No obstante, el productor sostiene que lo que más le dolió de este tránsito fue la pérdida de la paz. “Yo pensé que este país era más noble. En vez de apoyar al productor local, la gente lo atacó, no se fijó en que la banda es problemática, que el artista no está bien emocionalmente”.
El productor fue blanco de las diatribas de aficionados que volcaron su ira en Internet. Él cuenta que, por un asunto de salud, bloqueó su contacto con estas manifestaciones de repudio.
“Es igual a que, en un partido, alguien se caiga y luego vengan otras seis personas a patearlo: eso es cobardía”, compara.
Campos se queja por considerar que la prensa fue instigadora de la ira contra él. “Yo siempre había sido muy frío para resolver cualquier problema; pero recibir una llamada de mi hija –que en ese momento tenía siete años–, llorando y preocupada por lo que había visto en televisión, fue como si me hubieran matado”.
Uno de los principales cuestionamientos que se le hizo fue que no dio explicaciones prontas a los medios. El empresario aduce que él sabía que no era el culpable de la cancelación pero que le hubiera parecido irresponsable señalar a otra persona precipitadamente. “Preferí ser el pararrayos y hacer todo como corresponde: que los tribunales decidan quién es el responsable”.
Campos dice que nunca se debe decir nunca, por lo cual no sabe si produciría otro concierto de
Hasta el día de hoy, está alejado de la producción de conciertos. Afirma que 28 Producciones se mantendrá fuera de las tarimas hasta marzo del 2011, cuando menos. Por ahora, trabaja como intermediario entre artistas extranjeros y productores.
El grupo favorito de Campos es el británico Coldplay, pero confiesa que está más interesado en “música que te deje algo positivo a nivel espiritual”. Por ejemplo, sirvió de intermediario para el recital del cantante colombiano de música cristiana Jesús Adrián Romero, el 3 de diciembre.
“Esta experiencia me cambió la vida pero soy agradecido, ahora tengo paz. Me di cuenta de quién estaba junto a mí por interés. De un día para el otro, pasé de rodearme de 150 personas que me llamaban para pedirme entradas, a tener solo 15 alrededor”.
Hace poco, mi sobrino Fabián me pidió su entrada al concierto fallido para guardarla como recuerdo. Cuando le di el boleto, recordé aquella noche. Como premio de consuelo, lo invité a casa. Llevaba su camiseta negra y me preguntó si yo creía que reprogramarían el concierto.
–Ojalá,
Comimos