Históricamente reservadas, las autoridades japonesas pegaron el grito semanas atrás, al anunciar una serie de medidas agresivas para poner fin a un malestar deflacionario que ha afectado esta economía por más de dos décadas. Sin embargo, aunque el Banco Central dio el paso con firmeza, el terreno puede convertirse en arenas movedizas, ya que si la propuesta no da resultado, la pérdida de credibilidad podría hundir a Japón aún más.
La receta incluyó una inyección de liquidez, que duplicaría la base monetaria, hasta alcanzar los $2,8 billones en el 2014, lo que equivale a 64 veces el producto interno bruto (PIB) de Costa Rica del 2012.
Así se busca, en un plazo de dos años, lograr una inflación del 2%. A su vez, la hoja de balance de Japón aumentaría mensualmente en un 1% del PIB. En comparación, la Reserva Federal de Estados Unidos aumenta su hoja en 0,54%.
Junto a estas medidas, el primer ministro, Shinzo Abe, anunció su intención de devaluar el yen para hacer más competitivas las exportaciones, ya que una moneda fuerte hace caros los productos japoneses en el mercado internacional.
La idea, tal como lo señala Douglas Montero, analista del Mercado de Valores en Costa Rica, es aumentar la masa monetaria para que esta llegue a los consumidores, así, “al sentir que tienen más dinero, gastan más y se genera inflación”.
Dudas. A pesar del optimismo de las autoridades japonesas, las dudas se dejan escuchar.
Montero considera como dificultad lograr que el pueblo japonés cambie su cultura ahorradora a una de gasto. A su vez, “si esta medida no funciona, el Banco Central puede entrar en descrédito”, dijo.
Por su parte, para los países que importan productos japoneses, como Costa Rica, se podría esperar que tras una devaluación del yen, el costo final de los bienes disminuya, en beneficio de los consumidores.
No obstante, un yen devaluado contribuye a la llamada “guerra de monedas” internacional que perjudica a economías emergentes de Latinoamérica, Asia y Europa.
A su vez, si los salarios no aumentan, la inflación golpearía a las familias, tal como señala The Economist esta semana .
Problema de años. Japón desde inicios de los noventa ha sido una economía deflacionaria (una baja general en el nivel de precios).
Economistas, como Paul Krugman, han definido la situación como una recesión de crecimiento, “la economía crece pero no lo suficientemente rápido para hacer uso del incremento en su capacidad”.
Luego de una crisis en los noventa, el Gobierno optó por bajar las tasas de interés casi a cero y lanzó un programa de inversión pública. No obstante, el déficit se empezó a ensanchar. Como resultado, la deuda pública como porcentaje del PIB alcanzó en 2012 un 236%; en Costa Rica esta cifra es de 50,4%.