Como los periodistas, los pulpos se defienden con la tinta. Los pulpos lanzan tinta cuando los acecha un tiburón, que equivale a un ministro del mar que exige una rectificación por alguna verdad ya publicada.
Aristóteles afirma que el pulpo arroja tinta por miedo ( Historia de los animales , 622a), pero le convino hablar así pues siempre estuvo más cerca de Alejandro Magno que de la libertad de prensa. Los reyes piensan que el poder cayó del cielo, y ellos también. Hoy debemos reconocer que los reyes no lo hacen mal, tal vez porque no hacen nada.
Sea como fuere, la ciencia ha demostrado que Aristóteles acertó en otros aspectos cuando trató del pulpo. Esto prueba que el Estagirita se adelantó a su tiempo: lo que exclamamos con admiración de alguien cuando adivina con la más suertuda de las irresponsabilidades.
Hablando ya de presagios, solo ahora, los pulpos se han dado a adivinar el futuro, algo siempre más difícil que adivinar el pasado. Adivinar el pasado es el arte de los políticos que nos explican por qué estamos hoy mal debido a lo que ellos no hicieron ayer, con la esperanza de que no nos demos cuenta.
El célebre Paul ha inaugurado el arte de la polipomancia: la adivinación mediante los pulpos, método que podría ahorrarnos el desmesurado costo de las elecciones si, hundidas en un acuario, pusiéramos cajas llenas de candidatos.
El naturalista Claudio Eliano (siglo II d. C.) se ocupó también de los cefalópodos en su Historia de los animales (antaño, el plagio de los libros se reducía a los títulos; hoy hemos avanzado mucho).
Eliano afirma que los pulpos se comen sus tentáculos cuando pasan hambre. Se ignora dónde consiguió Eliano este error, pero Aristóteles ya lo había refutado.
La ciencia nos demuestra que los pulpos son los más inteligentes de los seres invertebrados, así como algunas personas son los más inteligentes de los vertebrados.
La inteligencia, la capacidad para aprender y la sensibilidad del pulpo sugieren un inquietante paralelo: “Se parecen a nosotros, desnudos y vulnerables”, sostiene el periodista científico Eric Scicliano ( The Brain [ Discover ], abril, 2010).
Hace solamente 200 millones de años, aparecimos los cefalópodos y los mamíferos. Tal vez deberíamos amarnos un poco, como los inmigrantes que llegan juntos.