Está bien premiar los libros no ubicables; ahora solo falta crear la categoría de los libros desubicados. Los libros desubicados son los primos distraídos de los no ubicables, y en los estantes nunca saben dónde están parados. Los libros desubicados tienen el alma de inflación pues siempre andan por las nubes.
Los desubicados son los nerdos de la bibliografía: usan lentes enormes para leerse a sí mismos, pero nunca encuentran la página.
Los libros desubicados son como esos parientes que, el jueves, llegan a la cena del viernes porque se les olvidó la agenda donde se les olvidó anotar la cita.
En verdad, los libros desubicados no tienen defectos porque ya son el defecto, y añadirse algunos sería caer en la redundancia.
Los libros desubicados cultivan el arte del desatino; así, brindan en los velorios y, en la casa del ahorcado, informan de que en cierta ferretería venden sogas más baratas.
En el fondo, los libros desubicados no son malos, excepto cuando se los lee; por esto, sueltan impertinencias sin mala intención y parece que, cierto día, devolvieron la educación que recibieron.
A su vez, los libros no ubicables tienen más prestancia, más solera. Los temas que tratan son insólitos o salvan restos de otros libros, naufragados en un autor que se hundió en un mar de dudas.
¿Cómo clasificar Los pasos perdidos de André Breton? El título parece un clon- hacker contra un título de Alejo Carpentier, mas el de Breton se publicó antes (en 1924).
Los pasos perdidos son una mixtura de semblanzas y ensayos ubicados en un libro no ubicable. Un ensayo se titula “ Entrada de los mediums” , con un plural horrendo ya que mediums no es latín, francés, español ni nada: milita en el surrealismo de la ortografía.
André Breton cuenta las experiencias que vivió durante sesiones de espiritismo, en el que no creía pues –declara– niega toda comunicación entre los vivos y los muertos. Quien fue enfermero en la Gran Guerra había visto suficientes muertos vivos para no conservar la fe en imitaciones cualesquiera.
Breton narra los trances y los extraños despertares de los medium (o media si nos ponemos finos ), aparatosos y algo escénicos.
Distinto fue el caso de Hester Y., según nos cuenta el médico Oliver Sacks en su libro Despertares . Una tremenda dosis de dopamina artificial la despertó de su sueño de treinta años causado por un virus.
No le fue fácil: asaltos de paranoia la rodearon, y la pena de haber perdido su familia: su hija, psicótica; su hijo, psicópata, desquiciados por el sueño eterno de su madre.
Al fin, Hester nos conmueve; no se sana por completo, mas su resurrección onírica cura a sus hijos de la insania: milagro del amor con el que no soñaron ni los surrealistas.