Me estimulan las encuestas que salen de lo corriente –las opiniones sobre el Estado y la política– y le piden cuentas a la gente. En este sentido, la Cámara Costarricense-Norteamericana de Comercio (Amcham), al pedirle a Unimer una investigación sobre el contrabando de los ticos, consustancial con nuestra cultura, nos hizo un favor. Nos informó de que el problema somos también nosotros.
Se trata, en última instancia, de una denuncia contra la hipocresía y el cinismo. ¿No se pasan el tiempo los dirigentes de los gremios y una legión de profesionales atacando a los políticos y a los gobernantes, sin tener en cuenta que la mayor parte de ellos, según datos de la Contraloría General de la República, evaden el pago de los impuestos? ¿No estamos, acaso, saturados del escándalo de las incapacidades “regaladas” o corruptas que los gremios han visto con indiferencia y regocijo total, manantial de injusticia y causa relevante del desbarajuste de la CCSS y del déficit fiscal?
Pues bien, ahora esta encuesta de Amcham nos anuncia que el 53% de la población de la Gran Área Metropolitana (GAM), cerca del millón de personas, “compró bienes de contrabando o de origen ilícito en el último año”, siendo, además, que el 92% de la gente está convencida de que este es un negocio ilícito. “Sé que es una sinverguenzada”, pero lo hago. Quizá por esta doblez o fingimiento el contrabando existe, como reza un titular de este periódico, “porque a la gente le gusta ahorrar”' Solo un escaso número de encuestados reconoce que el contrabando va de la mano de “la corrupción que hay en el país”. No hay, pues, distinción entre lo bueno y lo malo. Así de simple.
Solo en destilados y vinos ingresan al país, según el gerente general de una empresa, “unas 100.000 cajas al año de contrabando, con lo cual el Fisco deja de percibir unos 15.000 millones de colones en impuestos”. Pero ¿qué digo? No es, acaso, el Depósito Libre de Golfito la gran escuela del contrabando en Costa Rica? ¿No lo ha sido desde su fundación? Y ¿dónde está el progreso de los cantones vecinos, razón del establecimiento de este depósito? Y ¿cómo justificar los grandes negocios en la frontera sur? ¿Qué control ejerce el Estado?
No hay tico que no sepa dónde comprar de contrabando. Aún más, hay empresas –familiares y no familiares– dedicadas, día y noche, a esta “labor social”, tan refinadas que transportan mercadería “por furgón entero, a la mitad o por partes”. Un día declaró un ministro de Seguridad Pública: “La mafia del contrabando es tan peligrosa y poderosa como la del narco”. En ella abundan los capos y los honorables delincuentes, grandes y pequeños, abastecedores de medio Costa Rica para que la gente “ahorre”.