Para alguien que ha estado acostumbrado a tener más de 2.000 carros de lujo a su disposición y a gastar cerca de $480.000 mensuales en lo que quisiera, su situación actual puede, perfectamente, rayar en la mendicidad.
Puede sonar exagerado, pero es verdad. Tras vivir los primeros 40 años de su vida a todo lujo, Haji Jefri Bolkiah ha tenido que bajar su ritmo de gastos para pagar una deuda que su propio hermano de sangre –el sultán de Brunei– le exigió saldar con ayuda de los tribunales londinenses.
Se deshizo de decenas de propiedades alrededor del mundo, de joyas, carros, yates y aeronaves. Por ahí se llegó a decir, en son de broma, que debía comenzar a “andar en bus”.
Para un cristiano común y corriente, el cambio casi no se notaría porque, viéndolo bien, la vida de Jefri sigue siendo la de un multimillonario. Sin embargo, para él, como ya verán, la caída desde la gloria, ha dado a su vida un giro de 180 grados.
Hace 12 años, la Revista Dominical hizo eco de lo que el mundo entero comentaba en los más exclusivos corrillos sociales.
Era el cotilleo del momento: Jefri, el hermano menor y el preferido del sultán de Brunei, se daba la gran vida desembolsando millones en una sola compra de diamantes, y gastando en orgías de lujo en ciudades como París, Nueva York o Londres.
Se llegó a decir, incluso, que si el sultán era capaz de gastar $25 millones en su fiesta para celebrar medio siglo de vida, Jefri le ganaba en opulencia y ostentación cuando de celebraciones se trataba. Y era cierto. No en vano se le conocía como el “príncipe playboy ” por sus excentricidades y despilfarros.
Pero sucedió que, un día, al tercer hombre más rico del mundo le dio por nombrar secretario de Finanzas a su hermano. Ahí se acabó la miel entre los dos.
Dicen que el playboy , papá de 18 y esposo de tres (sin contar a otras dos de las cuales se separó), malversó más de $19 millones en los 13 años que estuvo al mando de las Finanzas en el pequeño bastión petrolero (1986-1999). El monarca de Brunei no se cansó de decir –en tono evidentemente irónico– que su hermanito menor no podía sostener su ritmo de vida a menos que “se hubiera ganado la lotería o hubiera sido afortunado en los casinos”. Era una clara alusión a la posibilidad de la malversación de fondos del gobierno de Brunei.
Esta nación, rica en producción petrolífera, es un sultanato y se localiza en el sudeste asiático, cerca de Borneo. Su población no llega a los 400.000 habitantes.
El petróleo representa la mitad de su Producto Interno Bruto (PIB). Es, en consecuencia, uno de los países más ricos del mundo, con un PIB por persona de $33.000 en el 2005.
Acceder a la administración de estos recursos fue como ponerle la carne al gato. Según se supo después, Jefri no solo se dio sus gustos, sino que aparentemente pagó con fondos del sultanato los antojos de quienes se decían sus amigos más cercanos: alrededor de 45 personas.
El pleito se destapó apenas comenzando el nuevo milenio, cuando un tribunal ordenó a Jefri devolver propiedades y joyas, valoradas en millones de dólares. Aquello fue una bomba, pues Brunei tiene la costumbre de mantener en el más absoluto secreto cualquier información vinculada con sus finanzas.
No pasó mucho tiempo para que el sultán sacara de Brunei a su hermano, quien se alojó en Londres y desde ahí empezó a montar su estrategia para sacudirse la demanda, lo cual, a la postre, no consiguió.
Los primeros fueron cinco años de litigio, en el que se considera el caso legal más caro de la historia británica y del mundo.
Parte del pleito incluía, según el diario londinense The Times , el retraso de Jefri para devolver $5 millones pactados en un acuerdo extrajudicial en el año 2000.
Se dice que para saldar esa deuda, el antiguo playboy tuvo que rematar 400 faroles victorianos, dos Mercedes Benz, varios cientos de sillas Luis XIV y 16.000 toneladas de mármol italiano que conservaba en 21 bodegas.
También se subastaron piezas de arte de cristal Baccarat y de porcelana de Limoges, simuladores de vuelo de un Airbus A340, un helicóptero de ataque Comanche y un auto de Fórmula Uno, dos pianos de cola y hasta un estudio de grabación. Luego, y por orden judicial, Jefri se vio obligado a vender sus propiedades en Londres, Nueva York, Los Angeles, Singapur y París.
Aquella gloriosa vida
Jefri Bolkiah llegó a ser tan poderoso que, según publicó la Revista Dominical en marzo de 1999, era considerado por sus servidores más cercanos “mitad hombre, mitad dios”.
P.J. le llamaban sus amigos. Fue el hermano favorito de Hassanal Bolkiah, el sultán, durante muchos años. Hasta que estalló el conflicto por dinero.
En 1999, tenía tres esposas y cuatro hijos. Para el 2008, su prole sumaba 18 hijos, tres esposas y dos mujeres más de las que se había separado.
En sus mejores tiempos, su colección de riquezas incluía un castillo que, a finales de los años 90, estaba valorado en $13 millones, lo mismo que una propiedad estilo mediterráneo en Beverly Hills.
En su tremendo pulso legal, los hermanos ventearon mil veces sus respectivos trapos sucios. Fue así como también salió a relucir el excéntrico estilo de vida del sultán, cuyo palacio tiene 1.788 habitaciones y pasillos de mármol. Dentro de él, hay varias mezquitas construidas con minaretes dorados, columnas de mármol de Carrara y rótulos decorados con diamantes. Para 1993, su fortuna se calculaba en $38.000 millones.
Pero Jefri doblaba las excentricidades de su hermano mayor.
El diario digital El Economista , de España, lo describe así: “Tenía mansiones por medio mundo, una flota de 1.800 vehículos de lujo, 17 aviones privados, grandes cantidades de joyas, una colección de pintura de artistas de la talla de Manet, Renoir y Picasso y varios yates, incluido uno de 60 metros de eslora al que, sin complejos, bautizó como Tetas . Según el sumario, gastó $900 millones en joyas y otros $475 millones solo en Rolls Royce”.
Jefri no solo fue secretario de Finanzas. También se desempeñó como presidente del fondo de inversión soberano Brunei Investment Agency y del conglomerado Amadeo.
“Ello le daba acceso ilimitado a unos fondos públicos fabulosos, pues, por aquellos años, el país producía 163.000 barriles de petróleo al día”, menciona El Economista.
De las últimas publicaciones sobre la situación actual de Jefri, trasciende la necesidad del príncipe de cubrir los gastos mensuales. Entre ellos, la manutención de su numerosa prole.
“Solo quiero disponer de suficiente como para salir adelante y cuidar de mis hijos”, dijo alguna vez el príncipe –hoy de 57 años– a The Wall Street Journal .