Bocas del Rincon Poblano en Tibás. Este es un Chifrijo, compuesto con carne chicharron de cerdo, frijolitos blancos, tomate arreglado. Carlos Len/LN.
Es noche de viernes y la misma escena se repite en cientos de bares: varios grupos de amigos beben alrededor de una mesa repleta de
Sin duda, son tentadoras y fieles compañeras de tragos, pero también son cómplices de los peores males que actualmente afectan a los costarricenses, entre ellos el cáncer y las enfermedades cardiovasculares, que figuran entre las principales causas de muerte en el país. Y es que las bocas fritas son ricas... sí, muy ricas en grasas trans.
“Ese tipo de grasas tienen efecto en las células del intestino grueso, de tal forma que las alteran y pueden llevarlas a desarrollar un cáncer. Además, se acumulan en las arterias –dañándolas y lesionando las venas y el corazón– y en el hígado, donde producen enfermedades como la hepatitis no alcohólica”, explica Mauricio González, cirujano oncólogo del Centro de Detección Temprana de Cáncer Gástrico del Hospital Dr. Max Peralta, en Cartago.
Las grasas trans elevan el riesgo de padecer diferentes tipos de cáncer del tubo digestivo –principalmente, el de colon–, gastritis, colitis, inflamación del estómago, reflujo gastroesofágico, sobrepeso y otros males. Cuanto más se consuman, mayor es el riesgo, lo cual representa una amenaza para aquellos que se dejan seducir por las “boquitas” muy seguido.
Regresemos a la noche de viernes en el bar: muchos de los comensales son adultos jóvenes que vienen una o dos veces, todas las semanas.
Generalmente, llegan después de las 8 p. m., cuando ya el cuerpo requiere un descanso después de haber digerido el desayuno, el almuerzo, varias dosis de café con repostería y algún dulce; pero, antes de ir a dormir, recibe una “bomba” de grasa, acompañada de alcohol u otras bebidas con alto contenido calórico.
La escena reúne todos los elementos para un mal desenlace en el mediano o largo plazo, especialmente si este festín se combina con sedentarismo, tabaco y un estilo de vida poco saludable.
“Los jóvenes no saben que este tipo de alimentos los hace propensos a aumentar progresivamente de peso, en especial incrementan la grasa abdominal y el depósito de grasa en el hígado, y así aumenta la resistencia a la insulina y el riesgo de desarrollar diabetes
“El depósito de grasa en las paredes de las arterias se inicia desde los primeros años de la vida y es un fenómeno progresivo que puede llevar a infarto del miocardio, derrames cerebrales y otros problemas”, añade.
Al sumar el efecto negativo de las frituras con el del alcohol, se potencia su impacto en las arterias y en el hígado, elevando el riesgo de padecer una o varias de las enfermedades mencionadas. Aquí no hay pretexto que valga, pues, según González, no es cierto que comer bocas ayuda a disminuir los efectos del alcohol; simplemente favorecen un retraso en su absorción.
El nutricionista Mauricio Quesada explica que el potencial dañino de las frituras se eleva por dos factores: en muchos bares, se preparan los alimentos con aceite que es reutilizado y, al exponerse al calor una y otra vez, libera sustancias tóxicas para el organismo. Además, para que su sabor sea más atractivo, a ciertas bocas se les añade picante y condimentos que son altamente irritantes.
Según Quesada, ciertas bocas pueden aportar hasta 500 calorías a la dieta diaria, cantidad que resulta excesiva y altera el metabolismo, al consumirse de noche. Su alto contenido de grasa favorece los trastornos relacionados con el colesterol y los triglicéridos. Definitivamente, no es una dieta recomendable para aquellos que desean bajar de peso como propósito de año nuevo.
Acidez, gases, dolor de estómago, cólico, jaqueca, diarrea o estreñimiento y, a veces, insomnio o ansiedad. Es, entonces, cuando muchos acuden a los antiácidos u otros medicamentos.
Sin embargo, estos productos deben utilizarse con medida, pues su consumo crónico puede inflamar el estómago y favorecer la aparición de gastritis aguda o úlcera gástrica, según lo advierte el médico Mauricio González.
Además, el uso constante de estos medicamentos puede enmascarar alguna enfermedad importante. Por ello, si los síntomas persisten, es recomendable acudir a un médico.
“Los síntomas de enfermedades malignas del tracto digestivo son muy inespecíficos, de modo que las personas con dolor abdominal crónico –sobre todo después de las comidas–, que sufran problemas de gases luego de comer, con diarrea crónica o que repite a menudo, o que perciban cambios en el color o la forma de las heces, deben consultar al médico”, advierte González.
No solo los clientes frecuentes de los bares presentan síntomas después de saborear esas “boquitas”. Es posible que sufran más aquellas personas que no están acostumbradas a estos alimentos y “se den permiso” de vez en cuando.
“Si una persona lleva un estilo de vida saludable, come adecuadamente, no tiene sobrepeso y hace ejercicio al menos 30 minutos diarios, uno pensaría que podría darse este tipo de licencias los fines de semana.
“Sin embargo, debido a su estilo de vida, es muy probable que sienta más agudamente los síntomas relacionados con el consumo de estas grasas, pues su cuerpo no está acostumbrado a ese maltrato”, agregó González.
La endocrinóloga Sonia Cerdas advierte que ciertos pacientes sí deberían renunciar por completo a las frituras, como quienes padecen de diabetes, obesidad, trastornos de los triglicéridos y colesterol, o quienes ya han tenido una complicación cardiovascular.
El resto de la gente podrá caer en la tentación muy de vez en cuando, pero se recomienda evitar el exceso y llevar un estilo de vida saludable. “Todo con medida”, aconseja Cerdas.