Cuando Nicanor Parra se refiere a su infancia, el poeta y antipoeta chileno alude a su afición por el futbol. Él menciona que “la verdadera verdad de las cosas / es que nosotros éramos gente de acción / a nuestros ojos el mundo se reducía / al tamaño de una pelota de fútbol / y patearla era nuestro delirio ['] / ése era nuestro mundo”. Esta afinidad por el deporte es un reflejo de cómo nuestros barrios han servido para que niños, niñas y jóvenes jueguen y se ejerciten.
Desde los grandes coliseos hasta las canchas de barrios, tales espacios desempeñan un papel clave en la sociedad pues impulsan el espíritu colectivo, fomentan la sana competitividad deportiva, aportan a mejorar la salud individual y provocan la cohesión social. Al fin y al cabo, los espacios deportivos consolidan la celebración de la vida.
Espíritu colectivo. Las canchas avivan el “colectivismo” pues elevan el espíritu de competitividad y fortalecen las relaciones entre los ciudadanos. Para lograrlo, algunas obras han mezclado espacios que las fomentan, como en el Basket Bar (Utrech, Holanda) de NL Architects.
Esa obra, de pequeño formato, incluye una cafetería en la planta baja y una cancha de básquet en la planta alta. Este nivel superior es una sobria “caja metálica” que se interrelaciona con la cafetería por medio de una transparencia en el entrepiso, ubicada en el círculo central de la cancha.
La idea de colocar campos deportivos dentro de los edificios había sido aplicada años atrás por la arquitecta brasileña Lina Bo Bardi cuando proyectó el SESC Fábrica Pompéia (São Paulo, 1986). Según la autora, esta obra es una “ciudadela cultural”: un conjunto comunitario para el ocio, la cultura y el deporte.
Aquel conjunto contiene espacios deportivos y reutiliza una antigua fábrica. Este ejemplo extraordinario podría inspirar actuaciones en Costa Rica, como en las instalaciones de la antigua cooperativa Dos Pinos, del barrio Luján, en San José.
La idea de introducir áreas deportivas en los edificios se ha aplicado también en la Escuela Telêmaco Melges, de UNA Arquitetos (Campinas, Brasil, 2004). Esta obra es de gran valor tanto por la ubicación estratégica de la cancha como por su economía constructiva, estética racional y adaptación al contexto.
Salud social. A pesar de que el deporte equilibra la salud, seis de cada diez costarricenses evitan ejercitarse regularmente, según indica un artículo de Irene Rodríguez ( La Nación , 14/11/2011). Esto podría revertirse si se destinasen fondos a construir y mejorar las canchas deportivas.
Aparte del beneficio individual, el ejercicio físico realizado en el espacio público genera “salud social” e inspira a los futuros deportistas que competirán en las justas de primer nivel. Todo ello se ha comprendido en algunos países, de modo que se invierten fondos en obras deportivas de barrios, como los campos de Favela-Bairro (Brasil) y de la Casa Comunal (Caracas, 2000).
El proyecto Favela-Bairro, de Jorge Mario Jáuregui, incluye espacios deportivos que, a manera de “acupunturas urbanas”, regeneran sectores de las favelas (barrios muy pobres). Estas son intervenidas respetando el “tejido urbano” y el uso del suelo, informal, pero ya consolidado.
La Casa Comunal, de Matías & Mateo Pintó, se ubica en el barrio de San Miguel de La Vega, un sector marginal de Caracas. La Casa consiste en un volumen rectangular de cuatro pisos con usos múltiples y con una atinada adaptación a la topografía.
Hermanas mayores. Cabe mirar ciudades que son “hermanas mayores” de las urbes costarricenses ya que están provistas de similitudes topográficas y climáticas. Las “mayores” han experimentado una regeneración urbana, como es el caso de Medellín. Esta ciudad colombiana ha contado con la visión del alcalde Sergio Fajardo y de arquitectos que, con calidad y entusiasmo, han creado proyectos utilizados diariamente por infinidad de personas.
Allá se organizaron los IX Juegos Suramericanos Medellín 2010 y se construyeron los Escenarios Deportivos, obra de Giancarlo Mazzanti y Felipe Mesa (Medellín, 2010). Este proyecto se diseñó en franjas; revela la intensidad deportiva de sus interiores y permite una iluminación y una ventilación sobresalientes. La obra recuerda el “sistema de franjas” utilizado por Rem Koolhaas en su propuesta para el parque La Villette (París).
Hoy, San José cuenta con la maravillosa oportunidad de celebrar los Juegos Centroamericanos de marzo del 2013 y podría considerar la experiencia colombiana.
Competitividad urbana. Las ciudades aprovechan la organización de encuentros deportivos (mundiales, juegos olímpicos o juegos regionales) para realizar deporte de alto nivel y para edificar obras de calidad, como el Palacio de los Deportes, el Palau Sant Jordi y el Gimnasio San Cristóbal, como veremos.
El Palacio de los Deportes se levantó para los Juegos Olímpicos de México de 1968. Es obra de Félix Candela, Antonio Peyri y Enrique Castañeda, y se inspira en el Palacio de los Deportes de Roma, de Pier Luigi Nervi. En el proyecto mexicano sobresale la cubierta geodésica de cobre, apoyada sin emplear columnas.
La Villa Olímpica de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 es un conjunto donde se erigió el Palau Sant Jordi (Arata Isozaki, 1990). La villa presenta una cubierta ondulante que alberga un espacio interno adaptable a múltiples usos.
Por su parte, el Gimnasio San Cristóbal, de Jorge Rigamonti (Táchira, Venezuela), cuenta con una estructura metálica que permite la ventilación cruzada en el recinto y contiene abundantes jardines en su perímetro.
Gran momento. Nuestra ciudad capital vive un momento único pues debe definirse si será una ciudad favorable al espacio público, y también cuántos equipamientos urbanos y deportivos se construirán o mejorarán. Asimismo, debe apoyarse la creación de espacios deportivos, pese a las dificultades económicas que se afronten.
En San José ya hay obras que son focos de desarrollo del deporte, como los polideportivos y las canchas de futbol ubicadas en diversos lugares del país.
Aún así, los barrios podrían revisar si cuentan con campos abiertos (sin rejas), bien iluminados (esto prolonga el horario de uso y la seguridad) y que fomenten los usos múltiples.
En los distritos también resulta oportuno revisar si, como mínimo, hay una cancha bajo techo, provista de iluminación artificial y accesible para toda la comunidad. Asimismo, debe incluir zonas de estar y pequeños comercios adjuntos.
Las canchas deben servir para deportes que gusten a las mujeres, y no solo para el futbol, juego mayoritariamente practicado por hombres. Paralelamente, podría considerarse la inversión privada en la creación de canchas en segundos niveles sobre los estacionamientos (por ejemplo, en los centros comerciales). Esto techaría los estacionamientos y beneficiaría la salud de la comunidad.
La proyección de campos deportivos de diversas escalas es un empeño que contribuye a la salud pública e individual, algo que las generaciones actuales y futuras podrán celebrar. Todo esto resulta un ejercicio urbano integral e indispensable.