“Olena nace en San José, Costa Rica. Inhala el dolor que lleva en el alma su abuelo Samuel. Crece en la casa señorial de Barrio Amón, donde las calles elásticas se tuercen, se doblan, se entrometen con las buganvilias, donde las casonas estilo francés caen rendidas a los pies de un sol tropical y rosas blancas de jardín… Esta niña llega a ser Olena. Olena camina como un poema. De piernas sabor vainilla, su cabello rubio canta a capella mientras se columpia con la brisa; mira el mundo a través del verde escarchado de sus ojos. Sus deseos más inasibles llegan a ser realidad. A sus manos regresan las pinturas que siempre fueron suyas: The Golden Cloak de Emilie Weinberg, Enigma de George Apperly, Lady Lavery in Black de Francis Cadell y Cliffs, Cragsmoor de Charles Courtney Curran. Su abuelo, desde el Más Allá, impulsó y orquestó la recuperación de las pinturas que un día le fueron arrebatadas igual que su vida, como él la conocía, le fue arrebatada también. Olena es una galerista versátil, ladrona, enredada en un waltz de nazis, amores y crimen”.
Así presenta Ofelia Deschamps Ortega su primera novela: Olena.
Normalmente las creaciones artísticas, en el momento en que toman vida, se independizan de sus creadores. Por eso, al analizarlas, hay que alejarse, en lo posible, del autor. En este caso, la novela, sin ser autobiográfica, tiene mucho de Ofelia.
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'Olena' es la primera novela de la escritora Ofelia Deschamps. (Cortesía)
Ofelia Deschamps nació en Costa Rica porque su madre, primeriza, buscó la ayuda de sus padres en esa experiencia vital. Cuando estudiaba en los EE.UU., se casó con un médico mexicano de origen francés, de ahí el apellido Deschamps. Ofelia lleva el nombre de su madre y de su abuela, la famosa Ofelia Corrales Jiménez, llamada la “Médium de los Tinoco”. Al Dr. Deschamps lo enviaron a una misión a África y los abuelos, temerosos por el bienestar de la recién nacida, decidieron que se quedara con ellos por un tiempo. A los 4 años Ofelia se fue a México con sus padres y, luego, a Nueva Orleans donde hizo sus estudios escolares y colegiales. Su lengua pasó, entonces, a ser el inglés. Muy joven se casó en esa ciudad sureña llena de blues y jazz. Al morir la abuela, vino donde había pasado sus primeros años; esa casa es actualmente el Centro Español, en el Farolito de barrio Escalante. El destino la trajo nuevamente a Costa Rica y aquí ha vivido, desde entonces, con su segundo esposo e hijos.
Conocí a Ofelia hace varios años en un sitio donde ella hacía yoga y yo, taichí. Ese encuentro fue guiado, esotéricamente, por doña Ofelia Corrales. Desde entonces somos amigas. Aunque diferentes en aspectos como su desbordante imaginación y mi sentido más práctico de la vida, compartimos muchos intereses: el baile, el cine, la literatura y la escritura. Más adelante, Ofelia me confió la revisión de su primera novela: Olena.
La estructura y la narración se relacionan con el cine. Al leerla, se tiene la impresión de estar viendo una película; tiene primeros planos (close ups) y muchas regresiones en el tiempo. El uso de los verbos en tiempo presente ayuda a dar esa sensación. La misma autora lo dice: “Los flash backs se le asoman a la mente como una película pasando cortos”.
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Las partes en que se divide la obra tienen que ver con algo visual: pinturas de principios del siglo XX. La cámara se enfoca en el cuadro y, a partir de ahí, se explica cómo Olena logra obtenerlo. Al finalizar cada parte, la cámara se desplaza a un momento de la vida del pintor para informar, como en un cuadro dentro de otro, el origen de esa pintura en particular. Esa escena no representa algo histórico del pintor; es cómo Ofelia imagina que pudo haber sucedido. Es algo novedoso en la construcción de la novela.
Cada una de las partes inicia con una pintura, en vez de un epígrafe. Además, el juego del tiempo es muy interesante, pues algunas están en el presente y otras, como flash backs, en el pasado. En cuanto a los personajes, considero que esta es una novela feminista. Los relevantes son las mujeres; los hombres están ahí como contrapunto o ayuda y no son verdaderamente importantes. El abuelo de Olena, Samuel, es el motor que la impulsa pero solo eso; Picasso, Jorge, Fabián, Umberto, el señor Ortega, el japonés Watanabe y el embajador Velarde ayudan de diversas maneras. Los personajes femeninos son, para mí, los más interesantes y mejor caracterizados: Olena y Penélope, Normita, Cándida, Inma, Ruth, Eleonora, Lilly… La comprensión de las mujeres y de su psicología es especial en la obra; me encantan Cándida e Inma. Este es el hipocorístico de Inmaculada; su nombre completo es Inés de la Inmaculada Concepción Reyes, nombre que me hizo recordar los usados por García Márquez, como el de Sierva María de todos los Ángeles, en El amor y otros demonios.
Cuando se ve obligada a dañar a una mujer, Olena trata de compensar esa acción; dice, refiriéndose a Inma: “Humillar a una mujer no es su estilo”. Como ya le había quitado el esposo, robarle su pintura sería una doble humillación; así que decide devolvérselo.
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La historia se desarrolla a partir de diferentes cuadros en una galería. (Cortesía )
Los hombres que la rodean están a su servicio; Olena los manipula para obtener sus propósitos. De ellos, Picasso, su antagonista, logra interesarla porque, de alguna manera, se le parece: audaz, guapo, viajero, sofisticado y ladrón, aunque Olena disfrace el placer que le da apropiarse de pinturas ajenas con el argumento de recuperarlas, porque habían sido de su familia. Picasso, más que apellido, es un apodo; este Picasso, aunque doctor en Historia del Arte, no pinta sino roba pinturas, para clientes millonarios y excéntricos. Olena tiene simpatía también por Umberto, por su parecido con ella en cuanto al disfrute de la vida y de hacer lo que se le antoja, a cualquier precio. Nunca se sabe quién fue el padre de Olena y tampoco hay referencia al ex marido y padre de sus hijos.
La forma de hablar y ciertas actitudes caracterizan a los personajes de manera natural. Por ejemplo, los costarricenses hablan de “vos” y los extranjeros de “tú”; la clase social a la que pertenecen está muy bien lograda. El empleo de dialectalismos ayuda también; así, el español Jorge dice “ordenador” (computadora) y “callos a la madrileña” (mondongo) y Penélope, la colombiana, habla de “rumbear” y de “bacán”. Algo interesante de los personajes es que solo se conocen sus nombres de pila; unos pocos presentan el apellido. El abuelo de Olena era un judío francés llamado Samuel.
Podría pensarse que Olena es Ofelia, por el parecido en los nombres; no es así. Sin embargo, conociéndola, Ofelia, la autora, podría parecerse a Olena, la protagonista, en aspectos exteriores y gustos: forma de vestir, maquillaje, agrado por el vino, la buena comida y los autos lujosos, viajes y hoteles. Siempre hay algo de nosotros en lo que escribimos. Ofelia utiliza los nombres de conocidos suyos para sus personajes, pero hasta ahí llega la semejanza; ninguno actúa o se parece a la persona real.
En cuanto a su estilo, es notoria la repetición de los nombres propios en vez de usar los pronombres o de omitirlos, aunque el personaje esté plenamente identificado; esto podría ser por influencia del inglés, lengua en la que el pronombre sujeto es obligatorio. La autora hizo sus estudios en EE.UU.; la aparición en el texto de palabras en inglés y en francés se explica, también, por haber crecido en Nueva Orleans.
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'Olena' no está dividido en capítulos, sino en partes. En total son cinco partes. (Cortesía)
Es novedoso en Olena el recurso de usar cartas, en vez de narración, utilizado en la quinta parte, para enterarnos de lo sucedido.
Hay referencias a cantantes, actores y películas. Se nombra a Alejandro Fernández, cantante mexicano de baladas, a Wisin y Yandel, de reguetón, a Sean Connery, el famoso Agente 007, a Rita Hayworth en Gilda, a Brigitte Bardot, Simone Signoret y películas francesas de guerra; el nombre de la gata de Inma es J. Lo., por Jennifer López, la actriz y cantante, y se recuerda la telenovela Pecados del corazón y los filmes Partners in Crime y The Accidental Tourist.
Encontramos, para ambientar, referencias a la cultura popular costarricense: la olla de carne, un turno y lugares emblemáticos de San José como Barrio Amón, Mercado Central, Museo de Arte Costarricense, Biblioteca Nacional y Embajada de México.
Llaman la atención las personificaciones en el texto: “El cuadro no dijo palabra; se quedó ahí sentado, sobre la banca”, “La banca le cuenta todos los movimientos de la casa” y “Picasso abre más espacio para que la mañana acomode su luminoso vestido”. Hay sinestesias (uso de las percepciones de un sentido como si fueran de otro): “El dormitorio, sabor albaricoque, entra en una cierta calma”.
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Ofelia Deschamps es una escritora que nació en Costa Rica y estudió en Estados Unidos. (Eugenio Garcia tel:(506)22280070)
También se dan aspectos esotéricos, normales en Ofelia y probablemente heredados de su abuela materna, como: “El abuelo judío, Samuel, viene a cepillarle el pelo a Olena desde el Más Allá” y se le presenta en un sueño para decirle que todavía no es su tiempo de desencarnar.
En cuanto a la estructura, la novela tiene un Prólogo y está dividida, no en capítulos, sino en cinco partes, como si fuera una película. La primera sucede en el presente, con Olena adulta, en San José de Costa Rica. Conocemos a su pareja actual, el español Jorge; también a Picasso, ladrón internacional de obras de arte, y a Fabián, ayudante de Olena en falsificar pinturas; aquí el lector se entera de la motivación Olena para robar. Hay una exposición de pintura, en Escazú, y la presentación de una novela, en el Salón Dorado del Museo de Arte Costarricense; se da el robo, más bien sustitución, de una pintura de Weinberg por una falsa hecha por Fabián.
La segunda parte transcurre en el pasado y Olena no ha nacido aún. Los protagonistas son los judíos Ruth y Samuel, madre y abuelo de Olena. Ruth es apenas una colegiala. El otro personaje importante es el español dueño de la Cervecería Ortega, pasaje inspirado en el esposo de Ofelia Corrales y abuelo materno de la autora. La pintura robada es Enigma, la que aparece en la portada del libro.
En la tercera parte, se regresa al presente. Aparecen Cándida, la empleada de Olena, sus hijos Elías y Mónica, Jorge e Inma, su ex esposa. Aquí Olena pretende ser una colombiana para robarle a Inma una pintura de Francis Cadell; sucede en Costa Rica y en España. La cuarta parte transcurre en el pasado, con Olena como una niña de doce años y Ruth y Samuel; además, el embajador Velarde, de México, el japonés Watanabe, experto en caligrafía, y Roskin, especialista de un museo de los EE.UU. La pintura que Olena recupera es de Charles Curran.
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Olena es una galerista versátil, ladrona, enredada en un waltz de nazis, amores y crimen. (Cortesía)
Finalmente, en la quinta parte, se vuelve al presente, como para cerrar un círculo. Su hija Mónica se involucra sentimentalmente con un descendiente del músico alemán Richard Wagner. Olena se reencuentra con Picasso, en Viena, y Normita, su asistente, conoce al millonario Magrini, fanático de la ópera. No se planea el robo de una pintura sino del traje usado por Tristán, en el estreno de la ópera Tristán e Isolda, en 1865. La trama sucede en Costa Rica y en Alemania. No voy a narrar el Epílogo para que se sientan curiosos por leer la novela; espero, eso sí, haberlos interesado en ella.
Le agradezco a Ofelia el darme a conocer el arte de esos pintores sajones; sus cuadros son exquisitos. Los invito a buscarlos, en la Red. Una felicitación a la Editorial Edinexo por lo prolijo de su edición.
Para pedidos: teléfono 8483-6302.