Ganador de premio nacional de novela regresa con relatos sobre la terrible belleza de los amores imposibles

En ‘Gloria al amor sombrío’, el escritor Byron Salas entrega una colección de “habitantes de la nada, en el limbo que divide el paisaje de la ruina y el de la abundancia”

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Byron Salas (Costa Rica, 2003) irrumpió en el panorama literario costarricense con su extraordinaria novela Mercurio en primavera, publicada por primera vez en 2017. Ya en esa obra se leía la marca doble de una literatura que en Gloria al amor sombrío (Encino Ediciones, 2019) ha encontrado una forma única de expresión en nuestras letras contemporáneas: un culto a la terrible belleza de los amores imposibles y un estilo en el que se reconoce el cruce de múltiples influencias literarias que en este, su primer libro de relatos, forma un mosaico en el que la expresión “indirecta” (apelativo que posibilita hablar de ciertas literaturas difíciles) y la anécdota vívidamente trazada van alternando su presencia en largos párrafos elaborados con la factura preciosista de un autor en el que leemos lo mejor del estilista y del contador natural de historias.

Elementos naturales

En uno de los relatos de este libro, entre el estrépito de una balacera soñada o vivida o adivinada o anhelada (no lo sabemos, el relato es una bruma de tiempos y espacios), aparecen unas abejas que sobrevuelan alrededor de un ramo de flores, pero no un ramo de flores cualquiera, sino el que acompaña un cuerpo metido en un féretro, camino al cementerio que lo albergará para el resto de las horas del mundo. Y aquí aparece uno de los elementos con los que Salas construye las historias de este libro: los terribles insectos; podría hacerse una historia de la entomología fúnebre con las páginas de este relato, uniéndolas a las moscas y a las abuelitas que aparecen en los patios mojados de los parajes violentos que Byron dibuja en otros cuentos, para crear un mundo rural en el que esos artrópodos representan la podredumbre, la violencia, el abuso.

No todo es un mundo insectario: hay terrenos quemados, terrenos abandonados y, sobre todo, terrenos anegados por ese elemento natural tan prominente en este libro de relatos: el agua. En estas narraciones, esa todopoderosa y vital molécula es símbolo perenne, amenaza constante, fuerza incontrolable. El agua es la llegada al territorio misterioso de lo desconocido: “Entonces me topé con el mundo frío y con la soledad más acuosa, igualmente fría, con la constatación muy metálica y pútrida de que él no estaba, no podía estar”, relata el narrador emigrado de Amor. De hecho, el subtítulo de este cuento central –gozne que une las dos grandes puertas que son la primera y la tercera parte del volumen– es Un cuento lluvioso. El agua, de esa forma, es el material que amarra estos trece relatos temibles, ya sea como lluvia perenne que acentúa los colores y la desviación de las luces de los raquíticos alumbrados públicos, ya como río crecido que arrastra los cuerpos de los seres amados, o como agua sobre la que se navega o a la cual se emigra en los pueblos costeros.

En este libro incluso el zacate estrella, dejado a su suerte en terrenos dilapidados de la infancia, es una fuerza oculta que, cuando intentamos arrancarla, nos da pedazos de una tierra podrida: “Se iba expandiendo por el patio siempre, a toda hora, bajo sol o lluvia, con luz o sin ella, estrangulando siembros y monte por igual. Invadía todo, se aferraba a las cosas…” Leemos, pues, el dictum de una de las más brillantes novelas de Max Jiménez en muchos de estos pasajes de Salas: “El poder del paisaje es terrible.”

Claves de lectura

La clave de ciertos relatos es el cuento de terror, pero no es el terror por el terror (la gratuidad de lo espantoso, digamos), es el horror porque el mundo es despiadado, y la muerte y el abuso, la insolencia de las violaciones engendran monstruos, “chiquitos con dientes de perro”, por citar uno de entre ese catálogo que, como en los insectos que vuelan o que mueren o que atragantan gallinas en los predios atenienses, refulgen a la manera de apariciones que funcionan como puntos de inflexión en cuentos en los que ya no es posible experimentar mayores profundidades de un mal que corta las carnes con sus cuchillos de odio. O como aquel bicho cavernario, flaco, putrefacto, de “brazos cubiertos de pelo que le tocaban casi las rodillas y su mandíbula simiesca, prominente, y sus genitales colgando entre las delgadas piernas”, una suerte de chupacabras con el que los niños atrapados evaden su realidad de poder impuesto por la figura del padre que todo lo aplasta, el todopoderoso violador que todo lo entenebrece.

En este catálogo de monstruos es posible detectar la influencia (confesada, además) de maestros contemporáneos del terror como Stephen King, un hábil hilvanador de historias que exigen siempre una lectura sostenida a la espera del golpe de efecto horripilante de los finales; pero, sobre todo, los cuentos de Gloria al amor sombrío son una elaboración a partir de las densas y misteriosas prosas de Armonía Somers y Marosa di Giorgio, autoras de un calibre estilístico inimitable que Salas ha conseguido, con un talento único, imbricar a la anécdota violenta de sus cuentos: logra, así, la densidad del estilo y la legibilidad del relato del que rogamos conocer el desenlace.

Coda amorosa

Borges, refiriéndose a Bradbury, pero también a Poe, escribió: “Toda literatura es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo ‘fantástico’, o a lo ‘real’, a Macbeth o a Raskolnikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte.” Y si Borges leyera a Byron, diría algo como “o que recurra a los monstruos que habitan la ruralidad verde de una Mesoamérica poblada de fantasmas, de predios cuyas lindes tocan quebradas que se han tornado ríos de caudales achocolatados de cuerpos que flotan y de hermanos desaparecidos por la fuerza de las violencias intrafamiliares”.

Es indiferente que estos cuentos sean hiperbólicos, fantásticos, góticos, de terror (o cualquier otra etiqueta taxonómica mucho más útil en ciencias biológicas que en apreciación literaria), porque lo que en ellos se narra (sí, historias de amores violentos en casi todos ellos) Byron lo densifica más allá del terreno de la anécdota, para entregarnos un libro de “habitantes de la nada, en el limbo que divide el paisaje de la ruina y el de la abundancia”. Estamos, pues, ante una superficie que nos devuelve un reflejo que juzgamos inexistente en nuestra tierra de buenas gentes; un reflejo que nos desnuda, que nos delata y nos relata, un reflejo de un azogue infernal que nos recuerda que la comunión entre cuerpos solo es posible si se rompen al paso nuestras almas. Y en los cuentos de Byron no hay espacio para las almas no tocadas por ese “cascarón vacío que fue siempre el Amor.”

Acerca del libro

Título: Gloria al amor sombrío

Autor: Byron Salas

Sello: Encino Ediciones

Páginas: 210

Tamaño: 14x21 cm

Género: cuento

Precio: ¢10.000

De venta exclusiva en la Librería Internacional