León Trotski, a ochenta años de su asesinato en México

Tras varios años de atentados y acechanzas, el exlíder soviético León Trotski no pudo eludir más a la muerte, la cual lo alcanzó de modo macabro por medio de un inusual instrumento deportivo.

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“Al tomar rumbo a su destino final, lo único que diría a un amigo y correligionario serían están sencillas palabras: voy a ver a mi amigo de Coyoacán”.

Tan significativa frase fue plasmada en 1965 por el escritor costarricense Francisco Marín C. en su obra Los asesinatos políticos, para describir los momentos previos que vivió el homicida del ideólogo bolchevique León Trotski antes de perpetrar su muerte en la localidad mexicana de Coyoacán.

Así, al cumplirse ocho décadas de aquel hecho, resulta indubitable que los entreveros y logística de dicha ejecución no fueron producto de lo fortuito, sino el resultado de una meticulosa planeación, sagacidad y cálculo.

México: asilo anhelado

Tras la muerte de Vladimir Lenin en 1924, la autoridad superior de la entonces Unión Soviética se dio entre sus dos lugartenientes: Iósif Stalin y Lyev Trotski. Lucha culminada en 1927 cuando Stalin se impuso, por lo que Trotski se asiló en Turquía y Suecia, sufriendo varios atentados en años posteriores.

Para 1936 y después de negársele refugio en varios países, el afamado pintor mexicano Diego Rivera gestionó ante el Presidente de su país, Gral. Lázaro Cárdenas, el recibimiento de Trotski en México, lo cual fue concedido. En enero de 1937, tanto el ideólogo comunista como su esposa Natalia Sedova arribaron al puerto de Tampico, siendo recibidos por la esposa de Rivera, la célebre pintora Frida Kahlo, con quien viajaron por ferrocarril a Ciudad de México.

Ya en la capital mexicana, Trotski y Sedova se hospedaron en la Casa Azul (actual museo Frida Kahlo) ubicada en la calle Londres de la ciudad de Coyoacán. Sin embargo, en 1939 se mudaron a otro hogar en la calle Viena de esa misma localidad debido a dos causas: Kahlo y Trotski habían incurrido en un breve romance y Rivera había roto su afinidad política con el asilado soviético (Herrera, Hayden, Frida, 1983).

Ahora bien, siempre con el fin de matar a Trotski, Stalin encargó dicha acción (1938) a dos de los personajes más siniestros de su régimen: Lavrenti Beria (director del NKVD o Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) y Pavel Sudoplatov (jefe de Operaciones Especiales). Ambos delegaron dicho homicidio en Nahum Eitingon (comandante de la NKVD en España).

Al respecto, Eitingon urdió la Operación Utka (pato), involucrando en ello a su amante Caridad del Río H. (militante de la NKVD) y al hijo de ella, un joven barcelonés llamado Jaime Ramón Mercader del Río (nacido en 1913).

Sigilo y perseverancia

El primer paso de la Operación Utka era infiltrarse en el círculo de confianza de Trotski. Para ello, Mercader viajó a París en 1938 y enamoró a la señorita Sylvia Ageloff (mensajera de Trotski), presentándosele como el periodista belga Jacques Mornard. Al poco tiempo comenzaron un noviazgo, luego de lo cual Ageloff viajó a Nueva York (1939).

A mediados de 1939 Mercader/Mornard viajó también a Estados Unidos y se reencontró con Ageloff, momento en que el español le dijo que utilizaba ahora el nombre de Frank Jackson para evitar su llamado al ejército belga en la Segunda Guerra Mundial. Falsedad inocentemente creída por Ageloff.

Para octubre de 1939 Mercader/Mornard/Jackson viajó a Ciudad de México con Ageloff, planteándole a ésta su deseo de conocer a Trotski por la supuesta admiración que le tenía. En efecto, el contacto aconteció, siendo luego recibido con periodicidad en la casa de la calle Viena. Eso sí, siempre requisado por los guardaespaldas de dicho hogar, quienes con el paso del tiempo fueron relajando sus revisiones al convertirse el español en un asiduo visitante.

Ya para la madrugada del 24 de mayo de 1940 ocurrió algo inesperado. Veinte individuos atacaron la casa de Trotski y percutieron múltiples disparos contra su cama, mas él y su esposa salieron ilesos tras refugiarse detrás de un muro. Tras las investigaciones se descubrió que entre los agresores estaba el conocido pintor mexicano David Alfaro Siqueiros.

La consumación

Hacia las 5 p. m. del 20 de agosto de 1940 Mercader llegó a la casa de Trotski y le pidió revisar un artículo de su autoría. Ya dentro del despacho del líder comunista, éste se sentó a leer el escrito, momento en que el español se colocó detrás de su costado izquierdo y sacó de su chaqueta un filoso piolet de alpinismo, el cual clavó con virulencia en el cráneo de Trotski (7 cm dentro), quien tras gritar se abalanzó contra Mercader (Dugrand, Alain, Trotsky: México 1937-1939, 1992) .

Tras el arribo de los guardias, quienes agredieron a Mercader, Trotski, empapado en sangre, los conminó a no hacerlo para así averiguar los detalles de la agresión, cayendo luego exánime. Se le trasladó al hospital de la Cruz Verde en Ciudad de México, más su profusa hemorragia le provocó la muerte a las 7 y 25 minutos de la noche del 21 de agosto siguiente.

Por su parte, Mercader fue llevado al mismo nosocomio debido a las lesiones que le infligieron, mientras que Sylvia Ageloff, tras enterarse de la confabulación, intentó suicidarse. Poco después el cadáver de Trotski fue incinerado y sus cenizas depositadas en su casa de Coyoacán, donde se mantienen hasta el presente, pero ahora como Museo Casa de León Trotski.

Después del juicio en su contra, Mercader fue condenado a 20 años de cárcel en la penitenciaría de Lecumberri (Ciudad de México), sosteniendo siempre su nombre falso como Jacques Mornard (hasta 1950 se sabría su verdadera identidad). En 1960 cumplió dicha sentencia y fue a vivir a la Unión Soviética, donde se le condecoró. Desde 1964 vivió en Cuba, hasta fallecer ahí en 1978, siendo luego su cadáver inhumado en el cementerio de Kuntsevo (Moscú).

Así, como acertadamente lo narrase el ya citado escritor Marín C.: “más que la eliminación de un hombre, con el asesinato de Trotski se consiguió el exterminio de una sombra”.

El autor es Director de la Cátedra de Historia del Derecho de la U.C.R. e integrante de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas.