:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/4HH22JP7QRGVPB2JPJUZSUGNXI.jpg)
'Soleil', 1974. Mosaico veneciano.
Juan Luis Rodríguez Sibaja es un artista polifacético, cuya obra, en diferentes formatos y medios de expresión, visuales y literarios, se ha expuesto, y permanece en múltiples espacios nacionales e internacionales. Hoy, con 86 años de edad, recoge otro de los tantos frutos de una ardua labor, de toda una vida dedicada a las artes, la cual emprendió desde muy joven, cuando daba sus primeros pasa en el arte, en los pupitres de su escuela, literalmente.
Rodríguez es considerado el introductor de la técnica de grabado en metal en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Nacional; además, es también reconocido como el primer artista costarricense en exponer una obra instalativa en una Bienal internacional. El hoy Magón es considerado uno de los últimos bastiones de prominentes artistas de una generación que gestó la contemporaneidad e introdujo el conceptualismo en el arte; en su caso, a través de su carisma como teórico y regenerador del arte.
El jurado del Premio Nacional de Cultura Magón 2020, indicó en su fallo que Rodríguez Sibaja es merecedor de este galardón “por su rol de innovador y educador artístico, a través de una pedagogía, no solo en cuanto a los procedimientos en el taller, sino sobre la teoría del arte, al confrontar al estudiante con las vicisitudes de la práctica artística en la complejidad de los tiempos contemporáneos”. El jurado además destacó su capacidad como investigador e innovador constante en sus propuestas estéticas de arte efímero, tales como las esculturas de la isla de Córcega, Francia, durante la primera década de este siglo, donde colectó rocas entre las escolleras costeras, las cuales documentó, demostrando el valor del archivo del artista, al legar al país un acervo documental, para el aprendizaje de futuras generaciones de colegas. Además, los miembros del jurado reseñaron la realización de experiencias similares en Cocles, Limón, donde, “usó materiales traídos por el mar, como cortezas, pipas, cocos, textiles desgarrados, cuerdas, mecates; materia pura, necesaria para satisfacer ese ímpetu creativo que, luego de documentarlas, el mar desperdigó por las arenas costeras”.
La Revista de Comunicación, Año 33 / vol. 21, del Instituto Tecnológico de Costa Rica, publicó en el 2012 una reseña sobre la obra de Rodríguez, elaborada por la historiadora Ileana Alvarado Venegas. La nota destacó que, como pintor, en su primera época, Rodríguez Sibaja se caracterizó por su interés en plasmar el tema del tugurio, así como también por sus óleos de rica textura. Posteriormente, durante los años en que vivió y estudió en París (1960-1972), experimentó con diversos materiales en la búsqueda constante por encontrar su personalidad pictórica. Con piedras molidas generó una pintura de carácter constructivo que además funcionó muy bien para sus obras de escultura polimatérica.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/3762ZQ6QZ5CDTGS5HMTTPZYAVI.jpg)
El artista contempla la realidad, y extrae mágicamente la materia prima de su próxima obra.
Su formación profesional en grabado se inició en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París. Sus trabajos, elaborados con diferentes técnicas, como aguafuerte, aguatinta y punta seca, entre otros, se caracterizan por la línea incisiva y el sentido matérico de la superficie. Rodríguez, a lo largo de su carrera, ha creado obra de carácter abstracto, así como también trabajos de figuración personal: desde retratos, hasta representaciones de personajes de su infancia, como sus amigos, plasmados en uno de sus trabajos más conocidos, que hoy forma parte de la colección del Museo de Arte Costarricense: La Familia Cosquillitas, referida a unos amigos muy pobres del barrio de su infancia, Cinco Esquinas de Tibás.
En Francia resalta su experiencia como uno de los artistas seleccionados para participar en la Bienal de París de 1969, en la sección denominada “Trabajo en equipo”, obra que incluía esculturas de hielo y madera, ubicadas dentro de un ring de boxeo, y que, además, contaba con sonido.
De regreso en Costa Rica en 1972, inició su actividad docente justo cuando se abrieron los talleres de grabado en las dos universidades públicas. Rodríguez también ejecutó obra mural para el entonces nuevo edificio principal del Instituto Nacional de Seguros. El artista continuó trabajando en grabado y en acuarela, técnica con la cual experimentó de forma no tradicional, con agua a presión, desde su etapa europea. En 1995, con una exposición de acuarela, que formó parte de la retrospectiva en los Museos del Banco Central, obtuvo el Premio Nacional de Pintura Aquileo J. Echeverría, del cual ya había sido acreedor en 1974, por una exposición de grabado. Posteriormente, trabajó en escultura, sobre todo a partir de construcciones con piedras que ubicaba en espacios públicos, como playas. Realizó una muestra de su trabajo escultórico a pequeña escala, en el Teatro Nacional de Costa Rica, en 2008, titulado El jardín de las rocas dormidas.
La historiadora costarricense Ileana Alvarado Venegas, escribió el libro Juan Luis Rodríguez Sibaja: El Combate: retrospectiva, una obra sobre el trabajo de Rodríguez como artista plástico y como iniciador formal de la enseñanza del grabado en metal, en los talleres de las dos universidades públicas de Costa Rica. “Este libro se publicó de forma paralela a la exposición realizada en los Museos del Banco Central. La publicación enriqueció la bibliografía sobre el arte y los artistas costarricenses, ya que no existían textos similares sobre el creador; solo catálogos y notas de prensa” -afirmó la historiadora-. “La pasión de Rodríguez por la enseñanza y difusión del grabado en metal marcó a varias generaciones de artistas y consolidó el impulso que, anteriormente, Amighetti había logrado con la xilografía, no solo en la técnica sino también en lo conceptual” -agregó-. La historiadora además detalló que el libro, de 1995, y la exposición, también se refieren al aporte de la obra del artista en pintura “matérica” y a su amplia carrea en investigación de materiales para sus trabajos en pintura.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/DTWMVKEZRRAONODJ6OXRGUVM6M.jpg)
'El último verano', 1968. Técnica: polvo de minerales con corteza sobre yute.
En palabras escritas por su compañera de vida, Diana Mosheim Castro, “Juan Luis Rodríguez es un inquisidor constante de las frases hechas y los moldes rígidos; siempre está reinterpretando los conceptos y también las imágenes” Diana continúa: “Lo que no tiene sentido o es aburrido, bajo su influjo se reinterpreta y aparecen ángulos diferentes
de la realidad que habían quedado enterrados por la rutina. Siempre disfruta Juan Luis compartir con los demás lo que lo mueve o molesta. Es su mayor placer una buena conversación que inquiete a la gente que está a gusto en su zona de confort. Inicia con frecuencia con bromas que hacen que la gente pierda el miedo y deje al lado la reverencia, después, queda el terreno preparado para hablar de cosas serias. La vida de Juan Luis sigue estando en esa tesitura, aunque la intensidad y la agudeza de su memoria y sus actividades se han diluido como en una acuarela, cuyos bordes no son nítidos, pero igual transmite una sensación profunda y una historia desigual.
Como todo gran creador, Juan Luis Rodríguez Sibaja descubre en la realidad injustamente considerada banal, filones insospechados de magia y de pensamiento. Están ahí, como vetas ocultas bajo kilómetros de tierra, pero él tiene la capacidad de sacarlas a la superficie, y compartirlas con todos nosotros. Tal es, ni más ni menos, la misión de todo poeta.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/AEY5OG5TYNFSFH3MIOP6WNB2LI.jpg)
Su obra 'Soleil' se puede apreciar en la fachada de la Biblioteca Nacional. (America Gonzalez Zubiria)