Fuerzas incontrastables: el final de la guerra civil de 1948

Teodoro Picado le cedió el mando a José Figueres debido a su temor de que la guerra se convirtiera en un sangriento conflicto internacional

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Lolo Morales Bolaños (centro), Rosendo Arguello (izquierda), el Dr. Eduardo Conrado Vado (atrás) y dos directivos de la Legión Caribe en la hacienda La Lucha en 1948. Foto: Cortesía de Lolo Morales (hijo).

La guerra civil de 1948 comenzó el 12 de marzo y terminó el 19 de abril. En una carta fechada el 18 de abril, Teodoro Picado informó a Rafael Ángel Calderón Guardia y a Manuel Mora que entregaba el poder a José Figueres- porque “fuerzas incontrastables” lo habían presionado a tomar esa decisión. ¿De qué hablaba Picado?

Marines

Los rebeldes de Figueres se alzaron en la Lucha, tomaron San Isidro y luego se desplazaron hacia el sur de la capital. En un movimiento certero, tomaron Puerto Limón la noche del 11 abril y Cartago, un día después.

Al conocer eso último, en San José los comunistas decidieron integrar su propio Estado Mayor y convencieron a Calderón Guardia de participar activamente en las decisiones militares. Arnoldo Ferreto dice que el 14 de abril los comunistas reunieron 2.000 hombres en Tres Ríos para defender San José.

Luego enviaron 1.200 de esos hombres para tomar la capital y recurrieron a un militar español que había estado en el Sitio de Madrid (octubre de 1936-marzo de 1939) para pedirle consejo sobre cómo resistir en San José.

Según John Patrick Bell, los comunistas tomaron el aeropuerto de La Sabana y ciertos edificios y azoteas. En una carta a United Press, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre describió a Costa Rica como “la Checoslovaquia del hemisferio occidental”.

Pero Picado todavía tenía espacio para ganar la guerra. ¿Por qué capituló? Sin restar valor a los alzados costarricenses, una versión asegura que el miedo fue provocado por la noticia de que tropas estadounidenses invadirían el país.

Eso lo planteó en 1949 Ricardo Fernández Guardia en la última actualización que hizo de su cartilla histórica: “Se disponía el Gobierno a resistir en sus cuarteles de San José, cuando fue informado que en la zona del Canal de Panamá se aprestaba una fuerza del ejército americano con carácter de policía, a ser transportada al aeropuerto La Sabana para ponerle fin a las hostilidades, ya que se tildaba de comunistas al numeroso grupo de combatientes militantes del Vanguardia Popular”.

Con la autoridad de Fernández Guardia como historiador, la versión pronto se institucionalizó. Ya en 1955, Mora, Ferreto y Carlos Luis Fallas la anotaron como una verdad y muchos la han repetido hasta hoy.

Sin embargo, no hay evidencia al respecto y esa explicación no coincide con la actitud colaboradora del embajador estadounidense Nathaniel P. Davis durante la guerra civil. De hecho, el Departamento de Estado no hubiera amenazado con enviar marinesa Costa Rica porque, gracias a Davis, sabía, desde el 13 de abril, que se estaban desarrollando negociaciones de paz.

Finalmente, una invasión de marines no coincide con un memorando que el Director de la División de Asuntos para Centroamérica y Panamá envió el 19 de abril a Managua, en el que le exigió a Anastasio Somoza desmentir cualquier acción de los Estados Unidos a favor de los insurrectos. También le indicaba a Somoza que los Estados Unidos no apoyaban su invasión a Costa Rica.

La tapa del libro de Teodoro Picado 'El Pacto de la Embajada de México, su incumplimiento' (Managua: 1949). Cortesía de David Díaz Arias.

Anastasio Somoza

La otra versión es que Picado capituló para evitar esa invasión. Somoza se involucró en el conflicto costarricense desde el 15 de marzo, cuando denunció la ayuda del gobierno guatemalteco a Figueres. Con fundamento, temía que, al caer Picado, Costa Rica sería base para los antisomocistas.

El 16 de marzo, el Secretario de Seguridad costarricense visitó Nicaragua y regresó a San José con 35 exintegrantes de la Guardia Nacional. Al día siguiente, Somoza envío 20 guardias más a Costa Rica.

Como lo documentó Jacobo Schifter, para el 18 de marzo, Somoza había mandado 70 hombres y dos aviones AT-6 a Costa Rica. Además, según Kyle Longley, el 22 de marzo, la prensa estadounidense informó de que los comunistas tenían el control total de San José.

El 16 de abril, Picado, el doctor y Mora volaron a Puntarenas para encontrarse con Paco Calderón y con Vicente Urcuyo, embajador en Nicaragua. Allí, Picado supo que Somoza demandaba la protección de las fronteras y ofrecía ayuda.

Mora y el doctor se opusieron a ese plan, pero Picado le dio a Paco y a Urcuyo poderes plenos de negociación con Somoza. Ya en Managua, autorizaron al nicaragüense para que movilizara su guardia dentro de territorio costarricense.

Schifter asegura que Somoza estaba urgido de lograr el reconocimiento de los Estados Unidos y traicionó a Picado dándole la autorización al embajador norteamericano. Luego, invadió la zona norte de Costa Rica. Esa invasión, efectivamente, representaba un gran peligro, pero no por sí misma.

Una imagen del Desfile de la Victoria posterior a la guerra de 1948. Foto: Archivo de La Nación.

La Legión Caribe

En diciembre de 1947, Figueres se entrevistó con Juan José Arévalo, presidente de Guatemala, quien contaba con el armamento que procedía de una fallida invasión a la República Dominicana para derrocar a Trujillo. Figueres convenció a Arévalo de que Costa Rica era el lugar ideal para empezar la liberación del Caribe.

Al alzarse el 12 de marzo, lo primero que hicieron los seguidores de Figueres fue tomar el aeropuerto de San Isidro. Varias veces los aviones viajaron a Guatemala para transportar armas, hombres y combustible a Costa Rica.

En esos viajes llegaron miembros de la Legión Caribe, entre los que se puede mencionar a los dominicanos Miguel Ángel Ramírez (quien comandó el ejército de Figueres) y Horacio Ornes Goiscou, los hondureños Jorge Rivas Montes, Mario Sosa, Francisco Morazán, Presentación Ortega, Alfredo Mejía Lara y Francisco Sánchez, y los nicaragüenses Lolo Morales Bolaños, Jacinto López Godoy, Rosendo Argüello Jr., Francisco Castillo, Octavio Calderón, Dr. Gómez Rovelo, José María Tercero y Adolfo Báez Bone. Con ellos trajeron armamento suficiente para equipar a 1.000 hombres.

La Legión era un grave peligro para Picado. En su texto “El Pacto de la Embajada de México, su incumplimiento”, escrito en 1949 en Nicaragua, él detalla que el gobierno no tenía capacidad militar para enfrentarlos porque la vocación del país había sido invertir en educación.

Además, los militares del país no tenían el conocimiento ni el armamento porque Estados Unidos bloqueó los intentos para comprar armas, temiendo que las usaran los comunistas.

Picado escribió: “Al producirse la toma de Limón, tuvo… el Gobierno noticia fidedigna que en puertos antillanos se alistaban embarcaciones con armamento y refuerzos para la Revolución. Limón era otra puerta de aprovisionamiento y por ella habría penetrado una corriente incesante de apoyo para los alzados. El gobierno venezolano se inclinaba también en su favor”.

El Caribe generaba terror a Picado posiblemente porque se imaginaba al ejército fuertemente armado que había construido el dominicano Juancito Rodríguez y había entrenado en Cayo Confites hasta mediados de 1947 para invadir República Dominicana. De esa experiencia procedía la Legión Caribe.

Picado apenas contaba con el “ejército” de trabajadores vanguardistas, valientes y fieles, pero sin armas. Su temor justificado era que el conflicto costarricense se había convertido ya en una guerra internacional.

Anotó: “Prolongando la lucha se corría, además, el peligro inminente de convertir a Costa Rica en el teatro de un conflicto centroamericano”. Con eso, se refería a que Costa Rica sería el escenario de un enfrentamiento violento y terrible entre las tropas de Somoza y las de la Legión Caribe.

Imaginando el baño de sangre que de eso resultaría, Picado decidió capitular. Mora, por su parte, desmovilizó a los trabajadores. Al firmar el Pacto de la Embajada de México y el Pacto de Ochomogo creyeron que se cumpliría lo escrito. Los miembros de la Legión Caribe pensaron que seguirían contra Somoza. Todos estaban equivocados.

*El autor es catedrático de Historia en la UCR