‘Érase una vez en... Hollywood’: El filme más personal y melancólico de Quentin Tarantino

Fin de una era: Su noveno largometraje es un homenaje anunciado a la llamada meca del cine y, sobre todo, una mirada nostálgica sobre la ciudad de Los Ángeles que el director estadounidense conoció en su infancia.

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En alguna ocasión, el cineasta Francois Truffaut comentó que no recordaba haber visto otra salida de Sol que la de Amanecer (1927), el filme silente dirigido por F. W. Murnau. Tal vez Truffaut vio muy pocos amaneceres en su vida y madrugó solamente de manera excepcional. En cualquier caso, la cita no es valiosa porque revele los hábitos matutinos del director francés, sino su condición de cineasta cinéfilo.

¿Qué es un cineasta cinéfilo? Es aquel que no puede interpretar la vida sino a través del cine. Truffaut era uno de ellos; es decir, uno de los nuestros. Fue también un claro referente de la Nueva Ola Francesa: el movimiento que surgió en el París de finales de los años 50, impulsado por una joven generación de críticos cinematográficos. A Truffaut le debemos esa emotiva carta de amor cinéfilo titulada La noche americana (1973).

Tras ver Érase una vez en... Hollywood (2019), es inevitable pensar en aquellos directores que han borrado compulsivamente las fronteras entre el cine y la vida. Quentin Tarantino preside hoy ese curioso y selecto club. La muestra más reciente de ello habita en las historias hilvanadas de Rick Dalton, la estrella de un western televisivo de finales de los años 60, su doble de acción Cliff Booth y su vecina, la actriz y modelo Sharon Tate.

La importancia de llamarse Quentin

Érase una vez en... Hollywood es un homenaje anunciado a la llamada meca del cine y, sobre todo, una mirada nostálgica sobre la ciudad de Los Ángeles que Tarantino conoció en su infancia. En ese sentido, el “Érase una vez” del título remite, por un lado, a la tradición de los cuentos de hadas y, por otro, al cine de Sergio Leone: uno de los directores preferidos de Tarantino, que dirigió dos filmes memorables cuyos títulos se inician con esa frase.

En 1969, Tarantino tenía seis años. Fue entonces cuando el Apolo 11 llegó a la Luna y Sharon Tate murió a manos de la secta de Charles Manson. Lo primero ha sido puesto en duda por alguna de las teorías conspiratorias que están de moda en nuestros días. Lo segundo es irrefutable, a pesar de que, como bien sabemos, Tarantino disfruta torciendo de vez en cuando el relato histórico, en favor de la fabulación.

Sin embargo, no interesa hablar acá de los eventos históricos que aborda la película sino de la mirada nostálgica que tiñe a esos eventos. Una mirada que transforma a Érase una vez en... Hollywood en un filme inesperadamente reposado y reflexivo, que se relaciona con algunas autobiografías cinematográficas contemporáneas, como Roma (2018) o Dolor y Gloria (2019), en una medida que difícilmente podríamos anticipar.

Cuando se trata de una película de Tarantino, las expectativas son siempre altas y las suposiciones giran usualmente en torno de elementos como la violencia gráfica y estilizada, las historias no lineales, las abundantes referencias cinéfilas, los temas satíricos y los diálogos agudos. Eso es justamente “lo tarantinesco”. Así lo consigna, desde hace algunos meses, el Diccionario Inglés de Oxford.

Mucho más que un apellido de origen italiano, Tarantino es un género cinematográfico y una marca. Incluso una franquicia, reducida a 10 largometrajes por voluntad del más famoso de los Quentin. Érase una vez en... Hollywood es el noveno eslabón de esa cadena. El penúltimo vagón. El túnel del tiempo que nos conduce hacia el niño de seis años que descubre, asombrado, ese inmenso tren eléctrico que llamamos cine.

Un espectáculo cool

Leonardo DiCaprio interpreta a Rick Dalton, el actor que vive a la sombra del papel que interpretó en el pasado y no consigue impulsar su carrera. Es vecino de Sharon Tate y Roman Polanski, el director del momento en Hollywood, y siente que el papel de su vida está a la distancia de una fiesta de piscina. Dalton es, evidentemente, un soñador con pocas posibilidades. Un Quijote extraviado en las colinas de Cielo Drive.

El Sancho Panza del filme lleva por nombre Cliff Booth, trabaja como doble de acción de Dalton y es su chofer ocasional pero, ante todo, es su amigo. El amigo. Booth es quien sonríe mientras le pone el pecho a las balas y desafía a cualquiera que se pase de listo, incluso si se llama Bruce Lee. Es un tipo cool, de esos que fascinan a Tarantino y, gracias a sus películas, a casi todo el mundo. ¿Sabían que lo interpreta Brad Pitt? Sí: Cliff Booth es un Sancho Panza cool.

La triada protagónica de Érase una vez en... Hollywood se cierra con Sharon Tate, que es interpretada por la actriz australiana Margot Robbie. Tate es uno de los personajes reales dentro de ese relato de ficción. Es además quien nos permite entender el cine desde el lugar del espectáculo y del espectador, al tiempo que observa, divertida, una proyección de la comedia de espionaje La mansión de los siete placeres (1969), que ella protagoniza.

Tarantino ha sido siempre sinónimo de espectáculo. Para confirmarlo, basta considerar la reconocida capacidad del cineasta para enganchar con sus historias a grandes audiencias. Sin embargo, al asignar a Leonardo DiCaprio y a Brad Pitt los roles del soñador y su amigo, el cineasta ha aumentado el potencial espectacular de su película y se ha apropiado de una estrategia habitual del cine clásico para transformarla, de paso, en una cita cinematográfica.

Las acciones de Érase una vez en... Hollywood ocurren en 1969. Ese año se estrenó Butch Cassidy and the Sundance Kid, un nostálgico y divertido western que está protagonizada por las estrellas masculinas del momento: Robert Redford y Paul Newman. Los vínculos entre los personajes de Redford y Newman y Pitt y DiCaprio son abundantes y complejos. Hay quienes producen un cine radicalmente cinéfilo porque intuyen que no hay vida después del cine.

Unos fantasmas queridos

1969. Ese es el año. La guía. El punto de inflexión que marca el fin del cine clásico y el inicio del nuevo Hollywood, que estaría representado por figuras como Scorsese, Coppola, Spielberg, Lucas, De Niro y Pacino. Esto lo cuenta minuciosamente el crítico Peter Biskind en Easy Riders, Raging Bulls (1998): un libro imprescindible para entender esa vuelta de tuerca decisiva en la historia del cine estadounidense.

Tarantino ubica su relato sobre esa suerte de bisagra cultural con el propósito de vivir el día a día de unos personajes que se desvanecen lentamente. No le interesa la prometedora generación de cineastas que surge en ese momento sino los fantasmas queridos de su infancia. En el extremo opuesto de Truffaut, Tarantino convierte sus recuerdos cinéfilos en una textura crepuscular. A partir de ella ha filmado el fin de una era.

El tono melancólico de Érase una vez en... Hollywood nos recuerda que la trayectoria de Tarantino se acerca también a su fin. Justo ahora, que filma con un cariño excepcional a sus personajes sin renunciar por ello a su reconocida incorrección política. De momento, solo queda agradecerle al cineasta cinéfilo su singular visión del cine, que se opone con ingenio a la epidemia contemporánea de miradas y lecturas simplificadoras del cine. Es decir, de la vida.

Ficha técnica del filme

Título original: Once Upon a Time in... Hollywood

Año: 2019

Duración: 165 min.

País: Estados Unidos

Dirección y guion: Quentin Tarantino

Producción: Quentin Tarantino, David Heyman y Shannon McIntosh

Fotografía: Robert Richardson

Montaje: Fred Raskin

Vestuario: Arianne Phillips

Reparto: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Michael Madsen, Dakota Fanning y Luke Perry