Entrevista con Matteo Garrone, director de la película ‘Dogman’: una violenta pérdida de la inocencia

Tras la célebre adaptación de ‘Gomorra’ y la fantástica ‘Tale of Tales’, Matteo Garrone torna su mirada a un hombre que busca la paz en ‘Dogman’

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

“En pocas palabras, Dogman es sobre cómo un hombre pierde su inocencia”, dice Matteo Garrone. Uno de los más célebres directores italianos de hoy, Garrone, se ha interesado siempre en hombres que buscan sobreponerse a su ambiente, a sus dudas y a la naturaleza humana. No siempre lo consiguen, como en la brutal Gomorra (2008), célebre adaptación del libro de Roberto Saviano. En Dogman (2018), Marcello hace lo que puede para escurrirse de la violencia, pero como cualquier persona, llena de contradicciones, se encuentra más atrapado de lo que cree.

La cinta, que le ganó a Marcello Fontane el premio a mejor actor en Cannes, se exhibe actualmente en el Cine Magaly (distribuye Pacífica Grey). Marcello es un peluquero canino con un pequeño negocio en Villaggio Coppola, en la costa oriental de Italia, en un balneario abandonado donde procura caerle bien a sus vecinos, les vende algo de cocaína y, para bien y para mal, es amigo hasta de Simone (Edoardo Pesce), un gigante imparable y adicto hasta el delirio que lo lleva consigo a asaltos y tratos criminales de toda índole.

A Marcello le basta con sus perros, a los que adora e incluso lleva a concursos, y con la visita semanal de su hija, una niña inteligente (Alida Baldari Calabria) que le permite soñar con otra vida. Pero lo que Simone desata en el pueblo ni la paciencia de Marcello lo puede detener, y pronto deberá reaccionar ante el abuso constante del matón.

En esta tensa historia no es fácil tomar partido, pero el rostro de Marcello es decididamente magnético, un Buster Keaton napolitano de honda humanidad. Sobre él empezamos a hablar en esta entrevista telefónica, concedida mientras Garrone edita su nuevo filme, una adaptación de Pinocho (con Roberto Benigni) que verá la luz en diciembre.

–Marcello Fonte es, obviamente, el corazón del filme. ¿Cómo lo encontró? ¿Qué lo atrajo a él?

–Él era un actor y lo encontramos en el casting. Tal vez no tenía la experiencia para un papel protagónico como este, pero cuando lo conocí, cuando vi su rostro, inmediatamente pensé que era el adecuado para el papel, ya que era tan dulce, tan lleno de humanidad, tierno… Luego empezamos a trabajar juntos en los ensayos, trabajamos por muchos meses, fuimos a aprender a hacer champú para los perros, a bucear para la escena con su hija… Creamos este matrimonio entre la persona de Marcello y su personaje.

–Este rostro es un poco inocente, un poco difícil de descifrar a veces. ¿Cómo resonaba eso con su idea para el personaje?

–Esta es la historia de una persona fundamentalmente no violenta. Es un tipo pacífico. Era importante encontrar a alguien que fuese tierno, dulce, no violento ni agresivo, un hombre que quiere caerle bien a todo el mundo. En la película, quiere tener una buena relación con todos. Por eso era importante encontrar un sitio donde todos se conocieran, como el pueblo de un western. Para él es importante cómo lo ve la gente. Físicamente era pequeño, débil de cierto modo, así que era perfecto. También los ojos: imaginaba a un personaje que me recordase a Buster Keaton, que pudiese ser cómico al inicio y luego se volviera más dramático. Marcello puede ser muy divertido de forma espontánea, pero también dulce o dramático.

–Esa dulzura en su rostro tiene una cualidad interesante que lo hace enigmático. Conforme la película se torna más violenta, eso se vuelve una fuente de tensión, preguntarse qué hay detrás de eso.

–Sí. Queríamos contar la historia de un hombre lleno de contradicciones, no un héroe por completo. Es la historia de un hombre que se esfuerza por permanecer no violento hasta el fin. Nunca usa la violencia adrede. Eso, creo, hace esta historia distinta de muchas otras que hablan de venganza, que se tornan crueles. Eso sí, va en e otra dirección de la historia real en la que se basa, mucho más dirigida a la violencia, a la tortura, a la venganza. Quería contar la historia de una persona que podría ser yo. Cuando quiero contar algo, necesito encontrar una relación con el personaje que yo pueda contar. Es una historia que puede pasar en todas partes, no solo en los suburbios o en las zonas empobrecidas. Quería vivir con él, sufrir con él, con sus contradicciones, porque es un personaje lleno de contradicciones, lo cual me parece interesante y moderno de alguna manera. No es un personaje lineal en sus decisiones.

–¿De dónde viene esa pasividad? ¿Es una alguna lealtad mal dirigida, se adhiere a códigos morales que ya no tienen sentido…?

–Bueno, al inicio se mantiene pasivo porque quiere una buena relación con todo el mundo en el pueblo. Luego, cuando se encuentra ante una decisión, de traicionar o no a uno de sus amigos, se ve forzado en una dirección. Hay muchas historias así en todas partes. Es el viaje de un hombre que se ve involucrado en un mecanismo de violencia. Es como un niño en su sentido de justicia, pero se percata tarde de que inicia ese mecanismo de violencia y que no puede detenerlo. Es fácil sentir empatía con él, porque cualquiera se puede equivocar, aunque uno no sea violento, uno se puede encontrar de pronto incapaz de manejarlo.

–Pero los eventos reales fueron horribles, mucho más violentos. ¿Por qué se aproximó a ellos de esta otra manera?

–Porque es una historia mucho más cercana a mi sensibilidad. Cuando cuento la historia de un personaje, me gusta profundizar en sus contradicciones, en su conflicto. Cuando empecé a trabajar en esta historia, hace 14 años, leí Memorias del subsuelo de (Fiódor) Dostoyevskiy eso me inspiró para este personaje. Mi acercamiento es más humano, no me interesa hacer una splatter movie, llena de sangre; me interesa el personaje, ver sus decisiones, con algunas estoy de acuerdo y con otras no, pero siempre estoy con Marcello y lo entiendo.

–El espectador siempre se puede acercar a él como alguien real…

–Sí, no estoy juzgando. No estoy tomando un acercamiento moralista. Para mí es importante entenderlo. Claro, tal vez puedes estar en desacuerdo, pero hay que entender que esto puede ocurrir. He cometido muchos errores en mi vida, así como el personaje, y por eso me gusta más, no una figura perfecta. Me gusta un personaje que ama, pero que puede equivocarse, que puede ser débil a veces. Por eso me encantó este personaje y trabajar con Marcello, que trajo a este filme la ternura y lleva la película en sus hombros. Ahora bien, también es importante, al hacer una película así, que el actor que interprete al ‘villano’ sea creíble, porque de otro modo el personaje de Marcello perdería poder. Entre más fuerte, más se siente el peligro que corre Marcello.

–Esta es la tercera película que filma en el mismo sitio, con El embalsamador (2002) y Gomorra (2008). ¿Qué lo atrae aquí? ¿Cómo le habla a usted como cineasta?

–Era perfecta para esta historia porque es una suerte de espacio metafísico, una villa como de western de forma moderna, un pueblo que puede ser una metáfora de todas partes. Era ideal para esta historia, que no podría imaginar en una gran ciudad caótica donde nadie se conoce, solo en un pueblito donde todos se conocen. Por eso decidimos volver, donde me gusta la atmósfera y donde es fácil trabajar, como si fuera un estudio al aire libre: te puedes mover de un set a otro caminando de una calle a la otra. Es ideal para filmar porque es muy tranquilo, un poco abandonado. Me gusta porque está cerca de Nápoles, que me encanta, y cerca del mar, así que para mí es como ir de paseo.

–Ahora bien, al estar situado en un sitio empobrecido así, se pueden hacer muchas lecturas de otro tipo, aunque creo que usted no se consideraría un cineasta político. Me pregunto si el actual clima político de Italia alimenta de alguna manera un filme como Dogman

–Bueno, es algo que pasa aunque uno quiera. Cuando un cineasta cuenta una historia, lo que ocurre en su país (y no solo allí, sino en el mundo) viene inevitablemente a la película desde que escribes el guion. Probablemente este sentimiento de violencia que tenemos alrededor emerge en la historia, esta sensación de que impera la ley del más fuerte, todo eso quizá es parte del relato. El triunfo del nacionalismo, de la extrema derecha, no solo en Italia desafortunadamente, sino en todas partes, esta sensación de regreso al medioevo… Eso quizá está dentro de la película, pero para mí es importante decirle a la audiencia que no es solo sobre la violencia, sino sobre el amor, sobre la ternura…

–También es sobre ser un padre.

–¡Sí! No es solo sobre la violencia, aunque sea algo que está alrededor de él. Es sobre muchos aspectos de este hombre. Desafortunadamente cuando salió en Italia, los eventos reales distorsionaron cómo la percibió la gente aunque siempre dije que eran una inspiración lejana; así que mucha gente temía verla y encontrarla llena de violencia; quizá otros fueron esperando una splatter movie y no encontraron eso. Por eso creo que es importante decir de qué se trata Dogman, no es sobre un torturador, sino sobre un padre, un ser humano que quiere encontrar su sitio en el mundo pero que se encuentra atrapado en un mecanismo violento del que no puede escapar. En pocas palabras, es sobre cómo un hombre pierde su inocencia.

Tale of Tales tenía una estructura compleja y era una gran producción. Luego, volvió a esta producción mucho más pequeña, enfocada en un solo rostro de un solo actor, por así decirlo, y ahora regresa a otra gran producción.

–Pues sí. Sobre Pinocho hablaremos luego, pero lo que puedo decir es que empecé a trabajar en ella dos años antes de Dogman, que hice solo porque tuve una pausa en la preproducción de Pinocho. Dogman fue un guion que cambié muchísimas veces a lo largo de 14 años, pero lo tenía casi listo, así que pensé que podía hacerla mientras esperaba para empezar Pinocho y afortunadamente salió bien. Pinocho ha tomado muchos años de preparación. Hice los primeros dibujos sobre Pinocho cuando tenía seis años, hace 44 años. Es parte de mi vida. Pero hablaremos de ella cuando esté lista. Lo único que puedo decir es que tratamos de hacer un Pinocho partiendo del libro original, los dibujos que Mazzanti hizo para Collodi, el autor del libro, y tratamos de ser fieles. Tratamos de hacer un filme para todos, para niños y para adultos, pero por ahora es difícil saber qué resultará.

–Creo que de muchas maneras sus filmes son sobre crecer, sobre crecer siendo hombre, sobre convertirse en hombre…

–Sí… No sabía… Probablemente los personajes que me gustan no son completamente ‘hombres’, sino que están luchando por serlo, quizá son débiles, tratan de seguir deseos que los llevan a alguna destrucción… Es algo que descubro por usted, pero es posible, no sé (ríe).

Inspirada en un crimen real

Dogman se inspira en un crimen real que estremeció a los italianos en 1988, conocidos como el crimen del Canaro. Un exboxeador y cocainómano llamado Giancarlo Ricci golpeaba y extorsionaba constantemente a Er Canaro (apodo de Pietro de Negri), peluquero canino con una tienda en Roma y también adicto. El 18 de febrero de aquel año, Ricci golpeó a Er Canaro por última vez, pues este se vengó sometiéndolo a torturas y mutilaciones brutales por más de siete horas.

De Negri intentó quemar el cuerpo, pero eventualmente confesó y estuvo en prisión por 16 años. Curiosamente, apenas un mes después del estreno de Dogman en Cannes (mayo del 2018) salió otra cinta inspirada en el suceso, Rabbia Furiosa- Er Canaro, dirigida por Sergio Stivaletti, mucho más violenta y enfocada en la tortura.