No hubo público, pero se sentía un calor especial. La Sinfonía No. 3 Heroica, de Ludwig van Beethoven, y Exsultate, Jubilate, de Wolfgang Amadeus Mozart, fueron las últimas obras que interpretó José Aurelio Castillo en el mítico escenario del Teatro Nacional, en San José.
Fue un concierto particular, grabado para ser transmitido de manera virtual. Una despedida poco convencional para un músico que durante más de cuatro décadas fue vital en la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), cuya destreza se evidenció en escenario de Alemania y Estados Unidos, y para quien la docencia musical le ha llevado a compartir sus conocimientos con varias generaciones de artistas costarricenses.
El viernes 28 de mayo fue el último recital del violinista con el ensamble, en el marco del II Concierto de la Temporada Oficial 2021 de la Sinfónica, bajo la batuta del director titular Carl St. Clair.
Castillo, de 62 años, fungió por casi cuatro décadas como el concertino de la orquesta estatal, la mano derecha del director, y resultó fundamental para lograr que un público más diverso se acercara a la OSN: no es exagerado decir que él y su violín fueron un puente entre la audiencia y la agrupación.
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Debido a las restricciones sanitarias que vivimos en los tiempos actuales, don José Aurelio no recibió el aplauso de un público que lo ha visto crecer, pero igual en su despedida estuvo arropado por el cariño y respeto de sus compañeros. Los palcos del Teatro Nacional estaban vacíos, pero no había soledad ni tristeza en el recinto, todo lo contrario: primó un sentimiento de dicha y placer por la labor cumplida.
La primera parte de la grabación de este concierto virtual se hizo durante la mañana y en cuanto la orquesta dio la última nota de las obras interpretadas, los músicos se sumaron a un aplauso particular: con los pies hicieron ruidos sobre el piso movedizo que se extendió para recibir a los artistas en el último concierto de Castillo.
Como merecía, el concertino fue reconocido por sus colegas, esos a quienes ha acompañado y guiado. El respeto, combinado con algo de melancolía por el adiós, inundó el escenario del Teatro Nacional. Ese mismo viernes por la tarde grabarían la segunda parte del espectáculo que significaría el punto final de la historia oficial de Castillo con la OSN.
“Interpretamos la Heroica de Beethoven. Esta obra por supuesto la he interpretado innumerables veces durante mi vida y sé que ahora es la última. Siempre hay una ambivalencia de sentimientos, por supuesto. Yo sé que no tocaré más esa sinfonía u otras sinfonías que son obras orquestales; podré hacer otro tipo de música como la de cámara, pero no por eso deja de existir cierta nostalgia”, comentó Castillo en una entrevista con La Nación recién terminó la grabación.
“Hay compañeros que me han mostrado mucho cariño durante todos estos años, especialmente en estos días he recibido muchas muestras de ese afecto. Uno se conmueve mucho de ver que en realidad se han creado lazos fuertes de amistad, de compañerismo dentro de la orquesta”, agregó.
Uno de los momentos más significativos para Castillo el último día de su trabajo como concertino fue cuando iba llegando al teatro josefino. “Ahora que venía por el parqueo me acordaba de cuando era estudiante y caminaba por las calles de San José con la ilusión de ser violinista y ahora ya estoy pensionándome. Uno ve como el tiempo corre muy rápido, pero todo es relativo, porque 40 años no son pocos”, afirmó nostálgico.
Apasionado
La música siempre ha estado presente en la vida de Castillo. Su padre, también llamado José Aurelio, fue violinista de la Sinfónica.
“Siempre vi violines en la casa. Al principio no les daba mucha importancia porque yo andaba con mi bici, los trompos y los yoyos”, recordó entre risas el concertino.
Sin embargo, y aunque fue un poco tardío, el papá de José Aurelio lo matriculó en el Conservatorio de Castella cuando iba a cursar el quinto grado. Decimos que un “poco tardío” porque el estudio del violín en los niños suele comenzar a muy temprana edad, aproximadamente a los cuatro años, según explicó el propio Castillo; pero eso no influyó en que el pequeño le pusiera igual toda su pasión al estudio y la práctica para convertirse en uno de los mejores violinistas del país.
“Cuando entré al conservatorio ,ahí me encontré con Wálter Field, que era el concertino anterior a mí en la orquesta, yo fui su sucesor, seguí con su legado. Él fue mi primer profesor de violín. Recuerdo que un día de casualidad me dijo: ‘Castillo, ¿qué, va a estudiar violín?’ Yo no sabía qué estudiar en ese momento y le dije: ‘bueno’ y aquí estoy. Me embarcó”, contó entre risas.
Castillo afirma que desde el principio se sintió totalmente identificado con el instrumento. De alguna manera sabía que el violín y la música eran lo suyo, así que se propuso recuperar el tiempo perdido de aprendizaje. Después del Castella, fue parte del programa juvenil de la Sinfónica, pasó a la universidad y muy pronto fue llamado a dar el gran paso a la Orquesta Sinfónica Nacional.
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“Tenía 17 años cuando ingresé a la orquesta. Un poco tiempo después me permitieron continuar mis estudios fuera del país. Luego regresé en 1983 y me reincorporé al grupo, desde 1985 soy el concertino”, recordó.
Su preparación en Estados Unicos la llevó de la mano de Silvia Moss y Esther Glazer, ambas discípulas del famoso pedagogo Iván Galamian. Más adelante realizó sus estudios de perfeccionamiento en la Academia Herbert von Karajan, en Alemania, con el concertino de la Filarmónica de Berlín, León Spierer.
Fue miembro de la Orquesta Sinfónica de Florida, Estados Unidos y mientras estudiaba en Alemania fue invitado de manera regular a ser parte de los conciertos de la Filarmónica de Berlín, un pasaje de su trayectoria que recuerda con mucho cariño.
Con este ensamble, Castillo realizó giras a Francia, Austria y Estados Unidos, además de que tuvo la oportunidad de trabajar con grandes directores de orquesta de talla mundial, como Herbert von Karajan, Seiji Osawa, Daniel Baremboim, Zubin Metha, Ricardo Muti y Carlo María Giulini.
“Dentro de mis más atesorados recuerdos está mi experiencia en Berlín cuando estaba estudiando. Tuve la oportunidad de estudiar en la academia de la Orquesta Filarmónica de Berlín con el concertino quien aún es mi amigo. Él tiene 93 años, todavía nos comunicamos, hay una relación muy fuerte. Durante esos tres años que estuve en Berlín tuve la oportunidad de tocar dentro de la filarmónica, fue una experiencia absolutamente inolvidable”, comentó.
La hoja de vida de Castillo es amplia tanto en nuestro país como fuera de nuestras fronteras. El violinista ha sido solista con la Sinfónica Nacional en repetidas ocasiones, pero también lo ha hecho con ensambles de México y Centroamérica.
Además, participó en la Orquesta Filarmónica del Mundo, en Tokio, Japón, y fue invitado en calidad de concertino en el Festival de Música de Montepulciano, en Italia. Desde el 2006 forma parte del cuerpo de profesores de la Orquesta de las Américas.
En Costa Rica ha aprovechado su talento y experiencia para aportar nuevas alternativas a la música clásica por medio de la formación de agrupaciones como La Camerata de San José, El Trío Nuevo Mundo, El Ensamble Sinfónico y el Dúo Castillo & Ortiz.
Castillo forma parte de la facultad de profesores del Instituto Nacional de Música, donde enseña actualmente y cuenta dentro de sus alumnos a algunos de los más destacados estudiantes de dicha institución. Asimismo es el director de la camerata avanzada de ese instituto.
Experiencia
La labor de un concertino en una orquesta es ser una especie de asistente del director en términos artísticos. En el caso de la Sinfónica Nacional, por ser del Estado, los músicos del ensamble son empleados públicos, así que don José Aurelio ha tenido que lidiar no solo con la música, sino también con algunos temas de orden logístico y administrativo. Así durante casi 40 años.
“El concertino se sienta de primero en la línea de violines, es el líder de la orquesta, es una especie de contacto entre el director y los músicos. Tengo siempre que estar muy atento a interpretar lo que el director quiere y tratar de ayudarlo a comunicarlo mejor con los compañeros”, explicó.
Además, al concertino le corresponde coordinar la afinación de la orquesta y la dirección de los arcos de los violines y las violas. También es el responsable de ejecutar los solos de obras como Scheherezade (Nikolái Rimski-Kórsakov), Una vida de héroe (Richard Strauss) o del Lago de los cisnes (Piotr Ilich Chaikovski).
“Siempre he dicho que no tengo una obra favorita porque la que más me gusta es la que estoy tocando en el momento. Lo digo porque es la que estoy disfrutando. He tocado tantas obras orquestales que no puedo escoger una, pero siempre he sentido una afinidad especial por las cuatro sinfonías de Johannes Brahms; son obras que disfruto mucho tocar. Sin embargo, no puedo decir que me gustan menos las de Gustav Mahler, o las de Chaikovski o las de Felix Mendelssohn”, afirmó.
Cuenta Castillo que siempre ha sido un interesado por el estudio, que nunca ha dejado de aprender y que cuando estaba en su etapa más joven hubo infinidad de obras que se le hicieron difíciles. “Uno lucha con los pasajes técnicos para aprenderse los conciertos de violín. En cuanto a obras de orquestas hay algunas con grandes dificultades técnicas, como las de Mahler o los poemas de Richard Strauss, que son más complicados y demandan muchos más estudios”, aseguró.
Durante las cuatro décadas de don José Aurelio como concertino de la OSN, por el podio del director han pasado grandes maestros que le han dejado importantes enseñanzas. Cuando empezó en la Sinfónica, Castillo estuvo bajo las órdenes de Gerald Brown (primer director del programa juvenil de la Sinfónica). Con el pasar de los años fue dirigido por el chileno-español Agustín Cullell, el mexicano Ildefonso Cedillo, el costarricense Elbert Lechtman, el estadounidense Irwin Hoffman, el japonés Chosei Komatsu y cierra su ciclo como concertino de la mano del estadounidense Carl St. Clair, con quien ha trabajado desde el 2014.
Otra de las facetas que más aprecia Castillo en sus años como artista es la de ser maestro. Él es parte de la facultad de profesores de cuerdas del Instituto Nacional de la Música, labor que ha cumplido desde hace varias décadas.
“La enseñanza es un área muy importante porque el hecho de enseñar lo aprendido, de pasar la antorcha, es una gran responsabilidad. Me he dado cuenta de lo gratificante que puede ser. Ahora en estos días que me pensiono, varios exalumnos míos me han enviado mensajes muy lindos, muy conmovedores, que me han llegado mucho al alma. Son mensajes de agradecimiento que uno aprecia y valora”, contó.
Una de las grandes satisfacciones que le ha dado el ser maestro es poder ver a muchos de sus aprendices lograr el éxito, verlos tocar en grandes orquestas y que incluso muchos hayan sido sus compañeros en la OSN.
“Imagínese que muchos de mis alumnos ya son colegas y hasta compañeros aquí en la Sinfónica. Todos me dicen profe, porque, diay, yo soy el profe”, comentó entre risas.
Aunque el corazón lo deja en cada recuerdo y en las gratificaciones que los años le han dado, Castillo ya tiene la mirada puesta en un futuro cercano. Eso sí, primero se va a dedicar de disfrutar de un merecido descanso al lado de su esposa Patricia Herrera, quien también fue chelista en la Sinfónica y que se pensionó en diciembre del año pasado.
“Mi esposa tocó muchos años en la Sinfónica, trabajábamos juntos, entonces estamos acostumbrados a estar mucho tiempo juntos; nos gusta compartir. Yo lo primero que quiero hacer es descansar un tiempo, me gusta andar en bicicleta y salir a caminar; esos son parte de los planes. También nos encanta ir a la playa, nos relaja mucho, así que vamos a aprovechar el tiempo”, contó.
“El violín siempre estará ahí. Yo me retiro de la orquesta, pero no dejo de ser violinista. El instrumento siempre me acompañará. Yo soy muy dado a sacarlo y estudiar, así que probablemente voy a seguir en esto”, afirmó.
Castillo no quiere desligarse de la música: espera que cuando la situación sanitaria por causa de la pandemia mejore podrá gestar nuevos proyectos artísticos. “Me gustaría hacer planes de música de cámara. También, si algún joven violinista necesita de mi consejo, yo con mucho gusto puedo dar clases, eso sí, pero nada con horario estricto”, bromeó al final.