El grabado le hereda a Costa Rica tres reflexiones sobre la guerra para un país de paz

Una serie de grabados sobre la Guerra de Irak se incorpora a las colecciones del Museo de Arte Costarricense. No es posible valorar la paz sin reflexionar acerca de los conflictos armados y sus consecuencias.

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Costa Rica es referencia internacional como país de paz debido a que no se ha visto envuelto en conflictos bélicos de la magnitud de los sucedidos en otras naciones o regiones y a la abolición del ejército en 1948. Sin embargo, no es posible valorar la paz sin reflexionar sobre la guerra, así que el análisis y la meditación sobre la guerra y sus desastres deben ser fortalecidos en la formación y educación nacional.

La serie sobre la Guerra de Irak, del artista costarricense Alberto Murillo Herrera, permite abrir espacios para la reflexión sobre la fragilidad humana y las terribles consecuencias de los enfrentamientos militares. Lo hace a partir de imágenes cargadas de metáforas y recursos visuales que forman parte de las convenciones occidentales sobre la guerra, la paz, las víctimas, etc.

Los tres grabados que integran esta serie fueron realizados entre el 2003 y el 2004, y abordan la problemática internacional en torno a la Guerra de Irak, conflicto bélico que comenzó el 20 de marzo del 2003 y se extendió hasta diciembre del 2011. Estas tres obras fueron exhibidas por primera vez en la exposición Alberto Murillo: Intaglios, xilografías y grabado digital en la Galería José Luis López Escarré del Teatro Nacional de Costa Rica en el 2004. Además, formaron parte de la exposición y catálogo de Alberto Murillo Herrera: 20 años de estampación 1989-2009 en el Instituto de México en San José y Alberto Murillo Herrera: 30 años de grabado 1989-2019, en el Museo Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia.

El nuevo orden

El primer grabado de esta serie gira en torno al atentado de las Torres Gemelas en los Estados Unidos el 11 de setiembre del 2001. Partiendo del suceso histórico es posible realizar una lectura casi iconográfica: el toro, que representa a los Estados Unidos, es un espécimen de la raza bovina Longhorns o Texas Longhorns; esto alude al poderío militar norteamericano, patente en la desproporción de los cuernos con que se representa, y también remite al estado en que nació el entonces presidente estadounidense George W. Bush.

El toro está herido por tres banderillas (lanzas) en el lomo: los tres aviones enviados por la red yihadista Al Qaeda, dos impactaron en las torres y un tercero fue dirigido al Pentágono, el cual no logró su objetivo, pero si hirió la moral y la seguridad estadounidenses. El World Trade Center se muestra como dos siluetas en el último plano.

Uno de los aspectos simbólicos más fuertes de esta obra es la presencia de dos aves. Debajo de uno de los cuernos del toro aparece, vencida y en caída, una paloma blanca y, en contraste, un cuervo ocupa un lugar protagonista en la composición.

Como elemento simbólico, el cuervo tomó fuerza desde el romanticismo como sinónimo de muerte y mal agüero. Con esta propuesta el artista pone en manifiesto la transformación sociopolítica global al hacer énfasis en el cambio de la paz por un período que, hasta hoy día, sigue siendo controlado por el miedo, la destrucción y la muerte.

La noche triste del corcel árabe

El segundo grabado de la serie hace alusión a la Batalla de Bagdad, enfrentamiento militar en el que las fuerzas estadounidenses toman la capital iraquí y derrocan el gobierno del dictador Saddam Hussein, provocando la retirada temporal de gran parte de la población de su territorio.

Esta obra está compuesta por dos secciones, la de la izquierda realizada por medios digitales y adherida junto a un segundo recuadro que es un grabado en metal. El primer espacio trabaja en torno a los bombardeos en la ciudad y presenta a una madre que sostiene a su hijo en brazos bajo las bombas. Los personajes de la madre y el niño son tomados de la célebre obra Guernica, del artista Pablo Picasso, la cual se ha vuelto un ícono que retrata los desastres de la guerra y la muerte de inocentes desde su creación en 1937.

El segundo recuadro centra la atención en un caballo, también propio de la iconografía picassiana, que huye despavorido de una ciudad en llamas cubierta por nubes de polvo. La arquitectura oriental, representada por un minarete y una cúpula de bulbo, son testimonios de la cultura árabe.

Destaca en este grabado la relación con el acontecimiento de la historia mexicana conocido como la Noche Triste, lo cual queda patente en el título de la obra. Este suceso narra el momento en el que Hernán Cortés es vencido por las fuerzas mexicas entre el 30 de junio y el 1.° de julio de 1520 en la actual Ciudad de México. Según comentó el artista, este suceso histórico alude a la esperanza del regreso y a la toma del poder de los nativos, razón por la cual el vigoroso corcel que se retira del bombardeo no muere, sino que se pone a salvo antes de regresar.

De los que están a la hora y el lugar equivocados

Finalmente, este grabado reflexiona sobre un tema de carácter más universal. Esta obra trata acerca de la muerte de los inocentes, víctimas de los enfrentamientos bélicos. El grabado está compuesto por dos recuadros, en la parte superior se ve un plano con una línea de horizonte baja donde destaca una ratonera; esto nos conduce hacia un episodio vivido por el artista en que, al colocar una trampa para cazar a un ratón, termina por atrapar a un ave inocente que llegó por equivocación.

Esta imagen del ave muerta se vuelve central en el recuadro de abajo, en el que un pequeño pájaro muerto yace en el suelo. La manera en que se trazó el plumaje nos hace pensar en una gran pluma que se posa levemente, aunque con una mirada más profunda se pueden identificar las patas y el pico del animal.

Las aves son un recurso simbólico de gran importancia en el trabajo de Murillo y están presentes en muchas de sus obras.

El fondo de este grabado está tratado con salpicaduras en tonos grises, que fácilmente pueden ser asociadas con la sangre derramada por las víctimas de guerra.

Estas tres obras, ya sea en conjunto o individualmente, abren un espacio al análisis y cuestionamiento sobre la guerra y sus múltiples consecuencias. Alberto Murillo logra esto recurriendo a un lenguaje simbólico, lo cual dota a las piezas de una especial sensibilidad. Aunque están concebidas como obras individuales, el artista procura que sean expuestas a manera de tríptico, leyendo, de izquierda a derecha, primero El nuevo orden, como activador del conflicto; en el centro, La noche triste del corcel árabe, como el desarrollo de la guerra, y, por último, De los que están a la hora y el lugar equivocados, la consecuencia del conflicto bélico.

Invocaciones bélicas como estrategia moralizante

Con estos grabados, el artista registra, estudia y pone en discusión la problemática de la guerra, así como lo hizo Francisco de Goya en su serie Los desastres de la guerra (1810-1815) acerca de la Guerra de la Independencia Española.

Murillo se apoya específicamente en la Guerra de Irak, pero el trabajo y la reflexión que realiza están orientados a rescatar valores universales, enseñanzas que al parecer la humanidad no ha logrado aprender y, con cada nuevo conflicto armado, se repiten las historias de dolor, muerte, exilio y destrucción.

Un aspecto destacable es la doble preocupación del artista en la obra La noche triste del corcel árabe: por un lado, retrata las pérdidas y el dolor humano y, por el otro, revela los estragos que generan en la cultura y el patrimonio, ya que una colectividad ve destruido el legado histórico en el que se sustentan su identidad y cultura. Hay un devastador daño emocional y también moral.

Esta obra, entendida como un tríptico, permite traer a colación una problemática que cambió al mundo entero, dando paso a una serie de transformaciones políticas, ideológicas y económicas. La existencia de obras de esta temática en Costa Rica es de gran importancia porque aunque somos un país sin ejército y con un marcado discurso de paz, esto no exime ni garantiza estar libre de estos desastrosos conflictos y sus estragos. Por lo tanto, estos grabados de Murillo invitan al público a reflexionar y valorar la paz que con tantos esfuerzos ha ido construyendo el país.

Murillo en las colecciones públicas

Recientemente, una edición de esta serie pasó a formar parte de la colección del Museo de Arte Costarricense, lo cual permite aumentar la presencia de Murillo como artista de gran trayectoria e incorporarles a los discursos de la institución temas de política internacional, poco frecuentes en colecciones de arte del Estado.

Alberto Murillo Herrera es uno de los grabadores más destacados del ámbito nacional, con una larga trayectoria en esta técnica, por la que recibió en 1999 el premio Aquileo J. Echeverría en Artes Plásticas. Es ampliamente reconocido por su incidencia en la formación de numerosos artistas desde su labor como profesor en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, donde también fue director. Desarrolló su formación profesional en Costa Rica y Estados Unidos, sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas y ha participado en más de una treintena de exposiciones individuales y colectivas tanto nacionales como extranjeras.

Estos grabados de Alberto Murillo no solo enriquecen las colecciones públicas, sino que aportan una temática de indiscutible importancia en la historia mundial. A pesar de que se ejecutaron hace más de una década, siguen manteniendo enorme vigencia.