Crear, exponer y abrir espacios artísticos con sus propias reglas

Desencantados con un sistema que ofrece posibilidades limitadas, diferentes creadores se lanzan a la arriesgada aventura de abrir y gestionar sus propios espacios para la exposición y promoción de las artes visuales

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“Réunion en Nueve Cuartos, Nos Vemos”. Aunque parece un resumido mensaje de Whatsapp para acordar una cita; en realidad, es un ejemplo de nombres de algunos espacios artísticos que han visto la luz recientemente en San José. Casa Ma y Varios Artistas son otros dos ejemplos de estas iniciativas

Estos espacios son creados y gestionados por los propios artistas. No calzan dentro del concepto tradicional de “museo”, “galería” o “taller”, pues reúnen ciertas características que les dibujan un perfil particular.

Surgen como una reacción ante la escasez de sitios de exhibición en el sistema tradicional, ya sea dentro de la instituciones (museos y galerías) o dentro del esquema del mercado (galerías con fines de lucro).

Tienen un carácter abierto, colaborativo, flexible y libre de ataduras burocráticas o comerciales. Sin embargo, por otro lado, presentan retos como la sostenibilidad a largo plazo.

La mayoría operan en un local físico (aunque no necesariamente) y predomina la acción colectiva tanto para cubrir los costos como para proponer y crear. No hay reglas ni horarios ni cronogramas al pie de la letra, aunque sí se tiene como norte la expresión en su forma más libre. Tampoco la meta hacer dinero; no obstante, una venta siempre es bienvenida.

“Estos nuevos espacios combinan varias dinámicas que atienden las necesidades de una comunidad artística. Están bastante enfocados en exposiciones y responden a una generación o a un grupo de artistas más jóvenes que no encuentran su lugar en instituciones públicas o espacios de exposición más consolidados o formales”, explicó María Paola Malavassi, encargada de investigación, educación y archivo de TEOR/éTica.

De acuerdo con Malavassi, este tipo de proyectos son comunes y de larga data en otros países –principalmente en Estados Unidos, Canadá y las naciones europeas–; no obstante, en Costa Rica apenas están dando sus primeros pasos. “Buscan visibilizar proyectos, crear comunidad y expandirla”, detalla.

Malavassi citó algunos antecedentes importantes como el proyecto Despacio, del artista costarricense Federico Herrero (aún existe), y los desaparecidos Equilátero (Luciano Goizueta y Julián Mora) y Terminal de Fabrizio Arrieta y Javier Calvo.

“Son espacios con una vida corta porque fueron ambiciosos y tenían muchos retos que enfrentar, principalmente el financiamiento. Los artistas deben incluso reducir su práctica artística para gestionar sus trabajos”, agregó.

Romper esquemas

Antes de viajar a Canadá a estudiar artes visuales en la Universidad de Victoria, Sergio Rojas, fundador y director de Nos Vemos, era parte de un grupo de jóvenes que se reunían para intercambiar experiencias. “Estaba muy ‘carajillo’ y sentía una necesidad de agregarle algo a esa oferta cultural con la cual no me sentía satisfecho, pero tampoco sabía muy bien cómo hacerlo”, declaró Rojas desde Zúrich, Suiza, donde está en una residencia artística.

De acuerdo con Rojas, en aquellos días era realmente difícil encontrar dónde exponer: “Me pasaba que muchos espacios estaban hegemonizados o había una lista generacional que tenía que pasar antes que yo. Sentía que debían existir otros espacios para artistas jóvenes, emergentes, con otros intereses”.

En Canadá vivió cuatro años y descubrió una realidad muy distinta a la costarricense: “Ahí tienen una estructura desde los años 60 que se conoce como artist-run centres o espacios dirigidos por artistas. El gobierno canadiense gira gran cantidad del presupuesto asignado para cultura a estos espacios y existe una estructura para la creación, gestión y financiamiento”, destacó Rojas, de 25 años.

El artista expuso y participó activamente en estos espacios y a su regreso a Costa Rica, a mediados del 2016, se concentró en una iniciativa propia que empezó en un cuarto de 3 x 3 metros.

En febrero del 2018 se inauguró formalmente Nos Vemos en un apartamento de dos pisos y tres niveles en San José. Rojas lo define como “un espacio de proyectos” porque “deja la puerta lo suficientemente abierta para la improvisación ya que al inicio todo es muy volátil desde el presupuesto hasta la disponibilidad de los artistas y mi propia estancia en Costa Rica”.

La exposición inaugural fue No tengo fuerzas para rendirme de la artista argentina residente en Costa Rica, Gala Berger, quien, a su vez, es una de las directoras del espacio Casa Ma.

Hasta el momento han realizado exposiciones, instalaciones, conferencias, talleres, intervenciones en la fachada y colaboraciones con otros espacios como Despacio, TEOR/éTica y el Centro Cultural de España.

Autogestión significa lidiar con asuntos que normalmente un artista –en su concepción más idealizada– no tiene que hacer. No solo es pagar alquileres, agua, electricidad e Internet, conseguir todos los materiales y recursos necesarios para cada exposición, sino encargarse de la logística y también de convocar al público. Sí, deben hacerlo todo.

En el caso de Rojas debe pagar un alquiler de ¢210.000 por el local, pero sus gastos son compartidos con otra persona.

Independencia

El artista Carlos Fernández inauguró Réunion en marzo de este año como “un espacio independiente de arte contemporáneo que combina la investigación curatorial y la producción experimental de arte”. Decidió abrirlo para poder “hacer lo que yo quiera”, ya que él consideraba que los espacios de exhibición tradicionales eran “los mismos de siempre” y tenían sus limitaciones.

En su caso, Réunion se ubica en una propiedad familiar en Escazú por la que no debe pagar alquiler; allí mismo tiene su estudio artístico, un área de exposición y un jardín.

Fernández corre con algunos gastos que conlleva una exposición como conseguir materiales, realizar modificaciones físicas al lugar y transporte, entre otros, pero aspira a conseguir un financiamiento sólido y constante.

“Ahora tengo mucha más libertad para desarrollar proyectos propios y de otros artistas; sin embargo, todavía estamos en pañales en cuanto a gestión administrativa y financiera”.

El artista destacó una particularidad de Réunion: la de ser como una “sucursal” de un proyecto homónimo que gestó el curador Sandino Scheidegger, en Zúrich.

Scheidegger es el cofundador del Random Institute en esa ciudad suiza y es el curador de Despacio,.

“Sandino cerró Réunion en Zúrich; tiempo después, yo viajé a Suiza y le comenté mi deseo de abrir un espacio propio. Él me ayudó a definir el concepto; tuvimos mil conversaciones y, en una de tantas, llegamos a la conclusión de retomar Réunion en Costa Rica”, explicó Fernández.

Según él, se aprovecharon varios pluses que ya tenía el espacio original: un nombre, una plataforma digital (sitio web, Facebook, Instagram) y una red de contactos internacional. “Es una forma de compartir arte costarricense contemporáneo que de otra forma jamás sería visible”, subrayó.

En Honduras, el artista Adrián Vallecillo también retomó la idea de Scheidegger y abrió otro Réunion en ese país.

“Sandino nos vendió a Adrián y a mí los derechos de Réunion por un euro. El documento se firmó en la Plaza San Marcos de Venecia”, recordó Fernández entre risas.

Mujeres artistas

Ingrid Cordero, Karla Herencia y Gala Berger, fundadoras del espacio Casa de Mujeres Artistas (Casa Ma), se replantean la idea de “espacio” y no la vinculan exclusivamente a una infraestructura.

Este colectivo feminista itinerante comenzó con una exposición que duró solo dos días (1.° y 2 de setiembre) en una casa propiedad de la familia de Herencia, en Tibás. Ahí confluyeron las obras de 27 mujeres artistas costarricenses de generaciones, disciplinas y enfoques temáticos diferentes, entre ellas Elena Wen, Karla Solano, Laura Astorga, Stephanie Williams, Marcia Salas, Pía Chavarría, Mimian Hsu y Priscilla Monge. Durante esos dos días se realizaron talleres, conversatorios, performances (acciones artísticas en vivo).

“Sentimos la necesidad de organizarnos para salir de la rigidez institucional y crear una red de trabajo más colaborativa y flexible, un diálogo más abierto. Casa Ma busca propiciar un lugar de encuentro para que las mujeres artistas puedan no solo mostrar su obra, sino también dejar oír sus voces en un espacio seguro”, explicó Herencia, quien estudió en la Escuela de Arte y Comunicación Visual de la Universidad Nacional.

Su compañera Ingrid Cordero tiene formación en producción audiovisual y diseño de modas, así como experiencia en gestión cultural. “Todo surgió de una forma muy espontánea, de una necesidad genuina de las tres de hacer algo. Creo que ser gestora y activar espacios es una extensión de mi trabajo como artista”.

Otra de las fundadoras, Gala Berger también acumula experiencia como gestora cultural, ya que es cofundadora del Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo La Ene, en Buenos Aires (Argentina).

“Casa Ma es una iniciativa inspirada en Womanhouse, instalación de arte feminista, creada por Judy Chicago y Miriam Schapiro en Los Ángeles, en 1972. Ellas y sus estudiantes trabajaron durante nueve meses en una casa y luego la abrieron para una exhibición. Era otra época y todas las obras tenían que ver con el confinamiento de la mujer en el ámbito doméstico. Los temas que tratan las artistas que expusieron en Casa Ma son fuertes y producto de un largo proceso de investigación: violencia, abuso, aborto, apropiación del cuerpo”, declaró Berger.

Berger lamentó la falta de oportunidades y apoyos económicos como becas o residencias para los artistas costarricenses.

Formación

Otro de estos espacios autogestionados es 9/4´s, el cual tuvo su origen en la exposición colectiva Nueve cuartos de irrealidad domiciliaria, realizada en el 2011, en la casa del abuelo de una de las integrantes del grupo.

“Sin necesidad de una curaduría académica creamos un espacio autogestionado por artistas y fue bastante exitoso”, declaró el artista Fabián Monge.

Después de realizar varias exposiciones en Avenida Escazú, Amón Solar y Casa Batsú no fue hasta este año que el colectivo de arte multidisciplinario finalmente se estableció en un espacio físico: el edificio que albergaba a la Embajada de Bélgica, en Los Yoses.

Ese recinto funciona como estudio de arte para los creadores Fabián Monge, Ignacio González, Marta Palacio, Mario Sánchez, Alejandro Cruz, Ricardo Cruz, Lola Miche, Orlando Guier y Leo Ureña.

“La gran diferencia es que ya no solo es juntar la obra de cada en una casa ocupada temporalmente y convertida en galería, sino que ahora tenemos un espacio para trabajar y un área para exhibir nuestras obras”, comentó el fotógrafo Ignacio González.

En 9/4´s también se organizan varias actividades, algunas gratuitas; es decir, es un espacio abierto y dinámico.

Cuestión de números

Si bien estos espacios son como “laboratorios” en donde los artistas pueden controlar sus propias condiciones de trabajo, también representan un reto en cuanto a su sostenibilidad.

Los artistas consultados reconocen que esos espacios no fueron concebidos como negocios y representan una inversión de tiempo y dinero.

Ninguno de ellos “vive” con esto y sus ingresos provienen de otras fuentes como la venta de sus obras o de sus empleos en otras áreas.

“Hace como 10 años tuve un espacio llamado la Casa Azul, en Heredia, y realmente es muy difícil sostenerlos por mucho tiempo porque las ayudas son pocas y limitadas”, declaró Karla Herencia, quien es docente en la Universidad Nacional y labora en el departamento de archivo de TEOR/éTica.

“Uno tiene que entender el rol de espacio que tiene. Nos Vemos no me da a mí de comer y eso lo tengo bastante claro”, declaró Sergio Rojas.

“No me sostengo económicamente con Réunion; soy educador en agricultura orgánica y tengo un emprendimiento de bebidas fermentadas, que es de donde provienen mayoría de los recursos para financiar este lugar”, aseguró Carlos Fernández.

Aunque no es su objetivo principal, todos ven bien concretar la venta de alguna obra de algún artista; eso sí, en estos sitios, las comisiones son mucho menores que las que se cobran usualmente en una galería comercial.

Al no ser un negocio como tal, la dinámica de los horarios tampoco se ajusta al esquema tradicional de 9 a.m. a 5 p.m. Para poder visitar los lugares se debe arreglar una cita o contactarlos por medio de sus redes sociales.

Aunque hay motivación y entusiasmo para rato, estos espacios no tienen todavía un futuro garantizado. Su carácter experimental los tiñe de incertidumbre y muchos detalles se van resolviendo en el camino.

Desde su propia experiencia, el artista Federico Herrero aconseja a estos noveles gestores: “Lo más importante es definir si van a ser espacios comerciales o no, esto aclara mucho la intención. Ambos caminos son muy importantes, los artistas necesitan galerías que les ayuden a vender su trabajo, pero también deben tener oportunidades de explorar su práctica sin las presiones del mercado. Ese balance es el que más cuesta lograr, pero el que mejores frutos da”.

¿Dónde encontrar estos espacios?

Nos Vemos

Dirección: Del Automercado en San José, 250 metros al norte

Sitio web: No tiene

Facebook: /Nos-Vemos

Instagram: Nos_vemos

Contacto: nosvemoscr@gmail.com

Réunion

Dirección: Del Perimercado de San Rafael de Escazú 200 mts sur y 150 mts este

Sitio web: https://reunion.la/

Facebook: /reunionspace

Instagram: reunion.la

Contacto: carlos@reunion.la

Casa Ma

Dirección: No tiene espacio físico

Sitio web: No tiene

Facebook: /CASAMACR

Instagram: casamacr

Contacto: casamactivista@gmail.com

9/4’s

Dirección: Diagonal a tienda Arenas, antigua Embajada de Bélgica, Los Yoses, San Pedro

Sitio web: No tiene

Facebook: /nuevecuartos

Instagram: nuevecuartos

Contacto: Fabián Monge (8450-5638). nuevecuartosextraterritorial@gmail.com

Pionero

Varios de los artistas consultados reconocieron al artista Federico Herrero y a su proyecto Despacio como pionero de los espacios artísticos autogestionados, así como a un mentor que les abrió las puertas y los impulsó a buscar oportunidades por cuenta propia.

Herrero considera que estos espacios son un ejemplo de resistencia a raíz de “la frustración tan grande de ver que las instituciones, sean museos, galerías o bienales, son manipuladas muchas veces por intereses que no tienen nada que ver con el arte.

Él mismo, cuando era un veinteañero desconocido, recibió el apoyo de personas como la investigadora, curadora y gestora cultural Virginia Pérez Ratton y el curador de la Bienal de Venecia del 2001, Harald Szeemann, quien lo invitó directamente a participar. En ese renombrado encuentro mundial, Herrero ganó el premio al mejor artista joven. “Ellos me dieron un espacio y un voto de confianza cuando comencé. Nunca se guiaron por las condiciones del mercado o si yo era conocido o no, solo se fijaron en mi trabajo y nada más, y creo que ese es un modelo que he tratado de aplicar en Despacio”.