‘Como polvo en el viento’, de Leonardo Padura: La novela de la diáspora cubana

No es sólo una gran novela, sino una obra necesaria, un testimonio que tenía que quedar plasmado literariamente, a fin de que nadie, nunca, ignore el trágico y universal tema que aborda.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Son habaneros comunes y corrientes, nacieron alrededor del año sesenta, crecieron con la Revolución, con el sueño de “el hombre nuevo”, entendían que la lucha de clases era el motor de la Historia, gritaban a los cuatro vientos consignas antiimperialistas. Ellos, muchachos y muchachas, se conocieron en el preuniversitario de El Vedado, formaron parejas, se enamoraron, se traicionaron. En los noventa cumplieron treinta años, se desplomó la Unión Soviética y con ella la economía satelital de su país, entonces llegó el “período especial”, una muerte dentro del grupo, una infidelidad, el desencanto más terrible y comenzó su dispersión.

Como polvo en el viento (2020) es la novela más reciente del escritor cubano Leonardo Padura, una novela larga, compleja en su estructura temporal, sensible y profunda, en la cual se narra el drama de su país, la diáspora, la ruptura de familias, el exilio voluntario, el miedo al control autoritario y policial de la vida cotidiana en la isla, la división entre comunistas y anticomunistas, la nostalgia por la patria lejana, la cubanía que a pesar de las adversidades se mantiene vigente en cualquier lugar al que lleguen ellos cargando en la mochila su alegría, su inteligencia, su poderosa cultura caribeña y mestiza y las traumáticas vivencias políticas de la sociedad en la que les tocó nacer. Adela está por cumplir 26 años, vive en los Estados Unidos, es hija de una cubana que migró en los noventa y cree que su padre es un psicoanalista argentino.

Con el fin de estudiar se muda a Miami, se enamora de un cubanito de Hialeah y esa relación le falsea los cimientos de la ficción que ella ha creído ser su vida. Su madre tiene otro nombre, su padre no es su padre y en Cuba se esconde un pasado oscuro que ella intentará descubrir de la mano de su novio. Walter es un soplón, un provocador, chantajista y pintor, quien en un aparente suicidio se reventó la vida al caer desde el piso dieciocho de un edificio habanero.

La madre de Adela, embarazada, huye de Cuba tras esa muerte. Su pareja de entonces, Bernardo, hombre estéril, se alcoholiza por la evidente humillación que supone el embarazo de su mujer, por su fuga y por la muerte que ha presenciado. Las circunstancias en las que ocurrió esa muerte, así como la incógnita acerca del responsable del embarazo de Elisa, madre de Adela, son los datos escondidos que estructuran “Como polvo en el viento”.

Un narrador que se desenvuelve con facilidad en el uso de las técnicas de la novela policíaca nos acerca paso a paso a la resolución final de esos misterios, determinantes para las vidas de unos cubanos que van de La Habana a Barcelona, de Madrid a Miami, entre 1990 y el 2016. Además, junto a sus viajes y tribulaciones, viene un amplio panorama sobre Cuba, las penurias económicas que padece su población, la limitación de las decisiones individuales en nombre de una ideología impuesta y desgastada; las facilidades para estudiar o tener atención médica, el odio y la envidia entre vecinos, el dolor por los que viven lejos, el ajetreo cotidiano para “resolver” las necesidades elementales en un sistema político que “ni Dios entiende”, las dinámicas del mercado ilegal y, mencionado de pasada, el sonado caso de narcotráfico que se destapó a finales de los años ochenta.

El narrador de esta novela no interfiere mediante juicios morales o políticos en lo que les ocurre a sus personajes, él los deja ser, los deja hablar, los hace comprensibles en la acción. Así, Elisa puede decir que en la base del comunismo está el odio y la envidia; Darío puede argumentar que solo en una sociedad como la cubana un niño miserable como lo fue él puede llegar a ser neurocirujano; o Ramsés, su hijo migrante, nos puede dar una idea de la manera de pensar de otra generación, una que no sufrió el desencanto ideológico por no haber estado ilusionada jamás con el paraíso que prometió el socialismo.

Estos personajes son entrañables, vulnerables, profundos y realistas, gente como cualquier otra que busca ser feliz en países que ofrecen oportunidades que en Cuba no encontraron, gente que vive en la contradicción de añorar la isla desde los lugares distantes a los que huyeron por decisión propia. Ellos, gracias a la sensibilidad de un novelista de raza, muestran el desgarramiento que implica la diáspora, esa marca indeleble en la vida de tantas familias cubanas, la división de una sociedad, el drama de los cubanos por el mundo, un drama de orígenes políticos cuya solución está por verse.

El narrador de Como polvo en el viento no es un dictador ni un censor ni un panfletario, es el mediador entre sus personajes y nosotros los lectores, que gracias a él conocemos sus idas y venidas, sus encuentros y desencuentros, sus demonios, sus ternuras, sus aspiraciones, sus secretos, sus necesidades afectivas reprimidas, su sexualidad y su humor; vivido todo esto en una ficción que se desarrolla en distintas ciudades del mundo, muchas, ya que en cada una de ellas vive un cubano o una cubana.

La novela termina con la resolución de los misterios sobre la muerte de Walter, la razón de la fuga de Elisa y la identidad del padre de Adela; pero también termina en el momento social de optimismo que se abrió con el acercamiento diplomático entre Barack Obama y La Habana. Contexto en el que Horacio, uno de los miembros del grupo, doctor en física y personaje maravilloso, decide no callarse más y comienza a dar sus opiniones por redes sociales, opiniones reconciliatorias por las que recibió calificaciones tanto de comunista como de anexionista, de infiltrado castrista como de agente de la CIA.

“A veces pienso que somos un pueblo especial, otras que somos un pueblo maldito.” Dice Horacio, y así, con sus contradicciones y con las de sus amigos, Leonardo Padura nos entrega una buena novela y nos ofrece, desde la ficción, una hermosa posibilidad para comprender un poco mejor las tensiones contemporáneas de su país.