Alejandro Marín relata la historia de ser un “poeta por accidente”

El joven, quien fue reconocido con el premio Aquileo J. Echeverría de Literatura en la categoría de poesía, habla de su primer libro ‘El sol púrpura’, con el que busca conmover al lector sobre temas como el significado de la vida y el amor

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Alejandro Marín Solano es un hombre cuyas palabras se sustentan en los hechos. Desde que era tan solo un niño, supo entender el valor que hay detrás de cada una de ellas, por lo que no resulta extraño presenciar cómo se toma el tiempo necesario para construir una frase que le permita expresar todo lo que siente, piensa o quiere.

A sus 29 años, este joven, que se graduó en Filología Clásica en la Universidad de Costa Rica, reconoce con extrema sinceridad, de esa que se agradece siempre, que El sol púrpura, de la Editorial de la Universidad Nacional, nació no solo como una necesidad de expresión de un documental que llamó su atención, sino que la razón principal fue poder obtener un premio que monetizara de alguna forma su reconocimiento.

“Yo estoy muy consciente de que vivir de la escritura en Costa Rica es imposible, porque los libros siempre lo terminan comprando los familiares y amigos, pero de allí no pasa, no tienen repercusión alguna y eso no solo sucede aquí, sino en otros países. Mi objetivo con este libro es que quería ganar un premio que me diera una dotación económica, porque no quería regalar mi trabajo y lo logré con el certamen UNA Palabra", comentó Marín.

El escritor, quien vive en Cartago y trabaja como dependiente de una librería en San José centro, recuerda que fue citado a la librería de la Universidad Nacional para una entrevista y que, mientras esperaba por la periodista, alguien le dijo que lo llamaban por teléfono, que si podía acercarse hasta una oficina. Fue allí cuando alguien del Ministerio de Cultura le dijo que había ganado el Premio Nacional de Cultura.

¿Qué fue lo primero que pasó por su mente en ese momento? “En que uno siempre debe apuntar alto y que, cuando escribís confluyen muchos deseos, entre ellos, mostrar las habilidades propias y hacer grandes cosas con medios pequeños”. La respuesta podría parecer sencilla, pero para Marín, resume uno de los mejores momentos vividos hasta ahora y que le hacen seguir teniendo una sonrisa en su rostro cada vez que recuerda ese instante.

Lo que confesaría minutos después en esta conversación, que tuvo como lugar en el parque España, es que no es el único en su familia que ha ganado un Premio Nacional de Cultura. Su tío, el historiador Roberto Marín Guzmán, también lo obtuvo en dos ocasiones, el mismo quien, sin saberlo, sembró en él la idea de ser un escritor cuando creciera.

“Siempre lo veía hablando de sus libros, de la historia, así que cuando era un niño pensé en que cuando creciera sería un escritor. Claro, en ese momento no estaba consciente de lo que eso implicaba, pero diría que ese fue el momento en el que supe que mi vida estaría ligada a esto, al hecho de escribir. Mi familia siempre me inculcó el amor por la lectura”, expresa Marín.

Su adolescencia transcurrió entre libros de Julio Cortázar, y que años después decidiría vender porque ya no se identificaba con lo que leía en ellos, para darle paso, no tan inmediato, a la influencia del francés Pierre Louÿs y del japonés Yukio Mishima. El primero, por la forma en la que fue capaz de darse licencias literarias y hacer trucos con el lenguaje, mientras que el segundo por la manera estética en la que aborda la belleza, el erotismo y la muerte.

Letra por letra

Con cierta timidez afirma que él es un “poeta por accidente”, pero, a medida de que transcurre la conversación, se llega a la conclusión de que en realidad lo es por objetivos. El sol púrpura nació como una novela corta escrita en prosa, que luego mutó a cuento para intentar cumplir con las exigencias requeridas para participar en distintos concursos, pero no se acoplaba muy bien al género debido a la temática. Fue entonces cuando decidió que lo mejor era convertirlo en un poemario.

“Podría decirse que terminé convirtiéndome en poeta por accidente, porque no pretendía convertirme en poeta. La poesía tiene mala reputación, tanto en los poetas como en los lectores, porque se tiene una idea anticuada del género, que siempre lo relacionan con el romanticismo y de su solemnidad. Esto sucede a pesar de que las últimas tendencias en la poesía son escribir sobre la cotidianidad y en un lenguaje más sencillo”, argumenta.

Marín asegura que este, su primer libro, busca seducir al lector y conmoverlo. Desde su perspectiva, esa fue una de las principales razones que lo motivaron a alcanzar el objetivo de reescribir una y otra vez la historia, esto durante tres años, para en los tres siguientes tomarse el tiempo necesario de lograr que su publicación fuera reconocida y permaneciera en el tiempo.

El sol púrpura tiene como protagonista a Nasrín, un adolescente de 14 años, que se enfrenta al dilema de tener que elegir entre si desea seguir viviendo feliz y apostando por un amor que apenas está comenzando a descubrir, o morir en el nombre de Alá, que es uno de los objetivos fundamentales de todo yihadista, en medio de un día a día que se desarrolla en el Lejano Oriente. Sin embargo, la universalidad de su historia, hace una reflexión sobre el compromiso, el significado de la vida en la actualidad y el amor.

“Mi inquietud surgió luego de ver el documental Niño bomba, en donde se muestra cómo las familias entregan a sus hijos para que sean utilizados por una causa en la que ellos creen y que tiene un objetivo más allá que la vida misma. Conmovido por la historia, decidí escribir un poema de esto, pero aunque lo intenté varias veces, no funcionó. En esa búsqueda por conmover al lector, la idea y el poema se fue haciendo más grande, hasta el punto de tomar forma de un libro, en este caso, los varios poemas que lo conforman”, recuerda.

Fue entonces cuando el escritor decidió leer las traducciones de poesía árabe, especialmente las relacionadas con Afganistán, además de investigar sobre la cultura de oriente, ya que los detalles le permitirían utilizar algunos arabismos intencionados en el texto. El proceso de escritura se enfocó principalmente en eso, en hallar palabras que por su sonoridad, a pesar de ser castizas, se sintieran como si fueran de esta región del mundo.

Si bien, las palabras de un texto siempre permanecen, la interpretación que haga el lector es una constante llena de cambios. Eso es algo que tiene muy presente Alejandro Marín, quien es consciente de que es allí en donde radica su principal reto: en ser capaz de seducir a otros y conquistarlos con la iniciativa de crear su propia historia, partiendo de la realidad que él construyó.