Moscú, Rusia
El histórico restaurante Aragvi, inaugurado en Moscú en 1938, reabrió sus puertas recientemente luego de recibir una inversión de $5,8 millones del armenio Gor Nakhapetyan, quien le dio nueva vida al inmueble.
El local funcionó durante la existencia de la Unión Soviética por iniciativa de Lavrenti Beria, el jefe de la policía secreta del dictador Joseph Stalin.
Durante décadas, su cocina y ambiente fueron considerados lo máximo en estilo y atrajeron a visitantes extranjeros, entre ellos el afamado actor británico Richard Burton y el escritor estadounidense John Steinbeck.
Además, era el sitio preferido de muchos espías rusos. Sin embargo, después de la disolución de la Unión Soviética decayó y cerró en el 2003.
Diseño y anécdotas
Si bien el diseño se cambió totalmente y es moderno, aún hay elementos que traen recuerdos de los días de gloria del lugar.
Por ejemplo, un comedor está decorado con murales de tractores y fábricas al estilo soviético, con campesinos que cargan el maíz en sus espaldas.
El menú actual aún contiene el famoso plato de la casa: pollo al ajo y salsa nogada, que era lo más caro que se ofrecía. Antes costaba dos rublos y 45 kopecks (moneda rusa), ahora su valor es de 910 rublos (unos $13,5).
Entre los primeros visitantes después de la reinauguración hubo un grupo de físicos nucleares, quienes celebraron la obtención de sus títulos universitarios hace medio siglo.
"Sí, la nostalgia es parte de la idea, pero es una nostalgia por la juventud, no por la Unión Soviética. Se trata de la amistad entre las personas. Nuestro objetivo son los mayores de 50 años que disfrutan de una buena conversación y reunión, y no están con la mirada puesta en sus celulares durante la comida", dijo el inversionista Nakhapetyan.
Mijaíl Lyubimov, un exoficial de la agencia de inteligencia KGB de 81 años, contó a The Times sobre las reuniones de trabajo que sostuvo, en las que se deleitaba con el queso suluguni frito que servían.
"La boca se me hace agua de solo pensarlo", rememoró el exoficial.
Él recordó que una ocasión uno de sus colegas se emborrachó un poco e invitó a una mujer estadounidense a bailar al Aragvi.
"Pero resultó que ella era una empleada de la embajada de Estados Unidos que estaba bajo vigilancia. Él tuvo muchos problemas para librarse de ese lío", comentó.
Lyubimov, quien había trabajado encubierto como diplomático en Londres y había sido subjefe de espías para Gran Bretaña y Escandinavia, aseguró que muchos empleados en el restaurante eran realmente oficiales del KGB, y para conseguir una mesa se necesitaba dinero o contactos.