Un simple dibujo podría ser el camino más efectivo para ingresar a la mente de un niño, escarbar en su inconsciente y sacar a jugar sus emociones, esas que se resisten a manifestarse a través de las palabras.
Situaciones de violencia, abuso, pérdidas, frustraciones o problemas de baja autoestima, pueden brotar con solo tomar un lápiz, un pincel o una crayola. Lo mismo aplica para la alegría, el amor y la esperanza…
La psicoanalista Andrea Carranza Echeverría tiene esto muy claro. En consecuencia, en el 2008 fundó Sueña en Colores , una asociación sin fines de lucro que aprovecha las múltiples ventajas del arte para abordar distintas temáticas psicológicas con escolares costarricenses.
“En este momento trabajamos con 450 niños de centros educativos que no tienen presupuesto para estas iniciativas”, detalló la joven, minutos antes de que la campana anunciara el final del recreo y un tropel de chiquitos ingresara al aula de tercer grado, en la Escuela Juan Santamaría de Curridabat. El programa, financiado mediante donaciones, también se imparte en las escuelas República de Venezuela, en Escazú y La Pastora de Irazú, en Cartago. A partir de agosto, se unirá el centro educativo de Guachipelín, también en Escazú.
Más que pintar. Esa mañana de jueves, víspera de las vacaciones de medio periodo, la energía se sentía por todos los rincones del recinto escolar.
Sin embargo, Andrea y dos jóvenes asistentes (María José Sánchez y Camilo Cañas, estudiantes de Psicología que forman parte de su equipo), consiguieron tranquilizar al grupo a punta de papeles y pilots .
Los alumnos se sentaron en suelo y, unos más dispuestos que otros, cumplieron con las tareas asignadas. Entre ellas: simbolizar una emoción positiva, completar frases relacionadas con sus sentimientos y colorear una mandala (figura circular que representa el “yo” y que en arteterapia se usa para, entre otras estrategias, fomentar la concentración y la relajación).
“¿Quiere ver la mía?, me quedó linda”, expresó una de las chiquitas más hablantinas de la jornada, mientras un compañerito guardaba la suya a toda prisa. “No pude terminarla”, confesó molesto. Los 80 minutos de la clase se les fueron volando.
“El arteterapia es mucho más que pintar, bailar o escuchar música. El arte activa ciertas zonas del cerebro y, así, despierta todo tipo de emociones (placenteras o adversas)”, recalcó Carranza, al retomar la conversación.
Según ella, cuando las personas hablan, el juicio y la moral entran en juego y cortan la libre expresión. “A los niños esto se les dificulta más, pero al pintar o hacer manualidades, se divierten y fluyen. Y es ahí, en esa fluidez, donde el inconsciente se revela. Entonces, no importa el resultado de lo que se creó; lo que a nosotros (los terapeutas) nos interesa es el proceso”, especificó.
Abordaje responsable. Desde su experiencia, para realizar un adecuado manejo, se requiere, eso sí, de un profesional en el área. Este debe escuchar, acompañar y producir con el paciente, pero también darle contención.
“No se trata de interpretar, sino de que la persona pueda construir, o desconstruir su historia”, insistió la psicoanalista.
El programa Sueña en Colores en las escuelas se divide en tres módulos y tiene una duración de entre 12 y 18 meses, lo que permite profundizar y darle seguimiento a los niños. Las decisiones se toman, según cada caso.
“A lo largo de estos años hemos detectado situaciones de agresión y abuso, las cuales referimos a otros colegas para trabajarlas individualmente.
”Si hay bullying , trabajamos la inclusión y la resolución de conflictos. Y, si vemos niños con dificultades para controlar impulsos o hacer lazos sociales, procuramos darles herramientas que les permitan salir adelante”, concluyó Carranza.
Los padres de los niños que han recibido las clases, agradecen los resultados obtenidos mediante este sistema terapéutico. En el sitio web de Sueña en Colores, pueden leerse algunos comentarios.
“ Mi hijo ha logrado controlar y canalizar la frustración y mal humor; se relaja montones cuando asiste a los talleres, disfruta muchísimo, yo estoy muy satisfecha y encantada con este programa, ha mejorado en la escucha y ha cambiado su actitud, es más positivo (...)”, escribió la mamá de un estudiante de la escuela Juan Santamaría.
El programa busca cómo favorecer a más niños
Además de las escuelas Juan Santamaría en Curridabat, República de Venezuela en Escazú y La Pastora de Irazú, en Cartago, los responsables del programa Sueña en Colores también realizan otras intervenciones para favorecer a más niños.
Por ejemplo, están llevando a cabo un taller terapéutico en un hogarcito, mediante el patrocinio de la firma Sfera Legal.
Para tener una sede, Portafolio Inmobiliario (Pinmsa) también les facilitó un local en Avenida Escazú, como parte de su responsabilidad empresarial.
“Allí hacemos actividades y cursos abiertos a todo público para estimular la creatividad en niños y adultos, pero al mismo tiempo recolectar fondos con el fin de sostener y expandir nuestro programa en escuelas. Asimismo, ofrecemos talleres en empresas”, comentó la directora Andrea Carranza.
Por tratarse de una asociación sin fines de lucro, ella insiste en que los patrocinios y las donaciones económicas o de materiales (papelería, pintura, etcétera), son vitales. Bien recibidas son también las personas que deseen hacer sus pasantías o Trabajo Comunal Universitario (TCU), manifestó.
Chanchitos. La otra alternativa para ayudar es participar en la campaña “Adopta un chancho”. Consiste en que los niños de las escuelas beneficiadas con el programa, pintan, a manera de agradecimiento, un chanchito de barro para que personas y empresas los “adopten”, los “engorden” con dinero y los devuelvan a Sueña en Colores.
Estas alcancías también pueden adquirirse por ¢3.000 y pintarse en el local de Avenida Escazú; y se regresan cuando estén llenas.
Carranza indicó que los interesados en colaborar pueden escribir a los correos: andrea@asccr.org o info@asccr.org o llamar al teléfono: 2208-8744.