En la Franja de Gaza, un territorio empobrecido y devastado por varias guerras con Israel, Said al-Ar abrió el primer refugio para perros callejeros, despertando solidaridad e incomprensión a partes iguales.
"¿Cómo se puede crear un refugio para perros cuando nosotros mismos necesitamos uno?", se queja Jaser al-Sheij, un desempleado de 27 años. "Primero hay que alimentar a nuestros hijos y encontrar trabajo para miles de diplomados sin empleo".
La religión musulmana considera a los perros como animales impuros y se les tolera solo como guardianes y para la caza. Para muchos gazatíes, el destino de los cientos de perros hambrientos no es una prioridad.
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Pero Said al-Ar, un padre de familia de 45 años, decidió ayudarlos y concederles lo que le sobra de dinero una vez atendidos sus siete hijos y su esposa.
Creó la "Asociación al-Sulala para la protección, la rehabilitación y el adiestramiento" en un suburbio al sur de la ciudad de Gaza y abrió una perrera de 2.700 m2.
Allí, en un terreno arenoso, 75 perros reciben su ración de comida, saltan obstáculos o responden corriendo a la llamada de los cooperantes.
Estos animales son su pasión. Hace años dirigía una unidad cinológica de la policía especializada en la detección de explosivos y de drogas. Pero cuando Hamas tomó el poder por la fuerza en Gaza en 2007, el movimiento islamista instauró sus propios servicios.
Said al-Ar no trabaja pero sigue cobrando su salario, abonado por la Autoridad Palestina, con lo que dispone de tiempo para dedicárselo a los perros.
Las autoridades le prometieron un terreno de cinco hectáreas, anuncia Said al Ar, que sueña con una perrera inmensa, "con una fábrica de comida para perros y una clínica veterinaria para todos los animales callejeros".