Ahí está, una belleza verde oscuro en el mercado de granjeros: ese dulce y crujiente dínamo de gran valor nutricional que conocemos como el brócoli local y fresco.
Y luego está el otro más común: una masa amarga y correosa que empieza a volverse amarillo en las puntas, todo golpeado y raspado por su largo viaje desde el campo hasta el supermercado.
Thomas Bjorkman, botánico de la Universidad de Cornell, pretende mejorar los procesos para llevar mejores brócolis y mucho más frescos a todas las mesas y durante todo el año.
El objetivo final es ayudar a cambiar las actitudes hacia las frutas y verduras incrementando su atractivo y utilidad en la cocina, mientras se mantiene o incluso se incrementa su carga nutricional.
En este caso, se planea incluso combatir el cáncer, maximizando en el brócoli la concentración de la llamada glucorafanina, compuesto que se ha descubierto ayuda a evitar el desarrollo de tumores.
Por eso, Bjorkman y su equipo han creado una nueva “versión” de la planta que puede prosperar incluso en los veranos calurosos y vaporosos de Nueva York, Carolina del Sur o Iowa, por ejemplo, y cuyo cultivo es bastante barato para hacerlo en grandes volúmenes.
Y no se detienen ahí: este brócoli también es crujiente, sutilmente dulce y finalmente tierno cuando se come recién recolectado, lo cual pudiera elevar al común brócoli a las filas de la élite de los vegetales.
“Si usted ha comido un brócoli realmente fresco, sabe que es algo totalmente diferente”, dijo.
“Y si el objetivo de la política de salud de EE. UU. es incrementar enormemente el consumo de brócoli, entonces necesitamos una oferta constante, a un precio atractivo”.
Este resultado se logró tras dos años de ensayos exitosos que involucraron a las mayores compañías de semillas.
Para realizar el proyecto, Borkman logró una subvención de $3,2 millones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en 2010, junto con $1,7 millones en contribuciones de socios comerciales.
Como parte de esta iniciativa, el laboratorio de Cornell (donde trabaja el equipo científico) ya ha producido un chile habanero con todo su sabor pero sin su quemante picor, guisantes sin los molestos hilos, y deliciosas manzanas que no se oscurecerán al rebanarlas.
¿Purismo vs. ciencia? Aunque el científico Bjorkman es vegetariano apasionado y gran defensor de los agricultorees, su brócoli perfecto desafía la visión purista de los alimentos.
Los críticos generalmente aceptan su ciencia, que involucra formas bastante tradicionales de biotecnología, como usar cajas de Petri para unir brócoli con rábanos y otras plantas que nunca se enlazarían por sí solas, y seleccionar genes a través de esta reproducción que pudieran minimizar los costos de producción y maximizar el atractivo ante el consumidor.
Sin embargo, no pocos se horrorizan por su colaboración con grandes compañías de semillas como Monsanto, cuya línea de biotecnología incluye calabazas y maíz desarrollados con la tecnología mucho más avanzada de la modificación genética.
Ni Monsanto ni Bjorkman dicen que tengan planes de usar ese método para desarrollar un brócoli mejor.
Bjorkman reconoce que las semillas del “nuevo brócoli” ya están listas para su cultivo, pero que “podrían pasar varios años más antes de que los abarroteros comiencen a vender los cogollos locales”.
Marion Nestle, profesora de nutrición de la Universidad de Nueva York y autora de Food Politics sale al paso y asegura: “Este es otro ejemplo del control de Monsanto sobre la oferta de alimentos. Y esa es una pregunta enorme y legítima: ¿Una corporación debería tener ese nivel de control sobre los alimentos de que depende la gente?”, acota.
Según Nestle, Monsanto fue el primero en salir con un brócoli tolerante al calor. De hecho, esta empresa se unió a los ensayos de plantación de Bjorkman para probar algunas de sus variedades en cuanto a la tolerancia al calor y ahora está vendiendo estas semillas a agricultores en Georgia, EE. UU.
Monsanto dijo que estaba consciente de las inquietudes sobre la consolidación en la industria y estaba esforzándose para poner sus semillas a disposición de pequeños agricultores y jardineros; un esfuerzo que Bjorkman agradece.
“Para ser efectivos, tenemos que trabajar con la industria de las semillas consolidada”, dijo Bjorkman. “Pero no exclusivamente. Queremos hacer que estos estén tan disponibles como sea posible”.
Según él, lo que sigue ahora es acercarse a los compradores.
Por eso, durante este verano los científicos harán grupos focales en los cuales 150 o más personas recibirán el típico brócoli californiano y el nuevo brócoli oriental para que comparen su apariencia y sabor.
A los voluntarios, se les pedirá que apuesten por el mejor brócoli, usando su propio dinero.
¿Los compradores invertirán su dinero en lo fresco y local? “No queremos estar adivinando”, dijo Bjorkman de sus planes de mercadotecnia. “Queremos saber cuánto están dispuestos a pagar”.