Con la entrada a clases, la alimentación de los niños y jóvenes pasa a ser un tema trascendental debido a la necesidad de garantizar la buena alimentación durante la cantidad de horas fuera de casa.
Las meriendas, y en algunos casos los almuerzos, pasan a ser asunto de preocupación.
Nutricionistas consultadas por La Nación aseguran que hay tres claves para una alimentación saludable: desayunar, dividir los tiempos de comida en cinco o seis (tres principales y dos o tres meriendas) y adecuar la dieta a la edad, estatura, sexo, peso y nivel de actividad física.
Por otra parte, la comida que se lleva al centro de estudios debe ser variada y equilibrada, e incluir al menos una fruta, un lácteo y un carbohidrato (harina).
Para la nutricionista Gloriana Arce, los padres deben tomar en cuenta que cada uno de sus hijos come en forma muy distinta, según su edad y la cantidad de actividad física que realicen.
“No hay una receta. Cada cuerpo tiene una máquina diferente y requiere de energía de forma diferente; lo ideal es que se les dé según edad, peso, sexo y estatura. En el caso de las meriendas, poner algo de carbohidratos, algo de frutas, algo de lácteos”, explicó Arce.
“También hay algo importante, no satanicen ningún alimento. No hay alimentos buenos o malos; si hay alguno con mucho aporte calórico, modere la cantidad y frecuencia, pero no los elimine”, añadió.
Diferencias. El crecimiento de los niños hace que, según la etapa, se necesite más o menos comida.
El Instituto de Salud de Estados Unidos creó en el 2010 una serie de guías en las que expone la alimentación que debe tener un niño según su edad, sexo y nivel de actividad física.
Por ejemplo, un niño de dos a cinco años sedentario podría merendar una onza de cereal y media taza de frutas; mientras que un menor de cuatro a ocho años que realice actividad física moderada deberá agregar una onza de proteínas (jamón, pavo, huevo).
Por su parte, una persona entre los nueve y los 13 años podría agregar media taza de lácteos a dicha merienda.
Sin embargo, los especialistas insisten en que más allá de la merienda, el desayuno es un tiempo de comida que no puede faltar.
“El desayuno es la comida más importante del día y debe incluir el 25% de los nutrientes. Si se omite, la insulina y la glucosa bajan, y esto puede interferir en la función intelectual y en las motoras fina y gruesa. Además, no comer en la mañana disminuye la atención y el rendimiento, sobre todo en las primeras horas de clase”, dijo la nutricionista Susana Campos.