Oliver Sacks fue un famoso neurólogo y escritor británico, aficionado a la química. Un entusiasta de la vida que se afanó en compartir su conocimiento.
Sacks nació y vivió en en Londres durante los bombardeos nazis de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque nunca llegó a ser ciudadano estadounidense, la principal parte de su carrera se desarrolló en ese país.
Sus artículos y libros sobre los complejos mecanismos de la memoria, la capacidad humana para generar recuerdos y el párkinson le proporcionaron un reconocimiento mundial. Falleció a los 82 años tras luchar contra un cáncer terminal.
La periodista Minda Zetlin publicó recientemente en la revista Inc.com una serie de consejos inspirados en su vida.
En primer lugar, Sacks decía que “el coraje es lo que hace que vivir valga la pena”. Y es que siendo uno de los homosexuales más prominentes de la historia moderna, él sufrió la discriminación, incluyendo una “maldición” de su propia madre.
Sin embargo, ante las dificultades de cada día, él siempre tomó el camino más valiente: por ejemplo, emigró de Londres a California siendo un joven médico, hizo montañismo a los 41 años y se le enfrentó al cáncer.
La segunda enseñanza es que algunas obsesiones son buenas para el alma. Sacks aseguraba que una vez que su mente se enganchaba con un tema, ya no podía soltarlo: “Soy muy tenaz, para bien o para mal”, reconocía.
En su caso, su obsesión fue el amor a la neurología, tanto que incluso se atrevió a probar la droga L-dopa en sus pacientes catatónicos que sobrevivieron a la epidemia de encefalitis de 1917 a 1928 y que estaban en el hospital de Bronx. Su descubrimiento, hecho en 1969, se relata en la película Despertares , donde Oliver Sacks es interpretado por el actor Robin Williams.
“Encuentre una profesión que usted ame al menos la mitad de lo que Sacks amó la suya y tendrá un ingrediente vital para tener una vida felicidad”, asegura la periodista.
En tercer lugar, él destacaba la importancia de ser capaz de hacer lo inesperado y dar la bienvenida a lo impredecible. El neurólogo hizo fisicoculturismo y anduvo en una pandilla de motociclistas, actividades que no tenían nexo alguno con su profesión.
De hecho, sus amigos coinciden en que su afán de hacer lo que otros en su posición no se atreverían era una gran parte de lo hizo la vida de Sacks poco común.
Lo cuarto, repetía, es ser honesto con uno mismo y con los demás. Además de expresar claramente su homosexualidad y su adoración a la tabla periódica, Sacks compartió públicamente –en un artículo para The New York Times – lo que sintió cuando recibió su diagnóstico de cáncer y cómo pensaba que eso lo retaba a vivir mejor el tiempo que le quedaba. El quinto consejo de su lista es no perder el tiempo con arrepentimientos. Él reconoció en un ensayo que fue muy tímido y que eso le impidió encontrar el amor hasta sus 70 años, además se lamentaba de solo hablar inglés.
Sin embargo, cuando se dió cuenta de su eminente muerte sus palabras fueron: “No puedo pretender que no tengo miedo, pero mi sentimiento predominante es uno de gratitud. He amado y sido amado; se me ha dado mucho y he dado algo a cambio; He leído y viajado y pensado y escrito”, atinó.
Contar una historia es su sexta recomendación. Él lo hizo con el famoso libro El hombre que confundió a su esposa con un sombrero y, aunque fue criticado por sus colegas, lo cierto es que él destacaba por humanizar su trabajo y contarles historias a sus pacientes. La habilidad de contar historias, decía, es un superpoder.
Finalmente, el sétimo consejo es: nunca pierda su habilidad para maravillarse, incluso ante las cosas cotidianas de la vida.
“No quiero parecer sentimental ante la enfermedad. No estoy diciendo que haya que ser ciego, autista o padecer el síndrome de Tourette, en absoluto, pero en cada caso una identidad positiva ha surgido tras algo calamitoso. A veces, la enfermedad nos puede enseñar lo que tiene la vida de valioso y permitirnos vivirla más intensamente”, explicó en una entrevista con el diario El País de España en 1996. Su vida es una oda al conocimiento.