El experimento es ya considerado como uno de los episodios más sombríos de la investigación médica en la historia de Estados Unidos, pero los miembros del grupo afirman que la nueva información indica que los investigadores tuvieron “una insólita actitud inmoral”, incluso si el hecho fuera puesto en el contexto histórico de otra época.
“Los investigadores colocaron en primer lugar sus propios avances médicos y en un distante segundo lugar el decoro humano”, dijo Anita Allen, integrante de la Comisión Presidencial para el Estudio de Asuntos de Bioética.
De 1946 a 1948, el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos y la Oficina Sanitaria Panamericana trabajaron con varios organismos del Gobierno guatemalteco para realizar el estudio médico –pagado por el Gobierno estadounidense– que implicaba la exposición deliberada de cientos de personas a enfermedades de transmisión sexual.
Los científicos intentaban, al parecer, determinar si la penicilina, entonces relativamente nueva, podía evitar la infección en las 1.300 personas expuestas a sífilis, gonorrea y chancroide. Entre los inoculados con sífilis, había soldados, prostitutas, prisioneros y enfermos mentales.
La Comisión reveló el lunes que solo unos 700 de los infectados recibieron algún tratamiento. También, que 83 personas murieron, aunque se desconoce si los decesos fueron debidos directamente a los experimentos.
“Realmente, esta situación fue un acto contrario a toda la práctica correcta y ética, y a toda la normativa que regula la investigación”, dijo el médico costarricense Adriano Arguedas, especialista en enfermedades infecciosas.
La investigación no produjo información médica útil, según especialistas. Por décadas se ocultó, hasta que fue denunciada en el 2010 cuando una historiadora médica descubrió expedientes entre unos documentos del médico John Cutler, director del experimento.