Era un miércoles a la 1:30 p. m. Mientras los encargados de un evento social para 350 personas en el centro de San José contaban toda la comida que les había sobrado, tres mujeres, de no más de 25 años, se ponían guantes, cofias para proteger su cabello, cubre bocas y un delantal. Su misión es una: "rescatar" la mayor parte de los alimentos posible para evitar su desperdicio.
Arroz, cerdo en salsa, ensaladas, galletas, verduras mixtas y bocadillos de diversa índole eran trasladados a bandejas de distinto tamaño y empacados. Posteriormente, fueron pesados.
Poco más de una hora después, ya se habían recolectado 56 kilos de comida, que de otra forma se hubieran botado. En su lugar, el comedor de un albergue, a pocas cuadras de distancia, pudo alimentar a decenas de personas.
Estas jóvenes "rescatistas" son parte del Proyecto Plato Lleno Costa Rica, una iniciativa que busca evitar el desperdicio de alimentos, especialmente el que se hace en actividades sociales y restaurantes, que es de volúmenes mayores. Los clientes de hoteles, salas de eventos, servicios de catering service, entre otros, contactan a este grupo con dicho fin.
Bajo el lema "la comida no se bota", esta organización ha logrado salvar 288,7 kilos en 14 rescates. Todo en cuestión de mes y medio, pues el primero se hizo el 15 de setiembre pasado. La mayor cantidad de comida recolectada en un solo evento sumó 67,8 kilos.
Mientras recogían la comida aquella tarde de miércoles, Mónica Ortiz, una de las principales gestoras, se lamentó: "¡qué lástima que haya tanta fruta, porque no nos avisaron para traer hieleras! La fruta, ya una vez servida en bandejas, no puede pasar mucho tiempo sin refrigeración porque se pone mala".
Por una razón parecida tuvieron que rechazar más de 14 bandejas de postres.
Mientras servía arroz en un recipiente, Ortiz explicaba cada uno de los pasos del rescate: "empacamos todo en envases de plástico, sí es cierto que no es lo mejor para el ambiente, pero el aluminio descompone la comida más rápidamente. Plástico es lo que se utiliza en otros lugares del mundo donde Plato Lleno está presente".
Al ver la ensalada acotó: "qué dicha que tienen la lechuga y la zanahoria separadas del tomate. No podemos llevarnos las ensaladas con tomate porque este tiene una sustancia que descompone la comida después de ciertas horas".
El tiempo pasaba rápido y debían actuar a gran velocidad. Ningún rescate puede tardar más de cuatro horas desde el momento en el que se hace la llamada (o llega la hora pactada, si se coordina desde antes) y el entregarla al albergue para su almacenamiento. En esta ocasión se enfrentaron a un obstáculo: al ser hora laboral para muchas personas, solo se contaba con dos pares de manos para salvar la comida.
"En los rescates de la noche vamos más rápido porque hay más gente. Por ejemplo, hoy a las 7:30 p. m. tenemos otro aquí mismo y sí hay más rescatistas apuntados", manifestó Ortiz ese miércoles, a finales de octubre.
Aquella tarde lograron finalizar en un plazo adecuado, el empaque les tomó poco más de hora y media. Mariana Solano, una de las organizadoras del evento, llegó a agradecerles y a ver en qué podía ayudar.
"Este evento es el Congreso de Soluciones Metropolitanas. Hemos estado aquí todo el día en un congreso de alcaldes y quisimos apoyar este movimiento porque no queremos desperdiciar alimento cuando hay tanta gente que lo necesita", aseguró Solano.
Beneficiados
Cada rescate busca donarle comida a una organización diferente. El requisito es estar geográficamente ubicada lo más cerca posible del lugar donde se hace el operativo para que transcurra menos tiempo antes de que se refrigere o se le de uso.
"Es importante. Nosotros no somos un proyecto que busca acabar con el hambre porque ese es un problema más complejo. Nosotros somos un proyecto en contra del desperdicio. La idea es que ojalá nada se desperdiciara, que la gente solo contratara la comida que necesita y no sobrara nada, pero como sí sobra mucha comida, hay muchos beneficiados. Nos han contado historias preciosas de gente que come con mucho agradecimiento y de comedores que han podido colaborar con otros lugares a los que les hacía falta comida", indicó Ortiz.
¿Cómo surgió esta idea en Costa Rica? Todo comenzó cuando Mónica Ortiz y su prima Tatiana Vargas estaban de vacaciones fuera del país.
"Estábamos comiendo y un chiquito se nos acercó a ver si podía lustrarnos los zapatos, pero nosotras andábamos tennis, cuando le dijimos que esos zapatos no se lustraban, él nos dijo 'pero tengo hambre', ahí nos pusimos a pensar en que mientras él tenía esa situación mucha comida se desperdiciaba. Entonces decidimos hacer algo más allá que solo invitar al chiquito a comer, queríamos ayudar con algo que beneficiara a más gente", recordó Ortiz.
De regreso a Costa Rica, Vargas, quien ya tenía conocimiento del proyecto Plato Lleno en Argentina (lugar donde nació la iniciativa), les escribió y les dijo que querían implementarlo en Costa Rica.
Ellos las capacitaron y les dieron las pautas de cómo tenían que trabajar. Hicieron dos rescates piloto y salieron en redes sociales el 1 de setiembre. En cuestión de dos semanas, ya habían hecho tres operativos.
Ya, para el 12 de octubre, tuvieron el primer taller para capacitar y guiar a nuevos rescatistas, y tendrán otro en próximos días.
Si usted quiere aprender cómo rescatar comida para así ayudarles, o quiere ofrecer alimentos que sobren de alguna fiesta o evento, o tiene alguna duda sobre cómo funciona este proyecto, puede comunicarse con la gente de Plato Lleno Costa Rica a través de su página de Facebook. Este grupo asegura que manos para ayudar en esto siempre son bien recibidas.