Joaquín Lagos Turenne creció mirando atardeceres en Concón, una ciudad costera, ubicada en el centro de Chile. El curioso niño, hoy convertido en un adulto de 28 años, se preguntaba cómo sería ver salir el sol y observarlo al esconderse en el horizonte, en un mismo día.
Un amigo argentino que conoció, le contó que eso era posible en Costa Rica, por sus características geográficas, y ahí comenzó el sueño de atravesar diversos países de América Latina por tierra, para llegar hasta esta nación centroamericana.
"Nunca he sido de viajar en aviones", cuenta Joaquín. Por eso, una vez que cumplió con el requisito académico de convertirse en Ingeniero Comercial se decidió a emprender el viaje. Montó en la Perla Negra, su motocicleta LML Star, a su amada perrita Kiara (una golden retriever) y atravesó Chile, Argentina y Brasil.
En marzo del 2014, con apenas seis meses de haber iniciado la travesía y tras llegar a Salvador de Bahía, la inseparable amiga de "Juaco" —como él mismo se hace llamar— enfermó y murió.
"Me dolió mucho esa perdida, dejé todo tirado y volví a Chile. No tenía la fuerza, ni las ganas (para continuar)".
Sin embargo, todo cambió cuando nació Baloo, un sobrino nieto de Kiara. La familia del joven lo instó a continuar la aventura.
Antes de seguir su camino, el joven quiso conocer al perrito y entrar en confianza con él. "Para este tipo de viaje tan particular, no es viajar con un perro por viajar, este tiene que ser tu amigo. Poco a poco fuimos haciendo el vínculo y decidí retomar el sueño", recordó Joaquín.
El camino que lo llevó a transitar por Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela, Colombia, Panamá y finalmente Costa Rica no siempre fue fácil; para avanzar y comer, a Juaco y Baloo les ha tocado trabajar duro. Sí, a ambos, porque son inseparables.
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Así, el muchacho "se ha puesto el traje" de mesero, paseador de perros, pintor de casas, ayudante de cocina, pistero en gasolineras y hasta de administrador de canchas de fútbol. Cuando Baloo no lo puede acompañar en el desempeño de sus labores, por ejemplo en la cocina, procura mantenerlo lo más cerca posible.
Durante su travesía, la simpatía y empatía de la gente le ha ayudado a continuar: "Cuando alguien necesita de mí me dice: 'mira tengo un trabajo de un par de días; voy, junto dinero y sigo. Otras veces que necesito más plata me quedo un poco más tiempo", contó Lagos.
Por más fuertes que soplaran los vientos, el ánimo de este muchacho jamás decayó. Si las finanzas no daban para comer o dormir bien, siempre se abrían puertas.
En alguna ocasión le tocó dormir en un centro comercial y el dueño de una pizzería cercana le ofreció comida. También recordó que en uno de los lapsos más difíciles del trayecto, el cruce de Colombia a Panamá por las costas del Darién encontró cómplices que hicieron posible que Juaco, la Perla Negra y Baloo llegaran sanos y salvos a Costa Rica.
Tras la muerte de Kiara, su primer amiga, el viaje de Juaco ya no solo se trataba de ver salir y ocultarse el sol en un mismo día. Ella también sería parte de la hazaña y no solo en recuerdos.
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Este jueves 21 de abril, Joaquín Lagos hizo realidad su anhelo de infancia y para que Kiara fuera parte de ese día tan especial esparció parte de sus cenizas en el mar Caribe y el resto la playa de doña Ana, en el océano Pacífico.
Desde ahí, explicó a La Nación con voz entrecortada: "Fue un día muy lindo. Es difícil ponerlo en palabras. Siento mucha gratitud hacia Kiara y hacia la gente que me dio la mano cuando lo necesité porque hicieron posible esto", dijo conmovido.
"La vida es una y lo lindo es vivirla, no llegar al último momento y ver que uno aprovechó su existencia. Creo que los sueños son para eso, para sentir la vida misma y ser parte de ella, no ser solo un espectador", reflexionó Lagos.
Quienes deseen observar más fotografías del viaje de este joven o contactarlo pueden seguirlo en https://www.facebook.com/kiara.juaco/.