Fugaz, hermética y fría. Así fue la visita del presidente de México, Felipe Calderón a nuestro país con motivo de la toma de posesión.
Calderón llegó el viernes, poco después de las 6 p. m., y posteriormente se reunió durante unos minutos con la presidenta Laura Chinchilla para discutir temas de cooperación bilateral en materia de seguridad ciudadana, lucha contra el narcotráfico y prevención del cambio climático.
Calderón invitó a Chinchilla a participar personalmente en la Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-16), que se realizará en la ciudad de México en noviembre próximo.
Sin embargo, la prensa no tuvo acceso a esta reunión ni a las actividades en la agenda del mandatario mexicano. No se permitieron fotografías ni entrevistas y su dispositivo de seguridad impidió que periodistas y fotógrafos se acercaran al él. Los guardaespaldas señalaron que las únicas fotografías autorizadas serían las que se tomaran durante el evento del traspaso.
Las actividades del mexicano en la mañana fueron fugaces. La delegación mexicana fue la última en salir del Hotel Real Intercontinental –en Guachipelín, Escazú– rumbo al traspaso de poderes y la primera en irse, justo después del evento para regresar a su país.
Calderón no asistió al almuerzo ofrecido por la presidenta Laura Chinchilla en La Aduana, pues su vuelo privado despegó minutos antes de la 1 p. m.
El presidente mexicano dejó al subcanciller para América Latina, Salvador Beltrán del Río, como representante de su Gobierno durante las actividades de la tarde.
El mandatario viajó con su esposa, Margarita Zavala Gómez del Campo, y una delegación de más de 20 personas que incluía secretarios de cooperación internacional, diplomáticos, militares, guardaespaldas y gente de apoyo.