Materiales naturales, viviendas autoproductivas, techos vivos, control pasivo del clima... Podría armarse un decálogo de máximas de la sostenibilidad para describir la obra construida y las investigaciones de Gernot Minke.
El arquitecto alemán es un experto en técnicas tradicionales de construcción en barro, paja y bambú, y recorre Costa Rica en busca de ejemplos locales, en bahareque y adobe, por ejemplo.
Durante 40 años, Minke fue catedrático de la Universidad de Kassel y ahora sigue viajando y compartiendo su conocimiento en Europa, Asia, África y América. Gracias a sus estudios, ha sistematizado procesos constructivos en talleres con los locales y ha publicado una veintena de libros y guías prácticas.
Allí resume saberes que, en muchos casos, corresponden a tradiciones conservadas de generación en generación.
Pero su obra no se limita solo al análisis sesudo, sino que ha construido escuelas, centros de meditación y música, viviendas particulares, oficinas, mercados y hasta su propia casa en barro. “Lo primero es mostrarle a la gente que existen oportunidades y tratar de cambiar los prejuicios que pueden tener sobre este material”, explica.
Para Minke, la ignorancia es el principal freno para un desarrollo masivo de las construcciones con materiales naturales. De esa ignorancia devienen, además, los prejuicios. “Un problema es el desprestigio social por considerar la tierra como el material de los pobres, o que no sea sismorresistente. Hay investigaciones que determinan que no es el material lo que es débil, sino el tipo de construcción”, dice.
Por eso, en sus guías aparecen constantemente ejemplos de plantas arquitectónicas bien y mal logradas, donde la forma circular, cuadrada, en “U” y “L” proveen la mayor resistencia. Su propia vivienda corresponde a una serie de aposentos de forma octagonal.
Al tratarse de técnicas baratas que abogan por la disminución de gastos de construcción y mantenimiento, y el escaso uso de tecnología, existe poco interés de actores poderosos del mercado, como bancos o desarrolladores. “Nadie quiere ganar poco dinero; ni los almacenes, ni los arquitectos, ni los ingenieros. Todos cobran un porcentaje de los costos y muchos están interesados en aumentar los costos y no reducirlos”, lamenta.
Sin embargo, continúa viajando, conociendo técnicas y difundiendo, como un evangelista del barro, su buena nueva: hay una forma más sana y económica de construir. La conexión que se genera con la tierra es mucho más que un valor agregado.