Tiene 109 años y ha sobrevivido a la tiranía de un San José cambiante. En varias ocasiones ha lucido devastado, pero fiel a su estirpe, con el mínimo aliño ha rejuvenecido y se ha levantado airoso. Es el edificio Macaya, que tras un remozamiento se convertirá en sitio de encuentro cultural.
La estructura, ubicada 125 metros al norte de la Catedral Metropolitana, albergará ahora exhibiciones culturales de diversa índole; entre ellas, muestras de escultura, pintura, diseño y música.
Luego de una remodelación, el inmueble que albergó la histórica Ferretería Macaya, emprendió su nueva vida el pasado viernes 13 de enero, cuando la banda nacional de rock Camelolloide presentó su disco Aguas Tropicales.
Sidney Rosenstock, vicepresidente del grupo Euromobilia –que lo restauró para que ahí funcione una sala de exhibición de sus marcas– dijo que el objetivo principal del rescate del inmueble es convertirlo en un lugar que convoque a los amantes del arte.
"Parte del concepto de esta design house es que los artistas, aunque no sean conocidos, puedan venir a exponer sus productos", comentó.
Según el arquitecto, próximamente, en las instalaciones de este legendario recinto se impartirán talleres de cocina dirigidos, sobre todo, a quienes trabajan en las cercanías, con el fin de fomentar el aprecio por la capital.
"Lo que queremos es que los jóvenes, que tal vez nunca habían ido, cuando lleguen ahí se dan cuenta de que el lugar es increíble", agregó.
El edificio Macaya es un típico exponente de la arquitectura del siglo XX, el cual presume con garbo la tendencia del eclecticismo (una mezcla de elementos de influencia neoclásica, barroca y modernista).
Nuevo aire
Acicalada por dentro y por fuera, esta edificación luce una renovada apariencia tras la inversión de $200.000, poco más de ¢112 millones. Los trabajos se realizaron durante todo el segundo semestre del 2016.
Como parte de las obras, se pintaron las partes internas y externas, se repararon las paredes, los ventanales, las columnas interiores, los cielorrasos y los techos exteriores, todos de madera.
También se remozó por completo la escalera, la cual estaba bastante deteriorada. "Toda la parte del segundo piso, que está hecha de tablones de madera, se restauró porque estaba podrida. Los trabajos se hicieron sin que se perdiera la originalidad de la madera", expresó Rosenstock.
Las reparaciones también contemplaron una nueva instalación eléctrica, así como mejoras en los baños y en el patio interno del edificio. Este último, un rasgo característico de la arquitectura del siglo pasado.
Ante la interrogante de por qué rescatar este inmueble en específico, el empresario respondió que la decisión involucró no solo su buen estado arquitectónico, sino también su estratégica ubicación.
"Es un edificio único. En Costa Rica ahora es difícil encontrar espacios con tanta arquitectura, que se puedan preservar y verlos como eran en la realidad, por ejemplo, con esa altura tan increíble. Los que había de esa magnitud ya fueron destruidos o remodelados a un nivel que ya no se pueden rescatar", aseguró.
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Un veterano actualizado
Andrés Fernández, arquitecto y cronista, quien se ha dedicado a estudiar en profundidad la arquitectura josefina, opina que la renovación del edificio mezcla lo antiguo con lo contemporáneo para un buen propósito: hacerlo atractivo para nuevos públicos.
"Por ejemplo, el retiro de los repellos para exponer el ladrillo como textura estética, con lo que no siempre estoy de acuerdo, pero sí en este caso. Está también la iluminación, que va más allá de la básica para generar iluminaciones indirectas. Y en términos de diseño interior, el amueblado en función del espacio. En general, me parece que es un trabajo valioso y valiente", argumentó el experto.
Según Fernández, esa "contemporanización", la cual explica como el refrescamiento arquitectónico de la estructura sin perder su esencia, potencia la conservación de cualquier inmueble.
"Es la socialización de un bien cultural declarado patrimonio que ahora será visitado por gente distinta, nueva, jóvenes que irán a apreciar un nuevo diseño. Esa unión de lo antiguo con lo contemporáneo, que no opino que deba ser generalizada, en este caso sí me parece muy bien, sobre todo porque es una estructura que está ubicada en el centro comercial de la ciudad", concluyó Fernández.
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Foco para el comercio
Su reputación de eje comercial no es antojadiza. Desde su inauguración, en 1908, funcionó como la Ferretería Macaya, que más allá de su propósito inicial fue uno de los almacenes por departamentos más populares del país.
Hace poco más de 40 años, cuando la ferretería cerró sus puertas, el edificio siguió albergando unos cuantos comercios y, adicionalmente, sirvió como punto de encuentro de artesanos costarricenses, quienes comercializaban ahí sus creaciones.
En el 2013, el Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura invirtió ¢25,5 millones en la fachada de esta estructura.