En tan solo un semestre, tres vecinos de Cuajiniquil, en Guanacaste, y una bióloga han logrado inventariar 1.142 crustáceos correspondientes a 130 especies como camarones, ermitaños, cangrejos y langostas.
El cuarteto de investigadores lo conforman la científica Rita Vargas, el ama de casa Yelba Vega y los pescadores Gilberth Ampie y Christopher Valle.
“Costa Rica, en ambas costas, tiene 584 especies de crustáceos y nosotros ya hemos recolectado 130 en tan solo seis meses”, comentó Vargas, quien labora en el Museo de Zoología de la Escuela de Biología en la Universidad de Costa Rica (UCR).
El asombro del equipo es aún mayor porque 10 especies inventariadas por ellos son nuevos registros para el país y otras cinco serían nuevas para el mundo.
“El trabajo ahora será describir esas especies y publicar los resultados”, dijo Vargas.
El trabajo lo realizan en el Área de Conservación Guanacaste (ACG), que agrupa al Parque Nacional Santa Rosa y Parque Nacional Guanacaste. Este sitio posee 43.000 hectáreas marinas que no se han explorado.
Precisamente, eso es lo que pretende hacer Biomar, un proyecto del ACG y Guanacaste Dry Forest Conservation Fund. Como socios científicos, se cuenta con el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) y el Museo de Zoología.
Si bien se empezó a inventariar a los crustáceos, el objetivo del proyecto es hacer lo mismo con moluscos, equinodermos, algas y peces. “Sabiendo lo que hay, uno puede ver cuán importante es y lo mucho que hay que proteger”, comentó Vargas.
De hecho, los investigadores pondrán la información al alcance de todas las personas a través de un sitio web, guías impresas que sean a prueba de agua e incluso una aplicación para dispositivos móviles.
Parataxónomos. La bióloga no hubiera obtenido estos resultados sin la ayuda de Vega, Ampie y Valle, quienes aceptaron convertirse en asistentes y parataxónomos del ACG.
El término “parataxónomo” fue acuñado por el ecólogo estadounidense Daniel Janzen para denominar a personas que colaboran con procesos de investigación sin tener conocimientos formales en ciencias .
Suele ser gente que, al vivir cerca de los ecosistemas, desarrolla un conocimiento empírico sobre biología que perfecciona al trabajar con los investigadores.
El ACG tiene más de 20 años de contar con parataxónomos en el área de mariposas y otras especies terrestres, pero Vega, Ampie y Valle son los primeros en dedicarse al mar.
En Guanacaste han visitado 24 sitios entre playas arenosas, rocosas y, propiamente, el mar. Allí recolectan los especímenes que posteriormente clasificarán en grupos, etiquetarán y fotografiarán. Ellos fueron capacitados para identificar especies de interés en campo, protocolos de recolecta, preservación de muestras y manejo de bases de datos.
Todos los especímenes, una vez que hayan sido etiquetados, pasan a formar parte de las colecciones del Museo de Zoología.
Código de barras. Vargas está a cargo de realizar la identificación taxonómica de los crustáceos para determinar su especie y ese proceso también permitirá describir a aquellos que son nuevos para la ciencia, así como otorgarles un nombre científico.
Para ello, la bióloga realiza un análisis morfológico que se basa en las características físicas del individuo.
En Biomar, ese trabajo se complementará con la utilización de un código de barras o barcoding . Esta técnica permite clasificar a los especímenes a partir del material genético.
“A veces, pasa que se tienen dos individuos que uno identifica como la misma especie, pero varían mucho entre ellos. Entonces se manda a hacer barcoding, porque puede ser que pertenezcan a un complejo de especies”, comentó Vargas.
El barcoding es útil para constatar que dos individuos que se ven diferentes pertenezcan a la misma especie o, al contrario, verificar que dos especímenes similares sean de especies distintas.
El ACG ya utiliza el código de barras en mariposas y ahora la mayoría de los crustáceos también lo tendrán.