Daniel Andrés Vado, vecino de Birmania de Upala, se levanta todos los sábados a las 4 a. m. para estar, puntual, a las 8 a. m. en sus clases de turismo rural comunitario, en la sede regional del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), en Santa Clara de San Carlos.
El joven, de 23 años, viaja en bus hasta el centro del cantón upaleño y ahí aborda el taxi que lo traslada a su lugar de estudios.
Lejos de ser un problema, madrugar en día libre es un aliciente. Ser alumno "del TEC" lo llena de orgullo y lo motiva para salir de la cama, entusiasmado, a aprender.
Él es uno de los beneficiarios del programa Generando competencias para la empleabilidad en el desarrollo sostenible para jóvenes sordos de la zona Huetar Norte.
Se trata de una capacitación que se le brinda a 20 jóvenes de Upala, Los Chiles, San Carlos y Sarapiquí, cuatro de los cantones con menores tasas de empleabilidad del país, según el Índice de Desarrollo Social 2013.
Los jóvenes, cuyas edades van de los 15 a los 30 años, asisten a clases todos los sábados, de 8 a. m. a 5 p. m.
En total, el programa tiene una duración de un año, empezó en noviembre de 2016 y finaliza en el mismo mes de este 2017.
Las lecciones las imparten profesores del ITCR con la ayuda de dos intérpretes, quienes transmiten el conocimiento a los estudiantes en el lenguaje lesco (de señas).
Stephanie Jara, coordinadora del proyecto, dijo que se trata del primer programa de un año con jóvenes con limitación auditiva en el cual no solo tienen intérprete, sino también una psicopedagoga para que los docentes adapten los materiales a la metodología de aprendizaje de los alumnos.
"Gracias a los intérpretes, que traducen en mi idioma, podemos entender lo que dicen los profesores. También agradezco al CPJ por la ayuda en la alimentación, con los viajes y los materiales. Espero poder lograr mis metas y tener un trabajo. Estaré en las manos de Dios", expresó Antonio Pérez, quien vive en Ciudad Quesada y tiene 21 años.
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La idea es que los beneficiarios del curso puedan insertarse en el sector turístico, foco económico de la zona, en puestos en hoteles, como amas de llaves, en recepción, en el área de restaurantes o en la atención de personal en parques nacionales.
Jara agregó que el beneficio consiste en una beca completa que incluye desde el transporte de los estudiantes al centro de estudios, hasta la alimentación.
Formación integral
Asimismo, la coordinadora explicó que, más allá de adquirir conocimientos en turismo rural sostenible, los beneficiarios reciben formación integral.
Por ejemplo, el primero módulo de estudios incluyó talleres para trabajar las habilidades blandas, tales como la motivación, el liderazgo, el manejo de conflictos y la comunicación.
El segundo bloque, propiamente de turismo rural sostenible, abarcó cursos de producto turístico, hotelería, alimentos y bebidas.
También trabajaron la promoción gráfica del turismo rural sostenible, por medio de la elaboración de afiches, la edición de fotos y la grabación de videos.
La tercera parte fue más técnica, afirmó Jara. En esta aprendieron sobre producción de mariposas, manejo de desechos sólidos y plantas medicinales en ecoturismo.
En esta última área de contenido, por ejemplo, los estudiantes se enteraron de cuáles son las principales plantas de la zona, para qué sirven y cómo emplearlas en el área de la salud.
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Actualmente, cursan el módulo de hidroponía, donde aprenden a sembrar hortalizas como lechuga o tomate en espacios reducidos.
El bloque final es de emprendimiento, en el que los alumnos sabrán cómo formular una idea de negocios y a transformarla en un modelo.
Según explicó Jara, los favorecidos debían reunir una serie de requisitos. Entre estos, la persona tenía que tener un dominio de al menos un 50% del lenguaje de señas, haber finalizado la escuela, contar con el apoyo de la familia en lo concerniente a la asistencia y tener entre 15 y 30 años de edad.