Con frecuencia imaginamos que la televisión siempre estuvo allí. Para la gran mayoría de la humanidad, así es, en todo caso: todos los nacidos después de su invención y veloz propagación somos incapaces de pensar un mundo sin el parpadeo incesante en la penumbra del cuarto o la sala –y en su última mutación, en la laptop o tablet –.
Pensar que la tele siempre estuvo allí nos puede empujar a pensar que las series, películas y otros programas que consumimos en ella no vienen “de ninguna parte”, que existen en “TV-land”, en un espacio sin ley ni historia. Pero resulta que sí, que sí tienen mucho que ver con el mundo exterior y mucho que decirle, preguntarle y sugerirle.
El mejor año para recordarlo fue justamente el infausto 2016 que apenas dejamos atrás, y al que no le perdonamos múltiples heridas a las más cálidas aspiraciones de armonía y diversidad como ejes de una cultura popular –y pop– como la que vivimos. Si la industria cultural estadounidense acapara la mayor cuota del consumo que realizamos en cine, televisión, música y moda, es inevitable que una sacudida a la sociedad norteamericana tendrá efectos sobre lo que sigamos viendo ahora.
El 2016, obviamente, es el inicio de la era de Donald Trump, el primer presidente del reality show . Podemos llamarla de muchas maneras y análisis políticos sabrán mejor si hablar de posverdad, populismo derechista o demás tendencias que crecen en las sociedad “occidentales”. Costa Rica, al margen de ellas pero inmersa en su producción cultural, verá sus pantallas sacudidas por la reacción.
Quizá sea difícil comprender, a la distancia, por qué es tan relevante la lucha por la diversidad en las pantallas estadounidenses –en parte, porque la sociedad tica es reacia a reconocer su propio racismo–. No obstante, las comunidades no “blancas” serán las primeras en protestar.
“Mucha gente aquí tiene miedo”, dijo la exitosa productora Shonda Rhimes en noviembre, sin referirse directamente a Trump. “Están nerviosos y preocupados: gente de color, cualquier mujer que valore su cuerpo y sus decisiones, gente LGTBQ, migrantes, musulmanes, personas con discapacidad... Temen que sus voces ya no se escuchen y creen que van a ser silenciadas”.
Dos cosas que no menciona Rhimes saltan a la vista: una, obvia cómo la televisión también aplana diferencias en otros países; la segunda, no menciona a la clase trabajadora y a las personas excluidas por el sistema económico (es decir, justo las que contribuyeron con la efervescencia de Trump). Eso lo reconocieron ejecutivos de ABC y otras cadenas en The Hollywood Reporter .
En todo caso, Rhimes habla de otros temas fundamentales: potenciar la diversidad es hacer crecer a la televisión y renueva la fe en una era de incertidumbre. En esta periferia, tan urgente llamado debe recordarnos procurar lo mismo en nuestras propias pantallas: también aquí, a la sombra del titán cultural, debemos estimular y favorecer la diversidad en su sentido más amplio. A veces, solo en la tele hablamos entre nosotros. El silencio es el enemigo.
‘Zapping’ es una columna de opinión de la revista ‘Teleguía’, de La Nación, y como tal sus contenidos no representan necesariamente la línea editorial del periódico.