Me lo imaginé así: mientras los muchachos de la Sele lloraban, hechos un puño, tras clasificar a cuartos de final del Mundial Brasil 2014, donde quiera que se encontrara, a Mauricio Montero se le llenaron los ojos de agua.
No sé dónde estaba El Chunche esa tarde mágica (presumo que en Río de Janeiro, como parte del equipo de Teletica Deportes) pero yo hubiera querido que estuviera ahí, en la Arena Pernambuco, de Recife. Sé que Mauricio no es parte hoy de la Sele (así, con mayúscula) pero ni modo: la emoción me traiciona y por eso extrañé verlo ahí, tirando a Michael Umaña por los aires, sacándole el aire de un abrazo a Keylor Navas, juntándole las muletas a Álvaro Saborío, zarandeando a Jorge Luis Pinto como si el mundo se fuera a acabar ahí mismo.
El Chunche es mi amigo: nunca hemos cruzado palabra pero sé que puedo confiar en él. Por décadas el más tico de los ticos se ha sabido ganar el cariño de buena parte del país sin necesidad de poses, bombetadas o polémicas. Mauricio es Mauricio y con eso le alcanza y sobra para caer bien.
Alguien en Teletica tuvo una epifanía, no lo dudo, y aplaudo el momento en que se incluyó al exfutbolista en el oficio de comentarista televisivo. A Montero la televisión le viene bien, se le siente natural, divertido y a sus anchas al frente de las cámaras.
Después de tantos días de consumo telefutbolero intensivo creo que los materiales de comediantes de carrera enviados por los canales a Brasil –como Mauricio Astorga o Roque Ramírez– se quedan cortos frente a lo logrado, con menor esfuerzo, por Montero. El Chunche nunca se ha propuesto ser humorista pero para mí su trabajo mundialista ha sido mucho más ameno que cualquier participación de personajes como Doña Merry o Benito Losetodo.
Sería fácil reducir el asunto a que a Mauricio es un tipo sencillo, un hombre de campo que casi parece salido de un texto de Aquileo Echeverría o Calufa, y que por eso da risa. Sin embargo, uno no se ríe de él, sino con él. El Chunche no se complica, no les da mucha vuelta a las cosas y aterriza lo denso, lo pone en palabras que todos entendemos.
Quienes hemos tenido la oportunidad de ver el filme Italia 90 (¿no ha ido aún? ¿diay, qué espera?) sabemos que sobre el personaje de Mauricio descansa buena parte del sentido cómico de la película. Y conste, que esto el director Miguel Gómez lo logra sin burlarse del corajudo exdefensor manudo, ayudado por una soberbia interpretación del actor Olger González.
Personajes con empatía en Costa Rica hay muchos pero no todos saben expresarse de la mejor manera. Por eso, el cariño tan extendido hacia Mauricio y la soltura con la que se desenvuelve en televisión no debería desaprovecharse. ¿Se imagina un programa de entrevistas conducido por El Chunche? Yo sí... ¡Y pagaría por verlo!