En diciembre del 2013, el mundo supo por primera vez de No Man’s Sky . Un breve video, presentado durante los Video Game Awards de la cadena televisiva SpikeTV, mostraba una variedad de escenarios –un océano, un bosque, un desierto, otros– por explorar. Al clip le antecedía una promesa: cada aspecto del mundo de No Man’s Sky sería generado por procedimientos de computadora –es decir, al azar y no a mano por los desarrolladores del juego–; cada aspecto de ese mundo sería único.
Dos años y medio después de aquella introducción, No Man’s Sky ha salido al mercado –se estrenó el 9 de agosto para Playstation 4, el 12 para PC–; Hello Games, el estudio responsable, ha puesto en las manos de sus jugadores una galaxia completa por explorar. Los desarrolladores calculan que en el juego existen 18 trillones de planetas distintos, aunque ni ellos mismos pueden saberlo con seguridad.
Cada uno de estos mundos está habitado por fauna y flora distinta, contiene ruinas de civilizaciones antiguas, exhibe condiciones climáticas únicas. Los jugadores pueden visitar cada planeta, identificar nuevas especies y nuevos espacios previamente desconocidos y descubrir nueva información que se sube al Atlas, una especie de biblioteca de conocimiento compartido y alimentado por todos los jugadores.
El objetivo primordial del juego es alcanzar el centro de la galaxia, algo que podría tomar semanas (meses, incluso) dada la magnánima extensión del espacio y de los trillones – trillones , con 18 ceros– de planetas que conviven allí. Hay mucho trecho y las posibilidades parecen ser infinitas.
Excepto porque no lo son.
En el mundo en el que vivimos es infinito, y la infinidad es dual: no solo suceden cosas un número interminable de veces, también la variedad de cosas que pasan no se acaba jamás.
Allí es donde No Man’s Sky falla. El juego es enorme, sí; tanto que es esencialmente imposible considerar sus límites a gran escala, tal como sucede con nuestro universo. Pero en los detalles, el juego palidece.
No Man’s Sky es un gran universo vacío, donde la exploración es ilimitada, pero poco gratificante. Hay pocas civilizaciones, y ninguna de ellas es particularmente interesante. No existe conflicto, los enemigos son pocos y los castigos por morir en el juego son apenas perceptibles. Aunque la fauna es abundante, el comportamiento de las criaturas es siempre el mismo: quien ha visto a un animal corretear en No Man’s Sky ha visto a todos los animales corretear.
Además, aunque los planetas son muchísimos, las posibilidades en cada uno son mínimas. ¿Por qué las sagas espaciales –desde Star Wars hasta Mass Effect , pasando ahora por No Man’s Sky – insisten en planetas uniclimáticos y apenas habitados?
No Man’s Sky fue desarrollado por un equipo de apenas una docena de personas. Es claro que cada una de estas personas apuntó a las estrellas, pero en el camino olvidaron apuntar también a la tierra, al mar, a los bosques; en suma, a la vida. De esta, el juego lamentablemente carece.
Es posible que nadie haya descrito mejor a No Man’s Sky que Jordan Erica Webber, crítico del diario británico The Guardian : “Una galaxia hermosamente elaborada, con un juego adjunto”.