La sociedad de Estados Unidos es muy particular. Es difícil de definir porque, en realidad, su esencia es la diversidad: la heterogénea unión de extremos, como un nudo donde cohabitan las disparidades. Lo bueno y lo malo. Los mega ricos y los que apenas si tienen para comer. Lo sublime y lo nefasto.
Tal vez el mejor reflejo de este fenómeno social es la megatienda. Quien ha puesto pie en el país norteamericano ha puesto pie, también, en Target o en Walmart –casi con seguridad en ambos–. Es en esas gigantescas tiendas donde realmente puede apreciarse la magnitud de Estados Unidos como imán, para bien y para mal, del mundo occidental.
¿Tiene eso algún potencial cómico? Por supuesto que sí.
Desde la primera escena de su primer capítulo, Superstore se refiere, precisamente, a los extremos de la sociedad gringa y a la forma en que las grandes tiendas reflejan, permiten y magnifican esos extremos.
“La megatienda estadounidense”, reza el monólogo que da comienzo a la nueva comedia producida por la cadena NBC, “una sola parada para comprar todo lo que usted pueda querer o necesitar”.
No es mentira.
¿Quiere adelgazar? Por aquí están las máquinas de ejercicio. ¿Quiere engordar? Allá al fondo están los helados. ¿Quiere una nueva pantalla de televisión, una almohada o un carretillo para construcción? Todo está en el pasillo 7.
Pero no es solo el público que compra en estas tiendas –o las tiendas por sí mismas– las que reflejan los muchos rostros del capitalismo, sino las personas que trabajan en estos lugares. Ahí, precisamente, es donde yace el corazón de Superstore , una comedia de los productores de la versión americana de The Office y que Warner emitirá para Latinoamérica a partir de este mes.
En Cloud 9, esta parodia de Walmart, convive una familia inesperada de empleados, todos muy distintos entre sí: latinos, negros, blancos, asiáticos. La diversidad racial –con la clara excepción, al menos en los primeros episodios, de las personas de Medio Oriente– es la columna vertebral que basa su trama en la relación entre Jonah y Amy.
Jonah es un empleado recién llegado a la tienda, blanco, joven, inmaduro y torpe; Amy es latina, lleva diez años trabajando en Cloud 9, es un tanto rígida en su carácter y es, sobre todo, supervisora de piso, es decir, jefa de Jonah.
La relación entre ambos es el motor de la serie, mientras que los demás personajes funcionan como bombas de oxígeno cuando la historia parece ponerse demasiado seria.
La principal queja de la crítica contra la serie es respecto a su guión.
Los personajes son divertidos, el trabajo del elenco es notable y, ciertamente, el escenario es original. No existen series de supermercados como hay de doctores, abogados o policías.
Tampoco hay un personaje ligador o un gordo que sea blanco fácil. Incluso si la mayoría de personajes están estereotipados con saña –por supuesto que el empleado homosexual ordenó las camisas según su diseñador, por supuesto que sí–, los clichés no son chocantes al ojo. En términos de concepto para una comedia, Superstore es el opuesto de cualquier proyecto de Chuck Lorre y eso siempre es saludable para la televisión y para la humanidad.
Véalo. Martes 12. Warner. 8:00 P.M.