Era el carajillo de la cuchilla afilada. Todos los papeles importantes que le asignaron en el cine fueron como delincuente juvenil, pronto a resolver diferencias a punta de filazos.
Poco le costó interpretar esos papeles, porque desde los ocho años –en las calles de Harlem, Nueva York– dirigió su propia pandilla de gamberros y a los diez lo atraparon. Ante el juez tuvo que escoger: el reformatorio o el servicio comunal.
La vida nunca le ofreció muchas alternativas a este hijo de sicilianos, Sal –un fabricante de ataúdes– y Josephine –matrona a la italiana–. Fue el hermano de: Víctor, Michael y Sarina.
Cual Hércules en la Encrucijada, de Lorenzo Pasinelli, el precoz maleante escogió el camino del arte. Los padres lo matricularon en una escuela de baile, para separarlo de las malas juntas.
Tras el pecado vino la redención. Salvatore Mineo halló en la danza y la actuación el camino estrellado hacia la tierra de las ilusiones.
Los estudiantes solían asistir a los programas de televisión para quemar ansias; ahí, un productor de Broadway notó el talento de Sal y le propuso actuar en la pieza La rosa tatuada , de Tennessee Williams.
Tenía 11 años y el destino lo jaló con el índice, para interpretar el rol de un niño italiano, con carita de querubín, pelo arrepentido, labios carnosos, cejas pobladas, media sonrisa pícara y aires mediterráneos.
Le fue de maravilla y lo contrataron para el musical El Rey y yo , como el hijo del pelón de Yul Brynner.
El talento, como el resfrío, no se puede ocultar y Sal era un terrón de azúcar que endulzó con su encanto a los explotadores infantiles de Hollywood, que lo engancharon en el cine.
Solo tenía 16 años y comenzó a codearse con mitos siderales: Six bridges to cross , con Tony Curtis y dos producciones legendarias: Rebelde sin causa y Gigante , ambas con James Dean.
Este último tuvo la pésima ocurrencia de morir en la plenitud de su carrera –a los 24 años en 1955– y dejó el campo abierto a otros retoños, entre ellos Mineo, dispuestos a venderse por la inmortalidad.
Sal tomó la estafeta y quiso pasar de un mocoso problemático, que casi siempre terminaba con las tripas en la mano, a un actor de carácter.
Por eso interpretó, a los 20 años, a Gene Krupa –el legendario músico de jazz – y a Dov Landau, un superviviente del holocausto judío en Exodus , que le valió su segunda candidatura al Óscar. La primera fue por Rebelde sin causa , pero no ganó ninguna.
En aquellos años 60, en Hollywood, el talento pasaba a segundo plano si se reconocía lo que todo el mundo solo podía practicar en privado, en la intimidad del baño, en la oscuridad del closet: ¡Ser bisexual!
Marcado por el odio
El mañana se presentaba halagüeño para el cachorro italiano, que vio la luz de este mundo traidor el 12 de enero de 1939, en Nueva York.
Sus interpretaciones de jóvenes perdedores, fracasados y doblegados por un destino trágico, lo convirtieron en un sex symbol que enloquecía a las chiquillas, vestidas de falditas largas, suéter, mediecitas de vuelitos y peinadas con colitas, hoy venerables abuelas.
Sal era, como anunció una revista de chismosos, un “talentoso joven, con un futuro brillante”.
Las andanzas nocturnas de Mineo pronto incendiaron las páginas rosadas de los escandeletes faranduleros, sobre todo por sus sonados romances con actrices como: Susan Landin y Jill Hawort.
Con Landin se tiró de las greñas; la mandó a buscar vida y esta reaccionó como una tonta enamorada e intentó suicidarse.
En la galaxia de las mentiras, decir la verdad es una estupidez y Sal la cometió al declararse abiertamente homosexual; se tiró al vacío sin paracaídas y la honestidad le costó la carrera y la vida.
Sal abrió la boca en el momento y en el lugar inadecuado. Con 30 años solo consiguió trabajo en peliculuchas de serie B; en programuchos de televisión y de actor invitado en series como: Hawaii Five-0 , Misión imposible , Columbo y Combate.
Para colmo de males, en 1969, dirigió y protagonizó Fortune and Men’s Eye , un cinta controversial sobre la homosexualidad en las prisiones. La crítica la recibió con vítores, pero cuando intentó llevarla al cine le dieron una patada en el trasero.
A los 37 años intentó relanzar su carrera y montó la obra P.S. Your cat is dead , que nunca estrenó porque a las diez de la noche del 12 de febrero de 1976 un hombre blanco, de pelo largo y ropas oscuras, lo zurció a puñaladas unos pasos antes de entrar a su departamento.
Como el criminal no le robó la cartera ni el reloj, ni la policía encontró un motivo para el homicidio, la prensa amarillista inventó el cuento de que a Sal lo mató un amante despechado y era un típico ajuste de cuentas entre homosexuales. ¡Caso cerrado!
Pasó un año y las autoridades, ansiosas de darle un carpetazo al caso, escucharon la versión de Theresa Williams, la mujer de Lionel Ray, dueño de un gordo expediente judicial.
Ella dijo a los agentes que Lionel le confesó haber rebanado al actor. El infeliz de Lionel era un perdonavidas, estaba preso por falsificar cheques y cumplía el requisito esencial para endosarle el crimen: ¡Era negro!
Así callaron los chismes periodísticos: sesiones sadomasoquistas; novias vengativas o nexos con el asesinato de Ramón Novarro, otro famoso actor de apetitos sexuales heterodoxos.
Sal Mineo murió como se hizo famoso: ¡A cuchilladas!