El miércoles por la noche se cumplió la advertencia que más temprano hizo el humorista mexicano Juan Carlos Casasola: el show en vivo de La guerra de los chistes era aún más irreverente que el televisivo.
El Club Pepper’s, en Zapote, albergó a más de 1.000 personas que durante una hora y 40 minutos observaron la presentación del grupo de comediantes, que, desde su arribo al escenario, arrancó aplausos y carcajadas como respuesta a sus chistes.
El espectáculo comenzó con 20 minutos de retraso, lo cual confirmó que la paciencia no es la mayor virtud de los ticos, ya que, por momentos, el lugar resultó lo más semejante a estar en la gradería de sol durante un clásico del futbol nacional.
Casasola y sus dos compañeros, el Borrego Nava y Radamés de Jesús hicieron enloquecer a sus fanáticos costarricenses. Un viejo truco de los dos últimos sirvió para echarse a sus fans todavía más en el bolsillo: vistieron camisas de la Selección Nacional.
Con pocos segundos en escena, Radamés encontró a una mujer entre los presentes, a la que le dijo: “Señora, ¿usted sabe realmente a lo que viene?”. Fue una seria amenaza que también se cumpliría.
Fieles a su estilo humorístico de palabras fuertes, irreverencias, groserías e inexistente censura, los mexicanos se turnaron, uno a uno, en el arte de contar chistes, matizado con una gran habilidad de acompañar la historia cómica con gestos, señas y curiosos movimientos.
Esa fórmula funcionó a la perfección, tanto así que Radamés arrancó las risas de todos con un desgastado chiste de un borracho que pide milagros a San Martín de Porras. Lo causó diversión, sin duda, fue la forma como el humorista interpretó el papel del supuesto hombre alcoholizado.
Uno de los momentos más esperados del show llegó a las 10:32 p. m., cuando se presentó la única mujer de la agrupación, La Wanders Lovers , con un vestido ajustado que hizo recordar, una vez más, cómo se vive un partido en las graderías sin techo. El elenco de La guerra de los chistes regresó ayer a México, a las 6 a. m.