Pocas series aportan la vorágine de tensión y dramatismo de los que está provista la serie de estreno en la cadena A&E, Panic 9-1-1 , que se basa en grabaciones desesperadas de personas que están viviendo trances de terror, muchas veces, de vida o muerte.
La producción recopiló algunos de los casos más terroríficos y luego se dio a la tarea de buscar a sus protagonistas y recrear, con base en sus testimonios, ya mucho más tranquilos, cuáles fueron los desenlaces de aquellos momentos de ansiedad y descontrol extremos.
Es imposible que el espectador no se contagie del horror y la desesperación que se adueña de quienes hacen los llamados, y la audiencia puede también ponerse del lado del operador, quien debe mantener la calma y seguir un estricto protocolo para el cual ha sido entrenado cuidadosamente.
Vamos a algunos de los casos, con la advertencia de que solo imaginar que algo así le ocurra a uno o a algún allegado, provoca escalofríos e impotencia.
Entre los primeros episodios se repasa el caso de una niña de 12 años de edad, quien está sola en casa, se percata de que un intruso ha ingresado a su casa y vaga por todos los aposentos con intenciones desconocidas.
La niña se encierra en uno de los cuartos y solo acata a llamar al 9-1-1: la operadora sabe del riesgo inminente y además, la jovencita le cuenta que acaba de hallar el arma que su madre tiene escondida. Ahora las instrucciones del operador serán determinantes para que la niña tome decisiones que podrían sacarla con bien, hacerla matar al intruso o incluso, terminar muerta ella misma.
Tras ser secuestrada por un exnovio, una mujer logra escapar y huye a la casa de un vecino. Juntos están llamando al 9-1-1 cuando ven al agresor botar la puerta e ingresar a la casa armado con un enorme cuchillo de cocina.
Impotencia y pena abundan también cuando, al otro lado de la línea, una pareja de ancianos agitados cuentan que en mitad de la noche los ladridos de sus perros los alertaron de que algo andaba mal. Ahora saben que alguien se dirige directamente hasta ellos, y piden auxilio desesperados, tratando de prepararse para un inminente ataque.
Los casos –y la angustia– se suceden y se acrecentan.
La rutina matinal de un hombre de 50 años que estaba desayunando en su restaurante habitual antes de comenzar su día, se ve violentada de repente cuando dos tipos vestidos de ninja ingresan al local y amenazan a todos los presentes. Él piensa que se trata de un robo que se acabará pronto y se irán, pero está equivocado. Cuando por fin decide marcar el 9-1-1, se percata de que ya es demasiado tarde para prevenir una tragedia.
Los celulares, por supuesto, se han convertido en una herramienta que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Un teléfono móvil en la mochila es la única esperanza para una estudiante universitaria secuestrada en el campus por un exnovio y encerrada en una cama oculta, en una camioneta robada.
Ella apenas puede susurrar, pues el perpetrador no sabe que tiene el teléfono y no quiere alertarlo de que está llamando a Emergencias: el operador de turno hace esfuerzos sobrehumanos para escucharla y auxiliarla, pero la chica apenas puede musitar.
Uno de los escenarios más temibles para cualquiera es sentir que su morada está a punto de ser invadida por extraños. Eso es lo que le ocurre a otra de las protagonistas de estas historias, es una mujer joven que está sola en casa y se percata de que hay dos hombres arrastrándose por la cerca de atrás.
Ella tiene unos segundos de tiempo para llamar al 9-1-1, y en cuando ya tiene a la operadora en línea, se escucha el estruendo de los cristales de los ventanales de abajo, que a todas luces acaban de ser derribados. ¡Es cuestión de segundos para que los intrusos suban las gradas!
Hay personas que se involucran en situaciones de emergencia sin ser ellos las víctimas directas.
Así le ocurre a una mujer que va tranquilamente hacia su trabajo. Horas antes, había escuchado una alerta Amber sobre un niño de cuatro años que fue secuestrado por un supuesto pedófilo. En ruta al trabajo, se percata de que acaba de toparse al niño perdido mientras es arrastrado por el hombre: de su información y el detalle de todo lo que observó, y la calma con la que se lo explique al operador, dependerá, posiblemente, la vida de ese niño.
De acuerdo con los productores de A&E, la intención de esta serie va más allá de lo lúdico, pues es importante que la audiencia se familiarice con los protocolos de emergencia y entienda por qué los operadores del 9-1-1, a menudo incomprendidos, actúan como lo hacen.