Como para todo hay gente, en días pasados fue muy curioso ver personas escandalizadas ante una revelación inaudita: la Costa Rica en la que la única familia “aceptable” era la típica de “papá+mamá+chiquitos+perrito” hace rato dejó de ser. Hoy la variedad de familias que conforman nuestra sociedad es tan surtida como... una caja de galletas.
Que a estas alturas aún alguien agite las aguas en defensa de la familia “tradicional” es algo digno de caso de estudio, dado que tenemos décadas de vivir en medio de divorciados, juntados, y, sobre todo, de casas jefeadas por mujeres. Solas.
Esa diversidad innegable de la familia costarricense –le duela a quien le duela– adquirió rostro en estas semanas por medio de varios esfuerzos de comunicación. Dos marcas comerciales (Pozuelo y Gollo); una institución estatal (la Defensoría de los Habitantes) y un medio periodístico ( Telenoticias ) nos mostraron tal y como somos: sin moldes.
Si bien Teletica sigue siendo un medio de comunicación de confesión católica (que aún dedica sus buenos minutos a transmitir oraciones en las mañanas), sus reportajes sobre la realidad de la familia tica encendieron la ira de algunos grupos conservadores, al punto que alguien con mucho tiempo libre pretendió –de modo torpe– boicotear al noticiario desde redes sociales. Elaboradas por la periodista Ginnés Rodríguez, las informaciones sobre la variedad de hogares que hoy componen nuestra aldea-país fueron bien recibidos por una mayoría. Y eso es bueno.
Sin embargo, el gran batazo se lo anotó la fábrica de galletas Pozuelo. Marca tradicional como pocas y con un lógico interés en el público infantil, Pozuelo es una firma que suele ir a la segura, que no necesita arriesgar ni jugarse el pellejo con causas polémicas. Y por eso es que resulta más admirable aún el que diera el paso al frente y retratara a un país diverso, uno en el que explícitamente las parejas homosexuales sí tienen cabida y, a ojos de Pozuelo, son tan familia como la ya referida “papá+mamá+chiquitos+perrito”.
Ideado y producido por la agencia Publimark, el anuncio de Pozuelo es la pieza de publicidad más significativa que este país ha visto en años. Publicidad así, que se compromete, que despierta la discusión y pone sobre el tapete temas necesarios no solo es posible, sino urgente. Cuando un creativo lanzado se topa con un cliente comprometido, cosas buenas pasan.
Pese a los “esfuerzos” de algunos dogmáticos, difícilmente Pozuelo venderá menos galletas por atreverse a romper con esa regla tácita de la publicidad que indica que un anuncio “familiar” implica la presencia de un sonriente matrimonio heterosexual. Hoy más que nunca es innegable que nuestros niños crecen en un país tan surtido como una caja de galletas. 1