Con una identidad que “tomó prestada” a un muerto, el mujeriego incurable de Don Draper ha pasado seis temporadas fumando y alcoholizándose frente a nuestros ojos en la serie Mad Men .
De la cumbre de su carrera como un megaexitoso ejecutivo de publicidad casado con una muñequita rubia de los 60’s –década en la que se ambienta el show – Don ha ido perdiendo a su familia, su estatus y hasta su trabajo tras tomar, como copas de algún licor al que aún le falta añejar, una mala decisión seguida por otra y luego por otra más.
Teleguía conversó con Jon Hamm, el hombre detrás del oscuro protagonista de la serie, celebrada no solo por la crítica sino por miles de fans alrededor del mundo. Hamm, de 43 años y ganador de un Globo de Oro en el 2008 por interpretar a Draper, habló sobre lo que significa la llegada de la sétima y última temporada de Mad Men , que se estrena el 14 de abril, y lo que ha sido para este actor estadounidense ‘convivir’ con un personaje casi imposible de querer durante tantos años.
¿Por qué cree que se decidió acabar con el show luego de la sétima temporada?
Considero que, como dicen, todo lo bueno debe terminar y eso aplica para Mad Men . Otras series se van desvaneciendo o agotando, pero los shows buenos se terminan. Y yo no quiero estar en un programa que siga al aire eternamente o por más tiempo de lo que el público desea. Además, me parece que hemos construido unas bases perfectas para que acabe Mad Men .
Como actor, ¿habla con el creador (Matthew Weiner) sobre la trama, en especial en esta temporada y en momentos en que los televidentes esperan finales fuertes?
En la era actual de la televisión, la audiencia definitivamente exige cierres fuertes y satisfactorios, como en el caso de True Detective (con Matthew McConaughey y Woody Harrelson), por ejemplo. Por otro lado, mi retroalimentación sobre aspectos creativos sinceramente es casi nula excepto en cuanto a lo que aporto como actor en cada escena, y la verdad me agrada porque no quiero ser yo quien deba dar las respuestas a esos temas y menos sobre cómo terminará la serie. Me alegra que solo deba aprenderme mis parlamentos.
¿Qué aspectos le encantan y cuáles odia de Don Draper?
(Risas) Es un personaje difícil de querer, pero tampoco me parece que sea malvado. Lo que siento hacia él se ubica en el medio de ambos extremos. Una persona muy sabia me dijo una vez que si uno juzga al personaje que interpreta, dañará su actuación. El reto más grande con este personaje ha sido transmitir que es un hombre brillante pero que también puede ser detestable cuando se siente mal, incomprendido o confundido, igual que nos puede pasar a todos. Draper está pasando por un mal momento profesional y existencialmente, igual que mucha gente divorciada o con negocios fracasados, personas que a la postre se convierten en seres llenos de mierda por dentro. Entonces no lo juzgo pero sé que su comportamiento está lejos de ser ideal.
Muchos shows actuales lidian con el debilitamiento o destrucción del patriarca. ¿De dónde cree que surge la fascinación por esta trama?
Creo que es un tema interesante y que funciona bien en muchas áreas, incluyendo la literatura plasmada incluso en tiempos de la Grecia Antigua. Yo no pretendo hablar sobre asuntos de género más de lo necesario, pero este debilitamiento ha coincidido con el ascenso de otros personajes de la serie como Peggy Olson, Joan Harris (ambas de la agencia de publicidad) y la exesposa de Draper, Betty Francis. Creo que es un instrumento perfectamente válido, pues mientras unos pierden fuerza otros aumentan su cuota de poder. Don arrancó en la cima del mundo y del negocio y ya no está allí y es un punto narrativo muy bueno para empezar la última temporada.
¿Cómo ha sido para usted convivir con este personaje? ¿Cuánto ha cambiado Don desde que empezó la serie?
Han sido seis temporadas, pero el proceso completo del programa ha implicado casi nueve años. La serie ha afectado a la mayoría de los involucrados, pues simplemente ya no somos los mismos de hace una década. Creo que la principal variante para los actores ha sido en lo profesional, pues me parece que, al menos Don, ha cambiado muy poco, para su propia desgracia. Ese aspecto espero que lo haga verse como una figura trágica pero fascinante al mismo tiempo.
¿Por qué considera que la serie fue ambientada en los años sesenta? ¿Para poder abordar más abiertamente temas como la infidelidad, sexismo, homofobia, adulterio?
Creo que se eligió esa década porque se ubica lo suficientemente lejos de la actualidad como para verse y notarse diferente, pero lo bastante cerca como para sentirse familiar. Por ejemplo, en la serie todos fuman, usan ropa y sombreros de otra época y no hablan como hoy en día. Sin embargo, los patrones de comportamiento son familiares, entonces no nos sentimos frente a una serie producida en esa época ni en algo salido de la era de Shakespeare. También nos hace cuestionarnos cuánto hemos cambiado realmente en los últimos 50 años.
¿Ha usado elementos y experiencias de su vida personal en el personaje de Don?
No, porque sé muy poco sobre el mundo de la publicidad. Pero creo que la razón por la cual mucha gente se identifica con Draper, aunque no trabaje en publicidad, ni sea un hombre divorciado ni padre de familia, es porque todos podemos entender lo que es estar insatisfechos con nuestra vida personal o profesional, y querer esforzarnos, a pesar de que siempre carguemos con un cierto grado de añoranza. Esos sentimientos son lo único que he podido aplicar de mi propia vida en este personaje. Espero que la audiencia recuerde que con todos sus defectos, problemas y malas decisiones, a su manera, Don siempre ha intentado hacer lo correcto. Todos hemos tomado decisiones erradas, claro, no al grado de Draper, y es divertido verlo equivocarse y no tener que vivirlo en carne propia.
Podría decirse que Draper es uno de los pocos antihéroes fuertes de la televisión actual. ¿Se siente más presionado a la hora de interpretarlo en esta última temporada?
No sé si concuerdo con su afirmación pues recientemente hemos visto a dos antihéroes muy exitosos en True Detective y creo que aún quedan muchos por venir. En cuanto a que es la última temporada, pienso abordarla de la misma forma en que lo he hecho con las demás, trabajando muy duro. La única diferencia es que después de estas filmaciones no regresaremos, y eso representará retos emocionales ajenos a la interpretación del personaje. Parte del desafío implica saber que voy a extrañar a los amigos que he hecho gracias al programa.
¿Ya sabe en qué trabajará después de Mad Men?
No necesariamente. Estoy consciente de que estaré desempleado dentro de muy poco tiempo y honestamente no sé qué me depara el futuro. Solo sé que hay un mundo de oportunidades más allá de la serie.
¿Considera que sus seguidores esperan que en su próximo proyecto sobrepase el gran legado dejado por Don Draper?
Para mí la actuación no es una competencia en la que hay que “ganarle” a cada personaje interpretado anteriormente con uno más grandioso. En esta profesión uno está sujeto a los guiones que recibe, así que espero tener la suerte de trabajar con un escritor, cineasta o creador de televisión que sea tan creativo y talentoso como Weiner, a quien le debo mi carrera y mi éxito como actor. Espero trabajar con personas más talentosas que yo, que me inspiren y reten de una u otra forma, y en cualquier medio. En ese aspecto no tengo ninguna preferencia pues los actores ahora pueden trabajar en cine, televisión o Internet sin el estigma que existía antes al respecto.
¿Qué hará Don en los nuevos episodios de cara a que fue despedido al final de la temporada pasada?
Sí, lo obligaron a tomar un permiso, básicamente, un eufemismo para decir que fue realmente despedido de su trabajo. La duda es si esto le servirá de llamada de atención acerca de cómo ha venido llevando su vida. Aunque ya hemos filmado la mitad de la sétima temporada, no le puedo decir si tendrá el efecto deseado en él, pero lo que sí se ha establecido a lo largo del show es que tiende a surgir cuando se le presenta un reto y eso sirve como pista sobre lo que podemos esperar de los episodios finales.