Death Note, manga que desató una miríada de fanáticos durante casi quince años, acaba de recibir un duro golpe para su universo mitológico. Netflix un en intento por franquiciar el contenido para una serie de películas, publicó hace poco una versión de la historia que no fue del gusto de la audiencia y la ubica en la lista de mangas interpretados flojamente por el cine americano.
Antecedente. El manga migró al animé y a varias películas en live action que lo hacían bien: preservan el diseño de personajes y sostienen el mito a través del medio.
Esta propuesta dirigida por Adam Wingard (Blair Witch, 2016) padece la banalización brutal de muchos de los componentes del arco narrativo y la desviación motivacional de los personajes, lo que da al traste con una que se queda en una propuesta mucho más "estadounidense" con poco fondo.
El fondo. Los personajes audiovisuales requieren motivación y deseos sólidos, la razón que los mueve. En Death Note esta movilización es profunda; Light Yagami es motivado por una dicotomía moral que lo compele a utilizar el Death Note para matar a los criminales del mundo creando un mejor lugar para todos –al final se corrompe por el poder–.
La versión estadounidense ubica a Light en un colegio y su motivación es la venganza por el asesinato de su mamá. Motivación legítima, si no existiese la referencia del manga a una reflexión moral profunda, más que la mera reacción sanguínea en la película. Desde ese cambio, la narrativa pierde el peso filosófico del original, dejando de lado la posición de antihéroe y además rellenándola con un romance con el amor platónico de Light.
La familia de Light cambia drásticamente, eliminando el ambiente materno y cálido de Light donde su corrupción encuentra más resonancia, por un entorno disfuncional con el padre que perdió a su mujer por un asesinato, que produce sobre todo un personaje desadaptado de secundaria estereotipado del cine estadounidense.
Otros simbolismos. Otro asunto de fondo que se pierde es la mixtificación de signos. Por ejemplo, Ryuk –dios de la muerte- y su deseo por manzanas en una clara representación del pecado que, en el manga representa la mirada exótica que tiene la cultura japonesa de nuestras creencias, pero que en la película queda de lado, al ser la manzana nada más que un gusto inexplicado de Ryuk.
La transformación de Death Note pasa incluso por la metamorfosis forzada de tomar un personaje como L y cambiarlo de un oriental desaliñado con malos hábitos de alimentación y sueño a un afrodescendiente pulcro, con esos mismos hábitos. La corriente de transformar a los superhéroes en contrapartes más inclusivos se nota, pero hay que reconocer que la audiencia del manga es diferente a la audiencia del cómic y el cambio no necesariamente trajo aspectos positivos.
Otras opciones. La apuesta de Netflix bien pudo haber sido un spin off una década después o una historia del Death Note en otro espacio y tiempo y hubiese aportado riqueza al universo del Death Note.
Posiblemente el error más grande fue migrar la historia a Estados Unidos con personajes contrapartes, igual como ha sido un error previamente en otras sagas como Dragon Ball Evolution (2009) y los mismos Power Rangers (1995 y 2017) en relación con Super Sentai, la traducción para el mercado gringo siempre ha conllevado una trivialización del contenido en lo que es más un ejercicio de mercado.
¿Por qué no hacerlo en Japón? Donde todo sería mucho más interesante. Donde estos personajes tendrían cabida y sobre todo, donde el cúmulo de fans pueda verse entusiasmado para potenciar la pretendida saga de películas que Netflix planteó.
Si usted nunca ha visto Death Note, su experiencia podría padecer la lenta narrativa pero sería interesante que observara algunos capítulos de la versión en animé y constate que el ejercicio de traducción queda debiendo. Si por el contrario, usted es un fan ver esta película es valioso para reconocer y repasar los elementos que hacen de Death Note una gran historia con resonancias morales más hondas.